Lunes
6 de Mayo de 2019
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“Trabajad
por el alimento que perdura para la vida eterna”
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Primera
Lectura
Lectura
del libro de los Hechos de los apóstoles 6, 8-15
En aquellos días, Esteban, lleno de gracia y poder, realizaba
grandes prodigios y signos en medio del pueblo. Unos
cuantos de la sinagoga llamada de los libertos, oriundos
de Cirene, Alejandría, Cilicia y Asia, se pusieron a
discutir con Esteban; pero no lograban hacer frente a la
sabiduría y al espíritu con que hablaba. Indujeron a
unos que asegurasen: – «Le hemos oído palabras blasfemas
contra Moisés y contra Dios.» Alborotaron al pueblo, a
los ancianos y a los escribas, agarraron a Esteban por
sorpresa y lo condujeron al Sanedrin, presentando
testigos falsos que decían: -«Este individuo no para de
hablar contra el templo y la Ley. Le hemos oído decir
que ese Jesús de Nazaret destruirá el templo y cambiará
las tradiciones que recibimos de Moisés.» Todos los
miembros del Sanedrin miraron a Esteban, y su rostro les
pareció el de un ángel.
Salmo
Sal
118, 23-24. 26-27. 29-30 R. Dichoso el que camina en la
voluntad del Señor.
Aunque los nobles se
sienten a murmurar de mí,
tu siervo medita tus leyes;
tus preceptos son mi delicia,
tus decretos son mis consejeros. R/.
Te expliqué mi camino, y
me escuchaste:
enséñame tus leyes;
instrúyeme en el camino de tus decretos,
y meditaré tus maravillas. R/.
Apártame del camino falso,
y dame la gracia de tu voluntad;
escogí el camino verdadero,
deseé tus mandamientos. R/.
Evangelio
de hoy
Lectura
del santo evangelio según san Juan 6,22-29
Después que Jesús hubo
saciado a cinco mil hombres, sus discípulos lo vieron
caminando sobre el lago. Al día siguiente, la gente que
se había quedado al otro lado del lago notó que allí no
habla habido más que una lancha y que Jesús no había
embarcado con sus discípulos, sino que sus discípulos se
habían marchado solos. Entretanto, unas lanchas de
Tiberíades llegaron cerca del sitio donde habían comido
el pan sobre el que el Señor pronunció la acción de
gracias. Cuando la gente vio que ni Jesús ni sus
discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a
Cafarnaún en busca de Jesús. Al encontrarlo en la otra
orilla del lago, le preguntaron: – «Maestro, ¿cuándo has
venido aquí?» Jesús les contestó: – «Os lo aseguro, me
buscáis, no porque habéis visto signos, sino porque
comisteis pan hasta saciaros. Trabajad, no por el
alimento que perece, sino por el alimento que perdura
para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre;
pues a éste lo ha sellado el Padre, Dios.» Ellos le
preguntaron: – «Y, ¿qué obras tenemos que hacer para
trabajar en lo que Dios quiere?» Respondió Jesús: – «La
obra que Dios quiere es ésta: que creáis en el que él ha
enviado.»
Reflexión
del Evangelio del día
Esteban es uno de los
siete “diáconos” elegidos para atender a las necesidades
materiales de la primitiva comunidad cristiana, donde
parece que había una cierta discriminación. No obstante,
él no es sólo un buen administrador, sino un verdadero
apóstol, predicador “lleno de gracia y poder”. Como
Jesús, realiza “grandes prodigios y signos en medio del
pueblo”. Y, también como Jesús, selló con su vida sus
palabras. Fue su primer testigo.
Testigo
del mensaje de Jesús
El servicio, en la
Iglesia, no consiste solo en compartir bienes materiales
–siempre necesarios y muchas veces urgentes-, sino sobre
todo en anunciar la Palabra de Dios a todos. En hacerlo
de manera convincente y sin rehuir el debate, que a
veces puede ser vivo y conflictivo. En nuestro mundo,
que valora mucho el ejemplo de quien es consecuente con
su fe, hace falta también apoyar nuestras creencias en
razones de peso, que se dirijan con rigor no solo al
corazón, sino además a la inteligencia de quien desea
comprender. Ya dijo san Pedro que tenemos que ser
capaces de “dar razón de nuestra esperanza”.
Nacido en el judaísmo, el
mensaje de Jesús, que predicaba Esteban, iba más allá de
la ley y del templo. Se apoyaba en la larga tradición de
Israel, pero contemplada con ojos nuevos, asumida en la
perspectiva de un Dios de misericordia que dio su vida
por nosotros en la entrega de su Hijo por amor. Un Dios
al que podemos encontrar no sólo en el templo, sino en
cada ser humano, que lleva en sí la imagen de su Creador
y nos hace presente a Jesús cuando ejercemos con él la
misericordia.
Un mensaje así, proclamado
con pasión, puede conducirnos al enfrentamiento con los
criterios de este mundo que no acepta tales valores,
aunque los esté echando de menos sin saberlo. Nuestra
tarea es ser testigos de su validez y de su necesidad
para dar sentido a la vida humana sobre la tierra.
