INVENCIÓN DE SAN ESTEBAN – 3 DE AGOSTO

El DESCUBRIMIENTO DE LAS RELIQUIAS. — El 3, 10 y 17 de Diciembre de 415 un piadoso rabino judío contemporáneo de S. Esteban, se apareció al sacerdote Luciano que vivía entonces en Cafar- Gamala, cerca de Jerusalén. Le recomendó le­vantase sus huesos, juntamente con los dé su hijo Abibas de Nicodemus, y los del protomártir Esteban. Indicó el medio de reconocer las reli­quias de San Esteban: el mártir estaba enterrado al Oriente de los otros tres cuerpos. Una visión del monje Migethios precisó que los santos se encontraban en una tumba en ruinas sita, al Oeste de una colina que existe hoy todavía.

Las excavaciones emprendidas bajo sus in­dicaciones tuvieron un término feliz. Cuando fué separado el cuerpo del mártir, se extendió un olor suave y muchos enfermos que estaban pre­sentes sanaron milagrosamente. El Obispo de Jerusalén, Juan, que se había dirigido a este lugar con dos de sus colegas, procedió al reco­nocimiento de las reliquias y a su solemne tras­lación a la Iglesia de Santa Sión de Jerusalén. Permanecieron allí hasta el año 439 en que fue­ron colocadas en el Martiryum que la empera­triz Eudosia y el Obispo Juvenal habían hecho levantar en el lugar de la lapidación.

SAN ESTEBAN

Tal fué la Invención, o más bien, según la expresión de los contemporáneos, la Revelación del cuerpo de San Esteban. Este suceso, tan pronto como fué conocido causó una emoción extraordinaria en toda la cristiandad. Había vivo interés por conocer todos los detalles y so­bre todo por poseer algunas reliquias del Santo.

Reparto de las reliquias. — El sacerdote Lu­ciano extrajo una parte a ocultas que se guardó. Por mediación de un peregrino español, Pablo Orosio, algunos fragmentos de estas reliquias fueron a parar a la isla de Menorca donde cau­saron la conversión de un gran número de ju­díos. El Obispo de Uzalis, recibió también una parte de éstos restos sagrados, y desde entonces andan distribuidas por las iglesias de Africa reliquias de San Esteban: en Aguas Tibilitinas, Calama, Hipona. Los milagros obrados son nu­merosos y clamorosos. Así el Domingo de Pascua de 425, un joven epiléptico que estaba rezando ante la memoria de San Esteban en Hipona, se curó repentinamente de su mal y el martes de Pascua, su hermana, agobiada por los mismos dolores sanó también. San Agustín nos recuerda estos prodigios y toma de aquí motivo para mos­trar al pueblo que, lo mismo que en los tiempos apostólicos, el favor divino se hace visible en su tiempo, azotado por la invasión de los bárbaros. El Santo Obispo nos dice que había individuos que gustaban llevar consigo reliquias de San Es­teban y se había encontrado una lámina de plo­mo que atestiguaba que en el siglo VII se usaba aún en Africa.

Hacia el 438, Constantinopla, la capital del imperio, recibió importantes fragmentos del cuerpo del protomártir. Más tarde, hacia fines del siglo vi, en tiempo del Papa Pelagio II, estas reliquias fueron a parar a Roma, donde ya en el siglo v se habían multiplicado los santuarios en honor de San Esteban. El clero de Jerusalén se mostró muy generoso en la distribución de los restos del gran Santo, y gracias a esta difusión de las reliquias en el mundo cristiano, el culto de San Esteban se propagó rápidamente.

El culto de las reliquias. — En Constanti­nopla, la fiesta del 2 de Agosto (celebrada el 3 en Occidente) tenia primitivamente por objeto la traslación de las reliquias que acababan de llegar de Jerusalén. El más antiguo Sacramenta­rio romano, atribuido al Papa San León, ha con­servado numerosas fórmulas de misas para esta fiesta. La última hace alusión a la dedicación de una basílica. Hay que notar que ninguna se re­fiere precisamente al descubrimiento de las re­liquias de San Esteban. Celebran sencillamente en “el Santo levita, las primicias del Martirio”. En cuanto al misal romano actual, señala para la fiesta de este día la misma Misa que en el 26 de Diciembre.

iNVENCION DE SAN ESTEBAN

El objeto especial de la fiesta no deja de re­ferirse por eso al feliz descubrimiento de los restos del primero de los mártires. El relato de la Invención nos muestra claramente cómo de­bemos comprender este suceso. El mundo cris­tiano estaba entonces revuelto por las invasio­nes de los Bárbaros en el Imperio; un malestar indefinido se cernía sobre las almas, pues siempre se había creído que la civilización cristiana es­taría unida con la prosperidad de Roma. La caí­da del Imperio en 410 ¿no iba a traer consigo la de la Iglesia? El suceso de la revelación de San Esteban estaba destinado por la Providencia a dar confianza a las almas atormentadas por la duda. En efecto, en la primera visión, Gama- liel dijo al sacerdote Luciano: “Obremos, para que por medio de nosotros Dios abra al género humano la puerta de su misericordia.” El viernes siguiente, nuevas instancias: “¿No ves qué an­gustia y qué turbación existe en el mundo? Vete a decir al Obispo que nos abra y construya un lugar de oraciones, para que por nuestra inter­cesión Dios tenga piedad de su pueblo.”

