Esto es tan llamativo que se escucha a sacerdotes, obispos, teólogos y cardenales hablar en estos términos. Más llamativo es esto cuando podemos traer a colación un ejemplo concreto, en este caso es la entrevista que diera siendo, en su momento, Rector de la Universidad Católica de Córdoba y actualmente Provincial de la Compañía de Jesús de la provincia argentino-uruguaya de la dicha Congregación religiosa, el padre Rafael Velasco SJ:
«-¿Ha tocado fondo la Iglesia y de ahora en adelante tendrá que resurgir?
–Creo que puede descender todavía más en fieles y en vocaciones. No es que la Iglesia se esté quedando sin fieles, sino que los fieles se van quedando sin Iglesia. Fieles hay, pero se van a otros lados. Por ejemplo nosotros los jesuitas estamos en un proceso de unificación. Brasil era cinco provincias, ahora va a ser una sola, España era cuatro provincias y ahora será una sola. Hay menos jesuitas porque hay menos vocaciones, hoy somos unos 16 mil en el mundo y calculamos que vamos a bajar hasta 14 mil y ahí se va a estabilizar. Pero llegamos a ser 36 mil jesuitas a mitad de la década de los ’60 con el Concilio Vaticano Segundo.
-¿Éste es un problema de los jesuitas o de toda la Iglesia?
-En general de toda la Iglesia. En los grupos de derecha las vocaciones crecen más, pero luego tienen muchas.
-¿Por ejemplo?
-El Verbo Encarnado, los lefebvristas.
-Benedicto XVI rehabilitó a los lefebvristas…
-Intentó traerlos de nuevo. Lo que hizo fue levantarles la excomunión a los cuatro obispos ordenados por monseñor Lefebvre. Luego hubo negociaciones para ver si formaban una prelatura. La Iglesia cedió mucho pero ellos no cedieron.
-Acá en Córdoba están los hermanos Espina…
-Esos se llaman sedevacantistas, declaran que la sede del Papa está vacante desde Pio XII está vacante. Que desde el Concilio Vaticano II todos los papas son unos impostores. Estos sedevacantistas creo que incluso están a la derecha de los lefebvristas.
-En la Iglesia, siempre hay algo más a la derecha…
-Si (risas). Siempre hay algo más, uno se puede sorprender muchísimo.
Ven? Está hablando de la falta de vocaciones en su congregación y en la iglesia en general, excepto en las congregaciones que él denomina «grupos de derechas» para terminar su «aporte» con la frase «siempre hay algo más a la derecha De la Iglesia.
Por otro lado venía escuchando al padre Santiago Martin fundador de los Franciscanos de María que me hacía notar un poco estas diferenciaciones en unas de sus alocuciones que llama «Actualidad Comentada» y que se publican semanalmente en Youtube. Pero lo que más me impulsó a hacer esta reflexión ha sido la siguiente carta de un seminarista que se la envió a un sacerdote y entre ambos le ha dado permiso al Blog Infovaticana para publicarlo. En esa carta les decía:
El motivo de mi consulta es su sincero consejo frente a una decisión importante en mi vida vocacional: mi seminario interno (o “noviciado”). Estos cuatro años de formación me han dado luces, y creo que Dios me llama a entregar mi vida por la salvación de las almas como sacerdote misionero. El seminario interno es un paso importante, ya que el implica una entrega más generosa a Dios mediante los primeros votos (pobreza, castidad, obediencia y estabilidad en nuestro caso) y el vínculo espiritual y jurídico con la congregación.
Luego hace una explicación de como durante su formación de niño y adolescente con los integrantes de otra congregación, que le inculcaron un «el amor por la oración, la reverencia a la eucaristía, el servicio a los pobres, la santa modestia, etc. Estando en mi último año de bachillerato tuve una experiencia con los OMITIDO y me enamore por completo de la misión y de los más pobres. En mi se despertó poco a poco el deseo de consagrarme a la vida sacerdotal. Tuve un tiempo de discernimiento tanto con los Frailes Menores como los OMITIDO y la final decidí ingresar en el seminario con los OMITIDO.«
Sin embargo Padre, el pensamiento y la práctica de nuestras comunidades son diametralmente opuestas cada día más.