Un
mensaje que viene de arriba
A Jesús lo buscaba la
gente porque había saciado sus deseos materiales cuando
multiplicó el pan en una ocasión. Sin duda también
tenían hambre de otro pan más esencial, aunque no lo
sabían. Jesús reconoció que “andaban como ovejas sin
pastor”.
Es necesario mostrar a
nuestros contemporáneos esa necesidad superior, que con
frecuencia no se percibe a simple vista. Hace falta
trabajar “no por el alimento que perece, sino por el
alimento que perdura”, ocuparse “en los trabajos que
Dios quiere”. ¿Cómo hacerlo? Jesús mismo lo dice
claramente: “Este es el trabajo que Dios quiere: que
creáis en el que Él ha enviado”.
Puede parecer extraño que
Jesús hable de la fe como de “un trabajo”; ¿no es acaso
un don de Dios? Sin duda, así es, y Dios no lo niega a
nadie. Sin embargo, no todo el mundo tiene fe. ¿No será
que tenemos que “trabajarla” un poco? Es decir, primero,
descubrirla con interés: descubrirnos creyentes, “creer”
que creemos, convencernos de que aceptamos que existe
Dios, que Dios nos quiere, que es Jesús quien nos lo ha
revelado, porque ha venido de parte de Él para eso. Y
luego, vivir lo que creemos, llevar la fe a la vida,
iluminar desde “arriba” lo que hacemos por aquí abajo.
Esfuerzo laborioso, pero cien por cien gratificante.
¿Por qué crees que
tienes fe? ¿Y por qué tienes fe en lo que crees?
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Martes
7 de Mayo de 2019
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“Señor,
danos siempre de este pan”
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Primera
Lectura
Lectura
del libro de los Hechos de los apóstoles 7, 51-59
En aquellos días, Esteban
decía al pueblo, a los ancianos y a los escribas;
-«¡Duros de cerviz, incircuncisos de corazón y de oídos!
Siempre resistís al Espíritu Santo, lo mismo que
vuestros padres. ¿Hubo un profeta que vuestros padres no
persiguieran? Ellos mataron a los que anunciaban la
venida del justo, y ahora vosotros lo habéis traicionado
y asesinado; recibisteis la Ley por mediación de
ángeles, y no la habéis observado.» Oyendo estas
palabras, se recomían por dentro y rechinaban los
dientes de rabia. Esteban, lleno de Espíritu Santo, fijó
la mirada en el cielo, vio la gloria de Dios, y a jesús
de pie a la derecha de Dios, y dijo: -«Veo el cielo
abierto y al Hijo del hombre de pie a la derecha de
Dios.» Dando un grito estentóreo, se taparon los oídos;
y, como un solo hombre, se abalanzaron sobre él, lo
empujaron fuera de la ciudad y se pusieron a apedrearlo.
Los testigos, dejando sus capas a los pies de un joven
llamado Saulo, se pusieron también a apedrear a Esteban,
que repetía esta invocación: – «Señor Jesús, recibe mi
espíritu.» Luego, cayendo de rodillas, lanzó un grito: –
«Señor, no les tengas en cuenta este pecado.» Y, con
estas palabras, expiró. Saulo aprobaba la ejecución.
Salmo
Sal
30. 3cd-4. 6ab y 7b y 8a. 17 y 21 ab R. A tus manos,
Señor, encomiendo mi espíritu
Sé la roca de mi refugio,
un baluarte donde me salve,
tú que eres mi roca y mi baluarte;
por tu nombre dirígeme y guíame. R/.
A tus manos encomiendo mi
espíritu:
tú, el Dios leal, me librarás;
yo confío en el Señor.
Tu misericordia sea mi gozo y mi alegría. R/.
Haz brillar tu rostro
sobre tu siervo,
sálvame por tu misericordia.
En el asilo de tu presencia los escondes
de las conjuras humanas. R/.
Evangelio
de hoy
Lectura
del santo evangelio según san Juan 6, 30-35
En aquel tiempo, dijo la
gente a Jesús: – «¿Y qué signo vemos que haces tú, para
que creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? Nuestros padres
comieron el maná en el desierto, como está escrito: «Les
dio a comer pan del cielo.»» Jesús les replicó: – «Os
aseguro que no fue Moisés quien os dio pan del cielo,
sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del
cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y
da vida al mundo.» Entonces le dijeron: – «Señor, danos
siempre de este pan.» Jesús les contestó: – «Yo soy el
pan de la vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el
que cree en mí nunca pasará sed.»
Reflexión
del Evangelio del día
Yo
soy el pan de vida
Uno de los siete diáconos
helenistas, llamado Esteban, pronuncia un discurso al
judaísmo de la diáspora y lo confunde. Eso le lleva a la
muerte, y se abre una gran persecución contra la Iglesia
de Jerusalén. Se abre, pues, la ruptura entre cristianos
y judíos. El cristianismo se irá separando cada vez más
de su origen judío.
La historia del pueblo
judío se ha caracterizado siempre por la oposición a los
guías designados por Dios, así como por la idolatría de
Israel en el desierto. Rechazó a su Dios y adoró de todo
corazón a los ídolos.