Súplica. — Tu intercesión, oh Esteban, será siempre eficaz, si estamos animados de aquella tu robusta fe. Estuviste lleno de la fe y del Es­píritu Santo, lleno de gracia, de fortaleza y de Sabiduría, nos dice el Libro de los Hechos de los Apóstoles. Ojalá podamos comprender, en me­dio de los turbados tiempos por que atraviesa el mundo, que Dios no nos abandonará, como nun­ca ha abandonado a sus fieles. Su Providencia quiso manifestar su infinita misericordia a los cristianos, desorientados ante la invasión de los bárbaros, descubriendo tus sagradas reliquias. Esto reavivó sus ánimos. Ojalá pudiésemos com­prender mejor en este día, oh Esteban, a la luz de la fe, que Dios nos lleva a El por sus caminos. Ojalá que alumbrados por ese Espíritu Santo que a ti te llenó, estuviésemos en todo tiempo atentos a seguir el divino querer sobre nosotros. Ojalá a ejemplo tuyo, imitemos cada día más la vida de Jesús y perdonemos a nuestros ene­migos, para así merecer la dicha eterna de con­templar a ese mismo Señor, sentado a la diestra del Padre, que vive y reina por los siglos de los siglos.

IGLESIA DE LA INVENCION DE SAN ESTEBAN

Iglesia de la Invención de San Esteban

Extraido de «El año Litúrgico» Don Próspero Gueranger T.4 págs. 715-719

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Los saduceos tientan a Jesús Lc. 20:27-38

Siguiendo la idea ignaciana expuesta en los Ejercicios Espirituales 15:

más conveniente y mucho mejor es, buscando la divina voluntad, que el mismo Criador y Señor se communique a la su ánima devota, habrazándola en su amor y alabanza y disponiéndola por la vía que mejor podrá servirle adelante. [EE 15]

Y los consejos que da en los numerales del 114-117:

114 1° punto. El primer punto es ver las personas es a saber, … mirándolos, contemplándolos y sirviéndolos en sus necesidades, como si presente me hallase, con todo acatamiento y reverencia posible; y después reflexionar en mí mismo para sacar algún provecho.

115 2º punto. Mirar, advertir y contemplar lo que hablan; y reflexionando en mí mismo, sacar algún provecho.

116 3° punto. Mirar y considerar lo que hacen, así como es el caminar y trabajar para que el Señor sea nacido en suma pobreza, y a cabo de tantos trabajos, de hambre, de sed, de calor y de frío, de injurias y afrentas, para morir en cruz; y todo esto por mí; después reflexionar una vez más para sacar algún provecho espiritual.

117 Coloquio. Acabar con un coloquio…

Siguiendo estos consejos, contemplemos el Evangelio de hoy, ayudándonos de las Obras de María Valtorta que en su tomo 9 en el numeral 594 desde la pág. 330 y hasta la 332, nos describe el momento y el lugar en que ocurre esta escena que nos propone hoy meditar nuestra Santa Madre la Iglesia, nos dice:

A la mañana temprano vuelven hacia la ciudad y se dirigen al Templo, es el martes santo. Más tarde, nos sigue narrando Valtorta, Sale del Templo para ir quizás afuera de las puertas, para tomar los alimentos que los servidores de Lázaro, encargados de ello, le traen.

Vuelve de nuevo a entrar a primera tarde. Incansable. Gracia y sabiduría fluyen, de sus manos y labios, puestas sobre los enfermos o abiertos para consejos individuales dados a cada uno de los que se acercan a El, que son muchos: parece como si quisiera consolar a todos, curar a todos, antes de no poder hacerlo ya.

Se acerca el ocaso. Los apóstoles, cansados, están sentados en el suelo bajo el pórtico, aturdidos por ese continuo movimiento de gente que son los patios del Templo en la inminencia de la Pascua. En esto, se acercan unos ricos (ricos, sin duda, a juzgar por sus vestiduras pomposas).

Mateo, que está adormilado aunque sólo con un ojo, se pone en pie y, con algún meneo, llama a los otros. Dice: «Van hacia el Maestro unos saduceos316. No debemos dejarle solo, no sea que todavía le ofendan o traten de hacerle algún mal o de burlarse de El».

Se alzan todos y van donde el Maestro. Inmediatamente forman una barrera en torno a Él. Creo intuir que ha habido desórdenes al marcharse del Templo o al volver a la hora sexta.

Entonces tiene lugar, propiamente dicha, la escena narrada por el evangelista San Lucas:

Los saduceos, que tienen para Jesús reverencias incluso exageradas, le dicen:

«Maestro, has respondido tan sabiamente a los herodianos, que nos ha venido el deseo de recibir también nosotros un rayo de tu luz. Escucha: Moisés dijo: “Si uno muere sin hijos, su hermano se casará con la viuda y dará descendencia al hermano”. Ahora bien, había entre nosotros siete hermanos. El primero tomó a una virgen por esposa, pero murió sin dejar prole; por tanto, dejó su mujer a su hermano. También el segundo murió sin dejar prole, y lo mismo el tercero, que se casó con la viuda de los dos que le habían precedido. Así sucesivamente, hasta el séptimo. Al final, después de haberse casado con los siete hermanos, se murió la mujer. Dinos: en la resurrección de los cuerpos –si es verdad que los hombres resucitan y que nuestra alma sobrevive y vuelve a unirse al cuerpo el último día y a dar nueva forma a los vivientes–, ¿cuál de los siete hermanos tendrá a la mujer, dado que en la Tierra la tuvieron los siete?».