Inicialmente veía algunas actitudes o gestos, posturas y decisiones que no entendía…las dejaba pasar…no le prestaba atención. Lo veía como algo casual. Manifestaciones fortuitas. Pero el tiempo y la madurez me han empezado a alcanzar. A medida que avanzo en mi preparación como sacerdote, que estudio, que oro y me ejército en el apostolado; puedo ver y conocer con mayor claridad las situaciones y el estado en que se encuentra mi provincia, y distinguir lo que corresponde al auténtico evangelio y lo que es simple ideología.
Parece ser que la misión del sacerdote para la gran mayoría (por no decir todos) de mis hermanos, tanto sacerdotes como de algunos seminaristas es ser “un político de la fe”, un caudillo revolucionario sin más, y donde la fe y la virtud parecen ser una mera formalidad de cortesía con los fieles.
Durante estos años, a pesar de mis tropiezos y faltas, he intentado ser fiel a este modelo de vida sacerdotal, el modelo que no es sólo de la Congregación de OMITIDO sino también de la iglesia.
Soy OMITIDO y me considero e intento vivir como tal, pero me es casi imposible hacerlo dentro de una comunidad que se dice OMITIDA. En nuestro seminario se vive actualmente una especie de dictadura, un pensamiento totalitario que no sé si puede seguir soportando Padre.
Aquel seminarista que va a la capilla temprano a orar, que no bebe ni fuma, que no se va de fiesta los domingos, que cumple con sus asignaciones y tareas, que se esfuerza por crecer en la virtud, en vivir una vida simple y modesta…es inmediatamente etiquetado como “tradicional”, “Conservador” y es eliminado, porque no es un “auténtico misionero”.
Tuve un formador que inclusive me dijo que si “seguía orando tanto debía de irme del seminario, porque ese no era el estilo del misionero”, cuando lo único que hacía era llegar temprano a la capilla para tener mi espacio de meditación.
Nuestras comunidades parroquiales corren el riesgo de morir lentamente (espiritual y materialmente), por el acomodamiento de los padres, su falta de fe y caridad….y ante esto a nosotros se nos dice paradójicamente que es lo “natural” de la misión, y se nos impone además un modelo de misión, de iglesia y de ministerio en pro de la “liberación” de los pobres, el cual ha fracasado y es simplemente incompatible con nuestras propias reglas comunes y estatutos. A veces pienso que la misión de San OMITIDO se ha desvanecido.
Es que me pregunto Padre…¿En dónde quedó aquel celo por las almas? ¿La sencillez? ¿La mortificación?….¿La verdad?
Hay días que rezo solo el breviario en la capilla, porque nadie va a la oración.Para confesarme tengo que ir a una parroquia lejos del seminario, porque según unos padres “¿Qué pecados tan serios para confesar podría tener un seminarista?.. eso no es necesario, con la bendición es suficiente”
Si un padre dice una plegaria eucarística completa, sin cambiarle nada a su antojo, es por obra y gracia de Dios. Para la JMJ, tuve la osadía de ponerme mi sotana como cualquier seminarista…y ya se imaginara la reacción y los comentarios. Decir la palabra “transubstanciación”, “pecado” o “gracia”, raya en el insulto ante los ojos de mis formadores.
Mi director espiritual me anima a continuar con mi vida de fe, a resistir, pero a la vez considera que no son grandes estos problemas que le he expuesto.
Me duelen estas situaciones Padre. Como lo he manifestado, amo a la Congregación de OMITIDA. A veces me siento desanimado y pienso en retirarme, pero estoy consciente que sin la Cruz no hay resurrección.
Durante estos años he permanecido aquí, buscando la voluntad de Dios en mi vida, y se aproxima una etapa fundamental.
En mi mente surgen muchas preguntas Padre: ¿Vale la pena continuar en una comunidad que parece ya no creen en la iglesia, en su misión, y ni siquiera en Jesucristo?¿Cómo podría llevar un ministerio sano en estas circunstancias?¿Estoy siendo demasiado exigente a caso? ¿Debería de ir a mi seminario interno? ¿Hay todavía espacio dentro de esta comunidad para mi? ¿O en la iglesia para un seminarista que piense de esta forma?
Cuando uno lee esta carta ¿Acaso no se parece mucho a lo que se vive en cada comunidad parroquial? Cualquier, ya no digo sacerdote ni seminarista, cualquier laico que quiera llevar este tipo de vida ya es cuestionado y tratado como un retrógrado, un conservador, un antiguo. ¿O no? Vivir una vida cristiana a conciencia, con una búsqueda sincera de la santidad plantea estos mismos problemas a quien quiera llevarla a cabo ¿o es sólo mi impresión de laico extemporáneo?