Esteban pasa ahora a
atacar directamente a los jefes de Israel, su renuncia a
cumplir su verdadera vocación.
El discurso de Esteban
comienza con el estilo de la retórica griega, pero se
convierte en un tejido de textos del AT, cuyo agente
principal es el Dios de la gloria; él lo verá
cuando sea lapidado.
Invocará el nombre del
Señor; y Lucas subraya la semejanza entre Esteban, en el
momento de morir, y Jesús en su pasión.
La muerte de Esteban sirve
para adelantar el relato de la difusión de la Palabra
desde Jerusalén hasta los confines de la tierra.
El Salmo recoge la
confianza sólida del orante y lo expresa con imágenes
inequívocas: su vida, su espíritu, los deposita en sus
manos porque es un Dios leal que, como siempre, hace
brillar su rostro sobre los que confían en Él.
Su misericordia es lugar y
asilo seguro frente a todas las conjuras humanas.
Tener
fe es más bien una obra
El día anterior la gente
había presenciado un milagro; Jesús multiplica los cinco
panes de cebada y los dos peces. Con tal sobreabundancia
que, después de saciados, recogieron sobras llenando
doce canastos.
Y desconcierta un poco que
hoy —al día siguiente de la multiplicación de los panes—
le digan ¿qué signos haces para que veamos y
creamos en ti? ¿Qué obra realizas?
El maná era considerado el
mayor milagro de cuantos realizó Moisés. Y ellos alegan
a la Escritura: Pan del cielo les dio a comer. La cita
de Juan no es traducción exacta de ningún pasaje del
Antiguo Testamento, ni de Éxodo 16, 4, ni Éxodo 16,15,
ni Salmo 78, 24, ni Sabiduría 16, 20.
Jesús les dice: No
interpretéis él como referido a Moisés, ni
leáis el pasado dio; en vez de esto,
interpretad él como referido al Padre, y leed
da.
Con la corrección de los
tiempos Jesús indica que el Antiguo Testamento se cumple
en su obra. El maná que dio Moisés no es el verdadero
pan del cielo, sino la doctrina de Jesús.
El discurso del pan de
vida se refiere a la revelación de Jesús, la fe es la
respuesta esencial a esa revelación de Jesús. Jesús
lleva a la multitud hacia un conocimiento más profundo
que el nivel superficial y material del alimento.
Pero la respuesta se
formula en términos de obras que se pueden realizar.
Jesús, por su parte, insiste en la fe.
Conseguir la vida eterna
no es cuestión de obras, como si la fe no importara
nada; pero tampoco es cuestión de fe sin obras.
Tener fe es más bien una
obra. Es ciertamente la más importante de todas las
obras de Dios. No es una obra que realiza el hombre
únicamente, sino más bien la sumisión a la obra de Dios
realizada en Jesús. La mención de la fe hace que la
multitud adopte una postura poco amistosa y que ponga en
tela de juicio las pretensiones de Jesús.
Jesús asegura a la
multitud que sus esperanzas mesiánicas ya se han
cumplido. Que el verdadero pan del cielo es su
enseñanza, pero la gente no llega a entender en absoluto
el simbolismo y se queda en una idea completamente
material del pan.
Jesús, partiendo de esta
interpretación equivocada, inicia el gran discurso del
pan de vida que leeremos en días sucesivos.
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Miércoles
8 de Mayo de 2019
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“Y
yo lo resucitaré en el último día”
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Primera
Lectura
Lectura
del libro de los Hechos de los apóstoles 8, l-8
Aquel día, se desató una
violenta persecución contra la Iglesia de Jerusalén;
todos, menos los apóstoles, se dispersaron por Judea y
Samaria. Unos hombres piadosos enterraron a Esteban e
hicieron gran duelo por él. Saulo se ensañaba con la
Iglesia; penetraba en las casas y arrastraba a la cárcel
a hombres y mujeres. Al ir de un lugar para otro, los
prófugos iban difundiendo el Evangelio. Felipe bajó a la
ciudad de Samaria y predicaba allí a Cristo. El gentío
escuchaba con aprobación lo que decía Felipe, porque
habían oído hablar de los signos que hacía, y los
estaban viendo: de muchos poseídos salían los espíritus
inmundos lanzando gritos, y muchos paralíticos y
lisiados se curaban. La ciudad se llenó de alegría.
Salmo
Sal
65, 1-3a. 4-5. 6-7a R. Aclamad al Señor, tierra entera
Aclamad al Señor, tierra
entera;
tocad en honor de su nombre,
cantad himnos a su gloria.
Decid a Dios: «¡Qué terribles son tus obras!» R/.
Que se postre ante ti la
tierra entera,
que toquen en tu honor,
que toquen para tu nombre.
Venid a ver las obras de Dios,
sus temibles proezas en favor de los hombres. R/.
Transformó el mar en
tierra firme,
a pie atravesaron el río.
Alegrémonos con Dios,
que con su poder gobierna enteramente. R/.