Respuesta de Jesús

«Estáis en un error. No sabéis comprender ni las Escrituras ni el poder de Dios. La otra vida será muy distinta de ésta, y en el Reino eterno no existirán las necesidades de la carne como en éste. Porque, en verdad, después del Juicio final, la carne resucitará y se reunirá con el alma inmortal y formará un todo nuevo –vivo como, y mejor, como lo están mi cuerpo y el vuestro ahora–, pero no sujeto ya a las leyes, y, sobre todo, a los estímulos y abusos ahora vigentes. En la resurrección, los hombres y las mujeres no tomarán ni mujer ni marido, aunque vivan en el amor perfecto, que es el divino y espiritual. Y por lo que respecta a la resurrección de los muertos, ¿no habéis leído cómo habló a Moisés Dios desde la zarza? ¿Qué dijo entonces el Altísimo?: «Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob». No dijo: «Yo fui», dando a entender que Abraham, Isaac y Jacob hubieran existido, pero que ya no existían. Dijo «Yo soy». Porque Abraham, Isaac y Jacob existen. Inmortales. Como todos los hombres en su parte inmortal, mientras duren los siglos; luego, también con la carne resucitada para la eternidad. Existen, como existe Moisés, los profetas, los justos, como, desventuradamente, existe Caín, y existen los del diluvio y los de Sodoma y todos los que murieron en culpa mortal. Dios no es el Dios de los muertos, sino de los vivos».

Fin del diálogo y conclusión

«¿Tú también vas a morir y luego estar entre los vivos?» le tientan. Están ya cansados de comportarse con mansedumbre. El aborrecimiento es tal, que no saben contenerse.

«Yo soy el Viviente y mi Carne no conocerá la corrupción. Se nos arrebató el arca, y la actual también se nos quitará, incluso como símbolo. Se nos arrebató el Tabernáculo, y será destruido. Pero el verdadero Templo de Dios no podrá ser ni arrebatado ni destruido. Cuando sus adversarios crean que lo han conseguido, entonces será la hora en que se establecerá en la verdadera Jerusalén en toda su gloria. Adiós».

Y, presuroso, va hacia el Patio de los Israelitas, porque las trombas de plata llaman al sacrificio del anochecer.

Como nos aconseja San Ignacio, recomiendo “Terminar con un coloquio con nuestro Señor o con quien nos sea inspirado hacerlo”.

A modo de “plática explicativa” de la escena: Comentario del Papa Francisco:

“Para poner a Jesús en dificultad y ridiculizar la fe en la resurrección de los muertos, los saduceos- que no creían en la resurrección de los muertos- parten de un caso imaginario: “Una mujer tuvo siete maridos, que murieron uno tras otro”, y preguntan a Jesús: “ ¿De cuál de ellos será esposa esa mujer después de su muerte?”. Jesús, siempre apacible y paciente, en primer lugar responde que la vida después de la muerte no tiene los mismos parámetros de la vida terrena. La vida eterna es otra vida, en otra dimensión donde, entre otras cosas, ya no existirá el matrimonio, que está vinculado a nuestra existencia en este mundo. Los resucitados serán como los ángeles, y vivirán en un estado diverso. Pero luego Jesús, por decirlo así, pasa al contraataque. Y lo hace citando la Sagrada Escritura, con una sencillez y una originalidad que nos dejan llenos de admiración por nuestro Maestro, el único Maestro. La prueba de la resurrección Jesús la encuentra en el episodio de Moisés y de la zarza ardiente, allí donde Dios se revela como el Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob. El nombre de Dios está relacionado con los nombres de los hombres y las mujeres con quienes Él se vincula, y este vínculo es más fuerte que la muerte. Y nosotros podemos decir también de la relación de Dios con nosotros, con cada uno de nosotros: ¡Él es nuestro Dios! Como si Él llevase nuestro nombre. A Él le gusta decirlo, y esta es la alianza. He aquí por qué Jesús afirma; <>. Y este es el vínculo decisivo, la alianza fundamental, la alianza con Jesús: Él mismo es la Alianza, Él mismo es la Vida y la Resurrección, porque con su amor crucificado venció la muerte. Jesús le da un giro a la perspectiva humana y afirma que nuestra peregrinación va de la muerte a la vida: la vida plena.”

Extraido de https://twitter.com/panpobres/status/1193501009777217540

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La genialidad de San Ignacio de Loyola

La genialidad de san Ignacio consiste en haber podido lograr comunicar una experiencia de encuentro personal con Dios que puede ser replicada de manera más o menos adecuada a cada persona, en su tiempo, en su propia época, en sus propias circunstancias y desde su propia experiencia vivencial. El objetivo, por supuesto es el encontrarse con el Señor, el llegar a hacer oración personal en la que me pueda comunicar/escuchar/relacionar directamente con el Señor y llegar a “conocer y amar, para seguir, la Voluntad del Señor sobre la disposición de su vida”.