Evangelio
de hoy
Lectura
del santo evangelio según san Juan 6, 35-40
En aquel tiempo, dijo
Jesús a la gente: – «Yo soy el pan de la vida. El que
viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí nunca
pasará sed; pero, como os he dicho, me habéis visto y no
creéis. Todo lo que me da el Padre vendrá a mí, y al que
venga a mí no lo echaré afuera, porque he bajado del
cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del
que me ha enviado. Ésta es la voluntad del que me ha
enviado: que no pierda nada de lo que me dio, sino que
lo resucite en el último día. Esta es la voluntad de mi
Padre:’que todo el que ve al Hijo y cree en él tenga
vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.»
Reflexión
del Evangelio del día
Los
dispersados iban…anunciando la Buena Nueva de la Palabra
La persecución de la
Iglesia de Jerusalén va haciendo realidad la promesa de
Jesús: seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y
Samaría y hasta el confín de la tierra (Hch 1,8) e
implica un cambio de dinamismo en la comunidad, una
Iglesia en Salida (EG 21) que anuncia la Buena Nueva de
la Palabra (Hch 8,4). El misionero en este caso, será
Felipe, ya conocido por el narrador por ser el segundo
de los siete diáconos (Hch 6,5), y del que más tarde se
dirá que era evangelista, tenía 4 hijas vírgenes y
profetisas y vivía en Cesárea del Mar, capital oficial
de Palestina (Hch 21, 8-9).
Felipe baja hasta Samaría
y allí predica a Cristo, al Mesías prometido. Los
habitantes de esta región, dentro de su heterodoxia,
también vivían a la expectativa de “un esperado”, por lo
que la palabra de Felipe provoca escucha atenta y se
convierte en alegría al ser confirmada con exorcismos y
curaciones, como hiciera el mismo Jesús (cf. Lc
4,31-37.40-41; 5,17-26).
Evangelizar es ofrecer la
alegre noticia de Reino de Dios que se ha inaugurado en
Jesús de Nazaret, y que trae la salvación a todo y a
todos los seres humanos, lo que provoca una inmensa
alegría en aquellos que la acogen: “La alegría del
evangelio llena el corazón y la vida entera de los que
se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él
son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío
interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y
renace la alegría”. (EG1)
Para que el mensaje de la
predicación llegue al corazón de los escuchantes y
puedan acogerlo como vida propia, palabras y signos han
de ir unidos en el predicador. La palabra ha de venir
corroborada con el testimonio de la vida y los signos de
la vida, explicados con las palabras. La coherencia
entre lo que se dice, se piensa y se hace ha de ser la
carta de presentación del predicador. Como canta
brotes de Olivo, en “El alma del cantor”:
“No quiero cantar a Dios
si no hay brillo de Dios en mí.
Para cantar sin vivir
mejor que calle.
La fuerza de la voz y la
Palabra
está en la exigencia de
hacerlo vida…
…Si no vivo lo que pienso
¿para qué pensar?
Si no vivo lo que escribo
¿para qué escribir?
Si no vivo lo que canto
¿para qué cantar?
Si no vivo lo que siento
¿para qué sentir?”
Dios escribe derecho con
renglones torcidos. La persecución de la Iglesia
conllevara su dispersión, y con ella el anuncio de Jesús
a nuevas gentes. Desde los comienzos del camino de la
Iglesia, “Sangre de mártires, semilla de cristianos”
(Tertuliano).
El
que cree en Él “tiene” vida eterna
El evangelio de hoy nos
presenta unos versículos del profundo y denso discurso
del pan de vida. Tras el milagro de los panes y los
peces (Jn 6,1-15), Jesús pronuncia este discurso en la
sinagoga de Cafarnaúm. En él, el profeta de Nazaret,
relaciona el milagro realizado con el del maná dado en
el desierto por el Señor al pueblo de Israel (Ex
16,4ss), por lo que la gente le pide que le dé siempre
de ese pan (6,34). Jesús responde con una frase que los
deja atónitos: “Yo soy el pan de vida” (35a). ¿Pero, qué
quiere decir Jesús con esa expresión?
Al presentarse, con las
palabras “yo soy” está asumiendo su identidad divina,
puesto que así se presentaba Yahvé en el AT (Ex 3,14;
Cf Gn 26,24; Ex 6,6; Lv 18,4-5). Pero además
cuando esta fórmula “yo soy” está seguida de un
sustantivo, Jesús nos muestra la misión encomendada por
el Padre, en este caso, el ser “pan de vida”. El profeta
de Nazaret se presenta como el auténtico alimento que
supera el maná dado por Moisés, o la sabiduría
veterotestamentaria de la que se dice: “Los que me comen
(dice la Sabiduría) tendrán más hambre y quienes me
beben aún sentirán más sed” (Eclo 24,21; Is
49,10). Jesús es el pan de vida y los que coman de él,
ya no tendrán hambre y quien crea en él, no tendrá sed.
Las palabras, la vida de Jesús si satisfará las
necesidades e inquietudes más profundas del ser humano,
sus búsquedas, sus anhelos, sus expectativas, toda
hambre y toda sed (v. 35b).
Junto a esto, Jesús
promete al que crea en Él cree en él, la vida eterna, o
lo que es lo mismo la participación de la misma vida de
Dios (Jn 3, 16-18;36; 11,25). Esta empieza a realizase
aquí, en esta tierra, aunque será dada en plenitud en la
“otra vida” que es la “vida otra”. Jesús promete, por
tanto, la vida aquí ahora y luego, para
siempre. Él es “el pan de vida” que trae buena
y abundante vida para todos. No podemos obviar
aquí la alusión al pan eucarístico. Cada eucaristía es
una oportunidad de nutrir y fortalecer en nosotros la
nueva vida que el Señor nos regala. Una vida donde el
ser humano sea el centro de las estructuras sociales y
políticas, donde se defienda la dignidad humana, donde
las relaciones interpersonales estén marcadas por
igualdad y fraternidad y en la que nuestro empeño sea
hacer habitable, para nosotros y las generaciones
venideras, esta “casa común”, que llamamos planeta
Tierra. En este día en que celebramos el Patrocinio de
la Orden, sintiéndonos bajo su manto, le pedimos a María
que nos ayude a hacer extensible esta vida nueva a todos
nuestros hermanos.
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Jueves
9 de Mayo de 2019
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“Os
lo aseguro: el que cree tiene vida eterna”
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Primera
Lectura
Lectura
del libro de los Hechos de los apóstoles 8, 26-40
En aquellos días, el ángel
del Señor le dijo a Felipe: – «Ponte en camino hacia el
Sur, por la carretera de Jerusalén a Gaza, que cruza el
desierto.» Se puso en camino y, de pronto, vio venir a
un etíope; era un eunuco, ministro de Candaces, reina de
Etiopía e intendente del tesoro, que había ido en
peregrinación a Jerusalén. Iba de vuelta, sentado en su
carroza, leyendo el profeta Isaías. El Espíritu dijo a
Felipe: – «Acércate y pégate a la carroza.» Felipe se
acercó corriendo, le oyó leer el profeta Isaías, y le
preguntó: – «¿Entiendes lo que estás leyendo?» Contestó:
– «-Y cómo voy a entenderlo, si nadie me guía?» Invitó a
Felipe a subir y a sentarse con él. El pasaje de la
Escritura que estaba leyendo era éste-‘ «Como cordero
llevado al matadero, como oveja ante el esquilador,
enmudecía y no abría la boca. Sin defensa, sin justicia
se lo llevaron, ¿quién meditó en su destino? Lo
arrancaron de los vivos.» El eunuco le preguntó a
Felipe: – «Por favor, ¿de quién dice esto el profeta?;
¿de él mismo o de otro?» Felipe se puso a hablarle y,
tomando pie de este pasaje, le anunció el Evangelio de
Jesús. En el viaje llegaron a un sitio donde había agua,
y dijo el eunuco: – «Mira, agua. ¿Qué dificultad hay en
que me bautice?» Mandó parar la carroza, bajaron los dos
al agua, y Felipe lo bautizó. Cuando salieron del agua,
el Espíritu del Señor arrebató a Felipe. El eunuco no
volvió a verlo, y siguió su viaje lleno de alegría.
Felipe fue a parar a Azoto y fue evangelizando los
poblados hasta que llegó a Cesarea.
Salmo
Sal
65, 8-9. 16-17. 20 R. Aclamad al Señor, tierra entera
Bendecid, pueblos, a
nuestro Dios,
haced resonar sus alabanzas,
porque él nos ha devuelto la vida
y no dejó que tropezaran nuestros pies. R/.
Fieles de Dios, venid a
escuchar,
os contaré lo que ha hecho conmigo:
a él gritó mi boca
y lo ensalzó mi lengua. R/.
Bendito sea Dios,
que no rechazó mi súplica
ni me retiró su favor. R/.
Evangelio
de hoy
Lectura
del santo evangelio según san Juan 6,44-51
En aquel tiempo, dijo
Jesús a la gente: – «Nadie puede venir a mí, si no lo
atrae el Padre que me ha enviado. Y yo lo resucitaré el
último día. Está escrito en los profetas: «Serán todos
discípulos de Dios.» Todo el que escucha lo que dice el
Padre y aprende viene a mí. No es que nadie haya visto
al Padre, a no ser el que procede de Dios: ése ha visto
al Padre. Os lo aseguro: el que cree tiene vida eterna.
Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el
desierto el maná y murieron: éste es el pan que baja del
cielo, para que el hombre coma de él y no muera. Yo soy
el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este
pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi
carne para la vida del mundo.»
Reflexión
del Evangelio del día
Lo
arrancaron de los vivos
Un eunuco encuentra a
Felipe por el camino. Parece que un ángel le hubiera
dado una brújula a Felipe para que se encontrara con él.
Lo cierto es que Felipe no se fijó en la condición de
aquel hombre: ni en su condición de ministro, ni en su
condición de eunuco (hombre poco viril que gozaba de los
favores del rey).