Esta es una experiencia que se hace, que se vive, que se experimenta, que se actúa, un poco rozando la famosa dualidad contemplación/acción. Desde el punto de vista iganaciano la contemplación es una acción, es algo que se hace, según él mismo define a sus Ejercicios Espirituales como:

«todo modo de examinar la consciencia, de meditar, de contemplar, de orar vocal y mental, y de otras spirituales operaciones, según que adelante se dirá. Porque así como el pasear, caminar y correr son exercicios corporales; por la mesma manera, todo modo de preparar y disponer el ánima para quitar de sí todas las afecciones desordenadas y, después de quitadas, para buscar y hallar la voluntad divina en la disposición de su vida para la salud del ánima, se llaman exercicios spirituales.» [EE 1]

Ahora bien, dentro de lo que ya son los Ejercicios Espirituales en sí y que están pensados para ser realizados aproximadamente por espacio de un mes en un lugar apartado y desentendiéndonos de nuestras actividades cotidianas, nos encontramos con lo que se llaman métodos de oración que consisten básicamente en las siguientes: ya clásicas de lo que se ha dado en llamar, desde el contexto de los Padres del Desierto y de los anacoretas y monjes contemplativos como Lectio divina y consta de 4 tipos de oración más o menos, a saber: Lectio, meditatio, oratio, contemplatio, los clásicos nombres en latín que ha recibido. San Ignacio les da su toque, su nota personal a estas oraciones y las adecúa a la experiencia del ejercitante para que este pueda replicar la experiencia sintiéndose con más o menos libertad en su vivencia de ejercitación cuando dice expresamente:

«más conveniente y mucho mejor es, buscando la divina voluntad, que el mismo Criador y Señor se communique a la su ánima devota, abrazándola en su amor y alabanza y disponiéndola por la vía que mejor podrá servirle adelante.» [EE 15]

Desde esta perspectiva de las oraciones, meditaciones y contemplaciones se suele hablar en los Ejercicios Espirituales de “Observar a las personas” “Escuchar lo que dicen” “cómo lo dicen”, “sentir los olores”, lo que se suele llamar “aplicación de sentidos”, que, utilizando un lenguaje más actual consiste en tratar de vivir una experiencia lo más inmersiva posible en la escena que se está contemplando para, de alguna manera, contrastar esa escena con mi vida personal propia e ir viendo desde allí qué es lo que me pide el Señor a mí para llevar a cabo Su plan de salvación en mí, conmigo y a través de mí. Desde esta perspectiva he encontrado muy valiosa las Obras de María Valtorta “El Evangelio como me ha sido revelado” o “El Poema del Hombre-Dios” que sigue siendo la misma obra nada más que han cambiado de traductor para llevarla a cabo, donde se narran todas las escenas del Evangelio y cuya autora va describiendo con lujo de detalles las disposiciones de las personas, los ambientes, olores, colores, la descripción de los paisajes, los lugares donde van ocurriendo esos dichos y palabras consignadas en el Evangelio por los autores sagrados, que le dan un toque de mayor autenticidad, a mi parecer, y de mayor frescura de la que podemos sacar provecho para nuestra propia oración personal. Tomemos como ejemplo el Evangelio del día de hoy, el de Lc. 16:1-18 en el Evangelio son unos 18 versículos, pero veamos cómo describe la escena María Valtorta:

Descripción del ambiente y el lugar:

1 Espera al Maestro mucha gente, diseminada por las laderas más bajas de un monte que está más bien aislado, porque sobresale de una red de valles que lo circundan, a partir de los cuales sus laderas se alzan (mejor: afloran bruscamente, escarpadas, casi a pico, en ciertos casos totalmente a pico). Para llegar a la cima, un sendero labrado en la roca calcárea araña, serpenteando, las abruptas laderas del monte; en ciertos lugares tiene, como límite, por una parte la pared recta del monte, por otra el despeñadero escarpado. Y el sendero escabroso, amarillento obscuro, tendente casi al rojizo, parece una cinta arrojada en medio del verde polvoriento de bajos matorrales espinosos, punzantísimos; yo diría que las hojas son las púas mismas que cubren las rocosas y áridas pendientes, adornándose acá o allá con una flor espléndida morado–roja semejante a un penacho o a un copo de seda arrancado de las vestiduras de algún desventurado que ha pasado por este zarzal. Y este manto desapacible, hecho de puntas espinosas, de un verde glauco, triste como si estuviera empolvado con impalpable ceniza, se extiende en franjas hasta el pie del monte y por la llanura que hay entre él y otras elevaciones, tanto al noroeste como al sureste, para alternar con los primeros lugares de hierba verdadera y verdaderos arbustos que no significan ni tortura ni inutilidad.

La gente y la hora del día en que ocurre esto

La gente está acampada en estos lugares y espera pacientemente la llegada del Señor. Debe ser el día siguiente del discurso a los apóstoles, porque es por la mañana. Una mañana fresca. El rocío todavía no se ha evaporado de todos los pedúnculos, y, especialmente en los que están más a la sombra, todavía decora de sí espinas y hojas, y transforma en una borla adiamantada las originales flores de los arbustos espinosos. Es ciertamente la hora de la belleza para este triste monte; porque en las otras horas, bajo el sol despiadado o en las noches de luna, debe tener el horrible aspecto de un lugar de expiación infernal.

Lo que se puede observar desde este lugar

Al Este, una rica y vasta ciudad se ve en la ubérrima llanura. Y, desde esta ladera, baja todavía, donde están los peregrinos, no se ve nada más; pero, desde la cima, la vista debe gozar de un panorama sin par sobre las zonas cercanas. Yo creo que, por la altura del monte, deberá dominarse el Mar Muerto y las zonas orientales de éste, y hasta las cadenas de Samaria y las que ocultan Jerusalén. Pero yo no he estado en la cima, así que…

Qué hacen los apóstoles, el gentío

Los apóstoles circulan por entre la muchedumbre tratando de mantenerla serena y ordenada, y de poner en los puestos mejores a los enfermos. Algunos discípulos los ayudan en esta labor. Quizás son los que desarrollan su actividad en esa zona, y que habían guiado hasta cerca de los confines de Judea a los peregrinos deseosos de escuchar al Maestro.

Llega Jesús. Descripción de su vestimenta, disposición de ánimo. La belleza de Jesús.