La lectura del Profetas
Isaías del siervo de Yahvé le llevó al eunuco a
preguntarse sobre a quién se refería las palabras del
profeta. Felipe, se sienta a su lado, y le habla de lo
sucedido a Jesús de Nazaret. Le anunció el Evangelio de
Jesús, dice el texto. El anuncio condujo al eunuco a
querer bautizarse.
El anuncio de la vida,
muerte y resurrección de Jesús no está limitado a un
pueblo, ni tampoco limitado a un determinado tipo de
personas, todos somos destinatarios de la salvación. La
única condición es escuchar la palabra de Dios,
aceptarla, y querer comprometerse con la fe. Bautizarse
es morir con Cristo, y asumir la vida de Cristo. Nada
impide seguir a Cristo como discípulo si es capaz de
escuchar su evangelio y aceptarlo.
La pregunta por Jesús de
Nazaret no nos deja igual. Nos trastoca y nos transforma
todos nuestros proyectos y caminos. Sólo la docilidad a
sus palabras nos permitirá encontrar una respuesta
confiada de fe.
Todo
el que escucha lo que dice el padre y aprende viene a mí
No vale sólo con la
escucha, lo que conduce a Cristo es aprender de la
Palabra que escuchamos sobre Dios, en este caso del
Padre. Esta idea nos recuerda las palabras en la
teofanía del Bautismo de Jesús, en la que Dios Padre nos
anuncia: “Este es mi Hijo amado, Escuchadle”.
La escucha es el inicio
del camino del discipulado, pero es el compartir la
palabra, el compartir la vida, lo que dará experiencia a
cada discípulo y será la puerta abierta para el
aprendizaje.
Aprender las cosas de Dios
es toda una tarea comprometida. Supone la decisión
previa de creer en el proyecto de Jesús, de su programa
de misericordia. Supone proclamar cada día la
bienaventuranza de los desfavorecidos, ellos serán
dichosos porque Dios ha puesto en ellos su mirada.
Aprender las cosas de Dios
supone el abandono total y confiado a su voluntad,
comprender que los caminos son un recorrido vital para
la esperanza de que Dios siempre cumple su promesa de no
dejarnos solos.
Oremos para que cada día
encontremos al resucitado junto a nuestros pasos de fe,
y podamos llevar a los demás el evangelio de la vida.
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Viernes
10 de Mayo de 2019
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“El
que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida
eterna”
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Primera
Lectura
Lectura
del libro de los Hechos de los apóstoles 9, 1-20
En aquellos días, Saulo
seguía echando amenazas de muerte contra los discípulos
del Señor. Fue a ver al sumo sacerdote y le pidió cartas
para las sinagogas de Damasco, autorizándolo a traerse
presos a Jerusalén a todos los que seguían el nuevo
camino, hombres y mujeres. En el viaje, cerca ya de
Damasco, de repente, una luz celeste lo envolvió con su
resplandor. Cayó a tierra y oyó una voz que le decía: –
«Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?» Preguntó él: –
«¿Quién eres, Señor?» Respondió la voz: – «Soy Jesús, a
quien tú persigues. Levántate, entra en la ciudad, y
allí te dirán lo que tienes que hacer.» Sus compañeros
de viaje se quedaron mudos de estupor, porque oían la
voz, pero no veían a nadie. Saulo se levantó del suelo
y, aunque tenía los ojos abiertos, no veía. Lo llevaron
de la mano hasta Damasco. Allí estuvo tres días ciego,
sin comer ni beber. Había en Damasco un discípulo, que
se llamaba Ananías. El Señor lo llamó en una visión: –
«Ananías.» Respondió él: – «Aquí estoy, Señor.» El Señor
le dijo: – «Ve a la calle Mayor, a casa de judas, y
pregunta por un tal Saulo de Tarso. Está orando, y ha
visto a un cierto Ananías que entra y le impone las
manos para que recobre la vista.» Ananías contestó: –
«Señor, he oído a muchos hablar de ese individuo y del
daño que ha hecho a tus santos en Jerusalén. Además,
trae autorización de los sumos sacerdotes para llevarse
presos a todos los que invocan tu nombre.» El Señor le
dijo: – «Anda, ve; que ese hombre es un instrumento
elegido por mí para dar a conocer mi nombre a pueblos y
reyes, y a los israelitas. Yo le enseñaré lo que tiene
que sufrir por mi nombre.» Salió Ananías, entró en la
casa, le impuso las manos y dijo: – «Hermano Saulo, el
Señor Jesús, que se te apareció cuando venías por el
camino, me ha enviado para que recobres la vista y te
llenes de Espíritu Santo.» Inmediatamente se le cayeron
de los ojos una especie de escamas, y recobró la vista.
Se levantó, y lo bautizaron. Comió, y le volvieron las
fuerzas. Se quedó unos días con los discípulos de
Damasco, y luego se puso a predicar en las sinagogas,
afirmando que Jesús es el Hijo de Dios.
Salmo
Sal
116, 1. 2 R. Id al mundo entero y proclamad el
Evangelio,
Alabad al Señor, todas las
naciones,
aclamadlo, todos los pueblos. R/.
Firme es su misericordia
con nosotros,
su fidelidad dura por siempre. R/.