2 Al improviso, aparece Jesús, vestido de lino blanco, pero envuelto en su manto rojo, para conciliar el calor de las horas solares con el fresco de las noches aún no veraniegas. Mira –a El no le han visto todavía– a la gente que le espera, y sonríe. Parece que viene de detrás (Oeste) del monte, de una altura media. Desciende rápido por el difícil sendero.

Es un niño el que ve a Jesús (no sé si por seguir el vuelo de unos pájaros que están anidados entre los matorrales y han alzado el vuelo, asustados, por una piedra que desde arriba ha caído rodando, o quizás por atracción de la mirada), y grita mientras se pone en pie de un salto: «¡El Señor!».

Todos se vuelven y ven a Jesús, que está ya como mucho a doscientos metros. Su intención sería ir a su encuentro, pero El, con el gesto de los brazos y la voz que llega nítida, quizás por la resonancia del monte, dice: «Quedaos donde estáis». Y, sonriendo todavía, baja hasta los que esperan. Se detiene en el punto más alto del rellano. Desde allí saluda: «La paz a todos vosotros» y con una sonrisa especial repite el saludo a los apóstoles y discípulos que se han acercado y dispuesto en torno a El.

Descripción de Jesús

Jesús está radiante de belleza. Con el sol en la frente y la pared verdosa del monte a sus espaldas, parece una visión de sueño. Las horas pasadas en soledad, algún hecho que no conocemos, quizás una sobreabundancia en El de las caricias paternas, no sé realmente qué cosa, acentúan su siempre perfecta belleza, la hacen gloriosa y majestuosa, pacífica, serena, yo diría: gozosa, como de uno que regresa de un encuentro de amor y trae consigo la alegría del momento en todo su aspecto, en la sonrisa, en las miradas. Aquí el testimonio de este encuentro de amor, que es divino, se trasluce multiplicado cientos de veces respecto a lo que habitualmente es visible después de un encuentro de pobre amor humano: Cristo está radiante. Y subyuga a los presentes, que, admirados, le contemplan en silencio, como acobardados por la intuición de un misterio de conjunción del Altísimo con su Verbo… Es un secreto, una secreta hora de amor entre el Padre y el Hijo. Ninguno la conocerá jamás. Pero el Hijo conserva la señal, casi como si, después de haber sido el Verbo del Padre cual es en el Cielo, a duras penas pudiera volver a ser el Hijo del hombre. La infinidad, la sublimidad encuentra dificultad para ser otra vez «el Hombre». La Divinidad rebosa, estalla, irradia a través de la humanidad como óleo suave a través de un vaso de arcilla poroso, o como luz de horno a través de un velo de cristales opacos.

Y Jesús baja sus ojos radiantes, agacha la cara beata, esconde su prodigiosa sonrisa, encorvándose hacia los enfermos, acariciándolos y curándolos; los cuales, a su vez, miran, asombrados, ese rostro de sol y amor inclinado hacia su miseria para dar alegría. Pero al final se tiene que erguir de nuevo y debe mostrar a las turbas lo que es el rostro del Pacífico, del Santo, del Dios hecho Carne, todo envuelto todavía en la luminosidad dejada por el éxtasis.

Saludo de Jesús: descripción de su voz

Repite:

«La paz a vosotros». Hasta la voz es más musical que de costumbre, penetrada de notas suaves y triunfales… Poderosa, se expande sobre los mudos oyentes, busca los corazones, los acaricia, los hace reaccionar, los llama a amar.

Los enemigos también están: son descritos

Todos están impresionados, menos el grupo de fariseos, más secos y ásperos, más espinosos y desabridos que el propio monte, que están como estatuas de incomprensión y odio en un ángulo; y menos otro grupo que, todo blanco y apartado, escucha desde un ribazo, un grupo al que oigo que Bartolomé y el Iscariote señalan como «esenios» (y Pedro dice con tono arisco: «¡Y así hay una camada más de gavilanes!»).

«¡Déjalos! ¡El Verbo es para todos!» dice Jesús sonriendo a su Pedro, aludiendo a los esenios.

Discurso e intercambio con el gentío

3 Luego empieza a hablar.

«Hermoso sería que el hombre fuera perfecto como desea el Padre de los Cielos.

Perfecto en todos sus pensamientos, afectos, actos. Pero el hombre no sabe ser perfecto y usa mal los dones de Dios, que ha dado al hombre libertad de obrar, aunque mandando las cosas buenas y aconsejando las perfectas, para que el hombre no pudiera decir: «No sabía».

¿Cómo usa el hombre la libertad que Dios le ha dado? Pues, la mayor parte de la humanidad como podría usarla un niño, o un estúpido; o como un malhechor, las otras partes. Pero luego viene la muerte. Entonces el hombre estará sujeto al Juez, que preguntará severo: «¿Qué uso y qué abuso hiciste de lo que te dí?». ¡Tremenda pregunta! ¡Ah, entonces los bienes de la tierra, aquellos por los que tan a menudo el hombre se hace pecador, con qué claridad apareceran menores que briznas de paja! Pobre –una pobreza eterna–, despojado de un vestido irreemplazable, estará abatido y tembloroso ante la majestad del Señor, y no hallará palabra con que justificarse. Porque en la Tierra es fácil justificarse, engañando al pobre ser humano. Pero en el Cielo esto no puede suceder. A Dios no se le engaña. Jamás. Y Dios no acepta contubernios. Jamás.