Evangelio
de hoy
Lectura
del santo evangelio según san Juan 6, 52-59
En aquel tiempo,
disputaban los judíos entre sí: – «¿Cómo puede éste
darnos a comer su carne?» Entonces Jesús les dijo: – «Os
aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y
no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que
come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo
lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera
comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi
carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. El Padre
que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del
mismo modo, el que me come vivirá por mí. Éste es el pan
que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres,
que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá
para siempre.» Esto lo dijo Jesús en la sinagoga, cuando
enseñaba en Cafarnaún.
Reflexión
del Evangelio del día
¿Por
qué me persigues?
La Conversión de San Pablo
es presentada por San Lucas como una auténtica teofanía,
porque el verdadero protagonista es Jesús, el Hijo de
Dios, el Resucitado, que irrumpe en la vida de Saulo y
en el de la propia comunidad cristiana que teme y
desconfía del hasta ahora implacable perseguidor. La fe
es así: Cristo entra en nuestra vida con su gracia y nos
enfrenta con la Verdad: la mía y la de Dios. La ceguera
pasajera nos indica un camino de preparación, de
purificación para entrar en la Luz del Evangelio y en la
comunidad del Espíritu que es la Iglesia.
Tendríamos que plantearnos
la pregunta que Jesús hace a Saulo… porque también nos
la hace a nosotros: ¿Por qué me persigues? Él, judío, no
sabía quién era Jesús, pero tenía sus prejuicios
equivocados sobre Él. Nosotros, bautizados, también
muchas veces pues preferimos la fe aprendida a nuestra
propia experiencia de encuentro con Cristo en la
oración, los sacramentos y… el hermano necesitado,
molesto… al que calumnio, persigo… en quien Él se hace
presente: “Yo soy Jesús, al que tú persigues”.
Este
es el pan bajado del cielo
El Evangelio de hoy
conserva todavía la radicalidad con que Juan nos relata
el discurso de Jesús en la sinagoga de Cafarnaún. Las
expresiones de “el pan que os daré es mi carne para la
vida del mundo” y de “comer mi carne” o “beber mi
sangre” constituyen un escándalo para los judíos que se
fijan en lo que consideran una blasfemia y no van más
allá de un Éxodo que ahora cobra todo su sentido. Jesús
no es solo el maná que alimenta el cuerpo. Es realmente
la carne y la sangre que dan la vida eterna, la
definitiva liberación del mal y de la muerte.
En la eucaristía adquiere
esta expresión todo su valor: comulgar a Cristo no es
solo aceptar el Evangelio, sino hacerlo plenamente vida,
es compartir, asimilar la propia vida del Señor con todo
lo que eso supone. Por eso, tras este discurso, San Juan
nos dice que muchos de sus discípulos se escandalizaron
y lo abandonaron. Y es que una cosa es aceptar la
Palabra, participar en los sacramentos incluso y otra
asumir que, como cristiano, Jesús está viviendo en mí,
amando en mí, muriendo y resucitando… Comer su carne,
beber su sangre es ser Cristo ante los hombres.
Probablemente, si lo aceptáramos de verdad, quizá muchos
no acudirían tan despreocupadamente a comulgar o
plantearíamos de otra manera las primeras comuniones.
El santo arzobispo de
Florencia San Antonino, dominico, fue un ejemplo de
comunión con Cristo en la atención a su feligresía,
sobre todo a los más necesitados. Es un ejemplo de
pastor que sabe dar su vida por sus ovejas. Es también
el caso de San Juan de Ávila, maestro de sacerdotes y de
San Damián de Molokai, el apóstol de los leprosos.
¿Cómo ha sido mi
propio proceso de Conversión? ¿Soy capaz de “ver” a
Cristo en mis hermanos?
¿Qué significa para mí
comulgar el Cuerpo y la Sangre de Cristo?
¿Cómo valoro las
primeras comuniones y el comulgar masivo en las
eucaristías?
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Sábado
11 de Mayo de 2019
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“Señor,
¿a quién vamos a acudir?”
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Primera
Lectura
Lectura
del libro de los Hechos de los apóstoles 9, 31-42
En aquellos días, la
Iglesia gozaba de paz en toda Judea, Galilea y Samaria.
Se iba construyendo y progresaba en la fidelidad al
Señor, y se multiplicaba, animada por el Espíritu Santo.
Pedro recorría el país y bajó a ver a los santos que
residían en Lida. Encontró allí a un cierto Eneas, un
paralítico que desde hacia ocho años no se levantaba de
la camilla. Pedro le dijo: -«Eneas, Jesucristo te da la
salud; levántate y haz la cama.» Se levantó
inmediatamente. Lo vieron todos los vecinos de Lida y de
Sarán, y se convirtieron al Señor. Había en Jafa una
discípula llamada Tabita, que significa Gacela. Tabita
hacia infinidad de obras buenas y de limosnas. Por
entonces cayó enferma y murió. La lavaron y la pusieron
en la sala de arriba. Lida está cerca de Jafa. Al
enterarse los discípulos de que Pedro estaba allí,
enviaron dos hombres a rogarle que fuera a Jafa sin
tardar. Pedro se fue con ellos. Al llegar a Jafa, lo
llevaron a la sala de arriba, y se le presentaron las
viudas, mostrándole con lágrimas los vestidos y mantos
que hacía Gacela cuando vivía. Pedro mandó salir fuera a
todos. Se arrodilló, se puso a rezar y, dirigiéndose a
la muerta, dijo: – «Tabita, levántate.» Ella abrió los
ojos y, al ver a Pedro, se incorporó. Él la cogió de la
mano, la levantó y, llamando a los santos y a las
viudas, se la presentó viva. Esto se supo por todo Jafa,
y muchos creyeron en el Señor.