¿Cómo salvarse entonces? ¿Cómo hacer que sirva todo para la salvación, incluso lo que proviene de la Corrupción, que ha mostrado los metales y las gemas como instrumentos de riqueza, que ha encendido ansias de poder y apetitos carnales? ¿No podrá entonces el hombre –que, por muy pobre que sea, siempre puede pecar deseando inmoderadamente el oro, los cargos, la mujer, haciéndose a veces ladrón de estas cosas para poseer lo que el rico tenía–, no podrá entonces el hombre, sea pobre o sea rico, salvarse nunca? Sí puede. ¿Cómo?

Aprovechando la abundancia para el Bien, aprovechando la miseria para el Bien. El pobre que no envidia, que no impreca ni atenta contra lo que a otros pertenece, sino que se conforma con lo que tiene, ése, aprovecha su humilde condición para obtener de ella santidad futura. En verdad, la mayoría de los pobres lo sabe hacer. Menos lo saben hacer los ricos, para los cuales la riqueza es una contínua trampa de Satanás, de la ternaria concupiscencia.

La parábola del administrados infiel (Lc. 16:1-13)

4 Mas oíd una parábola, y veréis que también los ricos pueden salvarse a pesar de ser ricos, o reparar sus pasados errores con un buen uso de las riquezas, aunque hayan sido adquiridas mal. Porque Dios, el Bonísimo, deja siempre muchos medios a sus hijos para que se salven.

Había, pues, un rico que tenía un administrador. Algunos, enemigos de éste porque envidiaban el buen puesto que tenía, o muy amigos del rico y, por tanto, celosos de su bienestar, acusaron al administrador ante su jefe. «Disipa tus bienes. Se queda con una parte. No se preocupa de que produzcan. ¡Ten cuidado! ¡Defiéndete!».

El rico, oídas estas repetidas acusaciones, ordenó al administrador que compareciera ante él. Y le dijo: «Me han dicho de ti esto y aquello. ¿Cómo es que has actuado así? Ríndeme cuentas de tu administración porque ya no te permito que sigas llevándola. No puedo fiarme de ti ni puedo dar un ejemplo de injusticia y de excesiva condescendencia que induciría a los consiervos a actuar como tú has obrado. Ve y regresa mañana con todas las escrituras, para que las examine y vea cuál es la situación de mis bienes, antes de confiarlos a un nuevo administrador».

Y despidió al administrador, que se marchó pensativo diciendo para sí: «¿Y ahora? ¿Cómo me las voy a arreglar ahora que el amo me quita la administración? No tengo ahorros porque, convencido como estaba de que no me iban a pillar, dilapidaba en mis placeres todo lo que distraía. Entrar como labrador, y además subordinado, no me hace ninguna gracia, porque ya no tengo costumbre de trabajar y siento el peso de las juergas. Pedir limosna me hace menos gracia todavía. ¡Demasiada humillación! ¿Qué voy a hacer?».

Pensando y pensando, encontró la manera de salir de la penosa situación. Dijo:

«¡Ya sé! Con el mismo medio con que me he asegurado una buena vida hasta ahora, en el futuro me voy a asegurar amigos que me reciban, por agradecimiento, cuando ya no tenga la administración. Quien hace favores tiene siempre amigos. Vamos, pues, a hacer favores para recibirlos; inmediatamente además, antes de que la noticia se difunda y sea demasiado tarde».

Y fue a casa de los distintos deudores de su amo. Dijo al primero: «¿Cuánto debes a mi jefe, por la suma que te prestó en la primavera de hace tres años?».

El interlocutor respondió: «Cien barriles de aceite por la suma y los intereses».

«¡Vaya, hombre, pobrecillo! ¡Tú que estás tan cargado de prole, afligido por enfermedades de tus hijos, tener que dar tanto!… ¿Pero no te dió por un valor de treinta barriles?».

«Sí. Pero tenía urgente necesidad, y me dijo: «Yo te lo doy. Pero con la condición de que me devuelvas todo lo que esta suma te produzca en tres años». Ha producido por un valor de cien barriles. Tengo que entregarlos».

«¡Pero hombre, es usura! No, no. El es rico, y a tí poco te falta para pasar hambre. El tiene poca familia; tú, mucha. Escribe que te ha producido por valor de cincuenta barriles y despreocúpate ya de ello. Yo juraré que es verdad, y tú tendrás bienestar».

«¿No me traicionarás, no? ¿Si viene a saberlo?».

«¡Pero hombre!… Yo soy el administrador, y lo que juro es sagrado. Haz lo que te digo y vive feliz».

El hombre escribió, entregó y dijo: «¡Bendito seas, amigo y salvador mío! ¿Cómo pagarte esto?».

«¡Con nada! Esto significa que si por tí sufriera algún daño y me echaran, me recibirías por agradecimiento».

«¡Hombre claro! ¡Claro! Puedes contar con ello».

El administrador fue a casa de otro deudor, y mantuvo más o menos la misma conversación. Este tenía que devolver cien fanegas de trigo porque durante tres años la sequía había destruído sus cereales y había tenido que pedir al rico para dar de comer a la familia.

«¡No hombre, no te preocupes de doblar lo que te dió! ¡Negar el trigo! ¡Exigir el doble a uno que tiene hambre e hijos, mientras que su trigo se agorgoja en los graneros por sobreabundancia! Escribe ochenta fanegas».

«Pero si se acuerda de que me dio veinte, y veinte y luego diez?».