Salmo
Sal
115, 12-13. 14-15. 16-17 R. ¿Cómo pagaré al Señor todo
el bien que me ha hecho?
¿Cómo pagaré al Señor
todo el bien que me ha hecho?
Alzaré la copa de la salvación,
invocando su nombre. R/.
Cumpliré al Señor mis
votos
en presencia de todo el pueblo.
Mucho le cuesta al Señor
la muerte de sus fieles. R/.
Señor, yo soy tu siervo,
siervo tuyo,
hijo de tu esclava:
rompiste mis cadenas.
Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
invocando tu nombre, Señor. R/.
Evangelio
de hoy
Lectura
del santo evangelio según san Juan 6, 60-69
En aquel tiempo, muchos
discípulos de Jesús, al oirlo, dijeron: -«Este modo de
hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?» Adivinando
Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo: –
«¿Esto os hace vacilar?, ¿y si vierais al Hijo del
hombre subir a donde estaba antes? El Espíritu es quien
da vida; la carne no sirve de nada. Las palabras que os
he dicho son espíritu y vida. Y con todo, algunos de
vosotros no creen.» Pues Jesús sabía desde el principio
quiénes no creían y quién lo iba a entregar. Y dijo: –
«Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí, si el
Padre no se lo concede.» Desde entonces, muchos
discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir
con él. Entonces Jesús les dijo a los Doce: – «¿También
vosotros queréis marcharos?» Simón Pedro le contestó: –
«Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de
vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el
Santo consagrado por Dios.»
Reflexión
del Evangelio del día
Muchos
creyeron en el Señor
Estamos en tiempo de
pascua, en tiempo después de la resurrección de Jesús.
Durante estos días, las primeras lecturas nos suele
hablar de la expansión de lo que hoy llamamos iglesia de
Cristo y cómo iba aumentando de día en día. Aumentó en
tiempo que sufrió persecución, donde San Pablo todavía
no cristiano, perseguía a los seguidores de Jesús. Pero
hoy san Lucas nos relata cómo también se expandía en
tiempo de paz. “En aquellos días, la Iglesia gozaba de
paz en toda Judea, Galilea y Samaría… y se multiplicaba
animada por el Espíritu Santo”.
En este contexto
encontramos a Pedro visitando diversas comunidades. Hoy
le vemos en Lida y Jafa donde realiza dos milagros. En
Lida cura a un paralítico, a Eneas, y en Jafa resucita a
Tabita. “Esto se supo en toda Jafa y muchos creyeron en
el Señor”.
Ya sea en tiempo de
persecución, en tiempo de paz, con ambiente favorable o
adverso, todos los Pedros y Pablos, todos los
predicadores del evangelio, que somos todos los
cristianos, con milagros o con la sola palabra de Dios,
nunca nos debemos predicar a nosotros mismos, sino solo
a Jesucristo muerto y resucitado, nuestro único
Salvador, para que se adentre en el corazón de nuestros
oyentes y les pueda conquistar por su gran amor.
Señor,
¿a quién vamos a acudir?
Jesús, en su intento de
acercarse a nosotros y decirnos quién es, no asegura:
“Si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis
su sangre, no tendréis vida en vosotros. El que come mi
carne y bebe mi sangre tiene la vida eterna y yo lo
resucitaré en el último día”.
Jesús quiere demostrarnos
que nos ama y nos ama hasta el extremo. Y el amor pide
unión con la persona amada. Sabe también que la unión
con él, la amistad con él, es un torrente de vida para
nosotros. Por todo ello, porque es Dios y tiene poder
para ello y porque nos ama, es capaz de inventar la
eucaristía, y hacer del pan y vino eucarísticos su
cuerpo y su sangre para que nosotros lo podemos comer y
beber. Y se produzca la intensa unión vital con él.
A algunos de sus oyentes
les pareció que Jesús se pasaba de la raya. No podían
creer lo que les decía. Sus palabras eran muy duras e
imposibles y dejaron de seguirle. Pero Jesús no se
volvió agrás de su sublime oferta amorosa del pan y vino
eucarísticos. Y tuvo la valentía de preguntar a los que
se quedaron con él si también se querían marchar.
“¿También vosotros queréis marcharos?”. Y Pedro, en
nombre de los seguidores de Jesús de todos los tiempos,
le respondió: “Señor, ¿a quién vamos a acudir. Tú tienes
Palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que
tú eres el Santo consagrado por Dios”.
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