«¡Cómo se va a acordar? Te las dí yo, y yo no quiero acordarme. Hazlo así. Haz como te digo y arregla tu situación. ¡Hace falta justicia entre pobres y ricos! Por mi parte, si fuera yo el patrón, hubiera pedido sólo las cincuenta, y quizás las perdonase incluso».

«Tú eres bueno. ¡Si fueran todos como tú! Recuerda que ésta es una casa amiga para tí».

El administrador fue a ver a otros, usando el mismo método, manifestándose dispuesto a sufrir para subsanar las cosas con justicia. Y le llovieron bendiciones y ofertas de ayuda.

5 Despreocupado ya respecto al futuro, fue tranquilo a ver a su jefe, el cual, por su parte, había estado siguiendo los pasos del administrador y había descubierto su juego. Y, no obstante, le alabó diciendo: «Tu acción no es buena. No te alabo por ella. Pero debo alabarte por tu sagacidad. En verdad, en verdad los hijos del siglo son más astutos que los hijos de la luz».

Y Yo os digo también lo que dijo el rico: «El fraude no es una cosa bonita y nunca alabaré por él a ninguno. Pero os exhorto a ser, al menos en cuanto hijos del siglo, astutos con los medios del siglo, para darles un uso como monedas para entrar en el Reino de la Luz». O sea, con las riquezas terrenas, medios injustos en la repartición y usados para alcanzar un bienestar transitorio que no tiene valor en el Reino eterno, haceos amigos que os abran las puertas de él.

Haced el bien con los medios de que disponéis, restituid lo que vosotros, u otros de vuestra familia, hayáis tomado sin derecho, separaos del apego enfermo y culpable hacia las riquezas. Y todas estas cosas serán como amigos que, en la hora de la muerte, os abrirán las puertas eternas y os recibirán en las moradas beatas.

¿Cómo podéis exigir que Dios os dé sus bienes paradisíacos, si veis que no sabéis hacer buen uso ni siquiera de los bienes terrenos? ¿Pretendéis que, suponiendo un imposible, admita en la Jerusalén celeste elementos disipadores?

No, nunca. Allá arriba se vivirá con caridad y con generosidad y justicia. Todos para Uno y Uno para todos. La comunión de los santos es sociedad activa y honesta, es sociedad santa. Y ninguno que haya mostrado ser injusto e infiel puede entrar en ella.

No digáis: «Pero allá arriba seremos fieles y justos, porque tendremos todo sin sujección a temor alguno». No. El que es infiel en lo poco sería infiel aunque poseyera el Todo64, y quien es injusto en lo poco es injusto en lo mucho. Dios no confía las verdaderas riquezas al que en la prueba terrena muestra que no sabe hacer uso de las riquezas terrenas. ¿Cómo podrá Dios confiaros un día en el Cielo la misión de ser espíritus auxiliadores de vuestros hermanos de la Tierra, cuando habéis mostrado que arrebatar y robar, o conservar con avidez, es vuestra prerrogativa? Por eso os negará vuestro tesoro, el que había conservado para vosotros; y se lo dará a aquellos que supieron ser astutos en la Tierra usando incluso lo injusto y malsano en obras que lo hacían justo y sano.

Ningún siervo puede servir a dos señores. Porque será de uno de los dos u odiará a uno de los dos. Los dos señores que el hombre puede elegir son Dios o la Ganancia. Pero, si quiere ser del primero no puede ponerse los distintivos, seguir las voces, usar los medios del segundo».

Intercambio con un esenio

6 Una voz se alza del grupo de los esenios: «El hombre no es libre para elegir. Está obligado a seguir un destino. Y no se diga que éste está distribuído sin sabiduría. Es lo contrario: la Mente perfecta ha establecido, como propio designio perfecto, el número de los que serán dignos de los Cielos. Los otros inútilmente se esfuerzan en serlo. Así es. No puede ser de otra forma. De la misma manera que uno, saliendo de casa, puede encontrar la muerte a causa de una piedra desprendida de la cornisa, y otro, en el corazón de una batalla, se puede salvar hasta de la más pequeña herida, igualmente el que quiere salvarse, pero no está escrito que se haya de salvar, lo único que hará será pecar incluso sin saberlo, porque su condenación está ya designada».

«No, hombre. No es así. Y cambia de idea. Pensando así haces una grave injuria al Señor».

«¿Por qué? Demuéstramelo y me enmendaré».

«Porque tú, diciendo esto, admites mentalmente que Dios es injusto hacia sus criaturas. El las ha creado de igual modo y con un mismo amor. El es un Padre. Perfecto en su paternidad, como en todas las cosas. ¿Cómo puede entonces hacer distinciones y maldecir a un hombre cuando es concebido y es un inocente embrión?, ¿maldecirle desde cuando es incapaz de pecar?».

«Para resarcirse de la ofensa recibida del hombre».

«No. ¡Dios no se resarce así! No se conformaría con un mísero sacrificio como éste, de un injusto y forzado sacrificio. La culpa contra Dios sólo la puede quitar el Dios hecho Hombre. El será el Expiador. No éste o aquel hombre. ¡Ojalá hubiera sido posible que Yo tuviera que quitar sólo la culpa original! ¡Que la Tierra no hubiera tenido ningún Caín, ningún Lámek65, ningún pervertido66 sodomita, ningún homicida, ladrón, fornicador, adúltero, blasfemo, ninguno sin amor a sus padres, ningún perjuro, y así sucesivamente! Más, de cada uno de estos pecados el pecador, y no Dios, es culpable y autor. Dios ha dejado libertad a sus hijos de elegir el Bien o el Mal».

Interviene un escriba

«No hizo bien» grita un escriba. «Nos ha tentado sobremodo. Sabiendo que éramos débiles, ignorantes, gente corrompida, nos puso en la tentación. Ello es o imprudencia o maldad. Tú que eres justo deberás convenir en que digo una verdad».

«Dices una mentira para tentarme. Dios había dado a Adán y Eva todos los consejos. ¿Y de qué sirvió?».

«Hizo mal también entonces. No debía haber puesto el árbol, la tentación, en el Jardín».

«¿Y entonces dónde está el mérito del hombre?».

«Hubiera prescindido del mérito. Hubiera vivido sin mérito propio, sólo por mérito de Dios».

Prosigue el esenio

«Te quieren tentar, Maestro. Deja a esas serpientes. Escúchanos a nosotros, que vivimos en continencia y meditación» grita de nuevo el esenio.

Sí vivís así. Pero malamente. ¿Por qué no vivir así santamente?».

7 El esenio no responde a esta pregunta, sino que pregunta: «De la misma forma que me has dado una razón convincente sobre el libre albedrío, y la voy a meditar sin animosidad, esperando poder aceptarla, dime ahora: ¿Crees realmente en una

resurrección de la carne y en una vida de los espíritus completados por ella?».

«¿Tú crees que Dios va poner fin así, sin más, a la vida del hombre?».

«Pero el alma… Dado que el premio la hace dichosa, ¿para qué sirve hacer resucitar

la materia? ¿Va a aumentar eso el gozo de los santos?».

«Nada aumentará el gozo que un santo tendrá cuando posea a Dios. O sea, sólo una

cosa lo aumentará en el último Día: el saber que el pecado ya no existe. ¿Y no te parece justo que, de la misma forma que durante este día carne y alma estuvieron unidas en la lucha por poseer el Cielo, en el Día eterno carne y alma estén unidas para gozar del premio? ¿No estás convencido de esto? ¿Y entonces por qué vives en continencia y meditación?».

«Para… para ser más plenamente hombre, señor por encima de los otros animales, que obedecen a los instintos sin freno; y para ser superior a la mayor parte de los hombres, que están embadurnados de animalidad, a pesar de ostentar filacterias y fimbrias, y fórmulas, y amplias vestiduras, y se llaman «los apartados»».

Saltan los Fariseos

¡Anatema! Los fariseos, recibido de lleno el flechazo, que hace murmurar aprobadora a la multitud, se retuercen y gritan como endemoniados. «¡Nos está insultando, Maestro! Tú conoces nuestra santidad. Defiéndenos» gritan gesticulando.

Responde Jesús a los fariseos y prosigue con el esenio

Jesús responde: «También él conoce vuestra hipocresía. Las vestiduras no corresponden a la santidad. Mereced las alabanzas y entonces podré hablar. Pero a tí, esenio, te respondo que te sacrificas por demasiado poco. ¿Por qué? ¿Por quién? ¿Por cuánto? Por una alabanza humana. Por un cuerpo mortal. Por un tiempo rápido como vuelo de halcón. Eleva tu sacrificio. Cree en el Dios verdadero, en la bienaventurada resurrección, en la voluntad libre del hombre. Vive como asceta. Pero por estas razones sobrenaturales. Y con la carne resucitada gozarás de la eterna alegría».

«¡Es tarde! ¡Soy viejo! Quizás he malgastado mi vida estando en una secta de error… ¡Ya nada!…».

«No. ¡Nunca es demasiado tarde para quien quiere el bien! 8 Oíd, vosotros pecadores, vosotros que estáis en errores, vosotros, cualquiera que sea vuestro pasado. Arrepentíos. Venid a la Misericordia. Os abre los brazos. Os indica el camino. Yo soy fuente pura, fuente vital. Alejad de vosotros las cosas que os han descarriado hasta este momento. Venid desnudos al lavacro. Revestíos de luz. Renaced. ¿Habéis robado como salteadores de caminos, o elegante y astutamente en las transacciones y administraciones? Venid. ¿Habéis tenido vicios o pasiones impuras? Venid. ¿Habéis sido opresores? Venid. Venid. Arrepentíos. Venid al amor y a la paz. Dejad que el amor de Dios pueda derramarse sobre vosotros. Consolad este amor acongojado por vuestra resistencia, por vuestro miedo, por vuestra vacilación. Os lo ruego en nombre del Padre mío y vuestro. Venid a la Vida y a la Verdad, y tendréis la vida eterna».

Interviene un hombre de entre la muchedumbre

Un hombre de la muchedumbre grita: «Yo soy rico y pecador. ¿Qué debo hacer para ir?».

«Renuncia a todo por amor a Dios y por amor a tu alma».

Burlas de los fariseos

Los fariseos murmuran y satirizan a Jesús como «vendedor de cosas ilusorias y de herejías», como «pecador que pasa por santo», y le advierten que los herejes son siempre herejes, y que eso son los esenios. Dicen que las conversiones repentinas no son sino exaltaciones momentáneas y que el impuro seguirá siéndolo siempre, el ladrón ladrón, el homicida homicida, para terminar diciendo que sólo ellos, que viven en santidad perfecta, tienen el derecho al Cielo y a la predicación.

Contra los fariseos, amigos de las riquezas. Lc. 16:14-15

9 «Era un día feliz. Una siembra de santidad caía en los corazones. Mi amor, nutrido por el beso de Dios, daba a las semillas vida. El Hijo del hombre se sentía feliz de santificar… Vosotros me amargáis el día. Pero no importa. Yo os digo –y si no soy dulce la culpa es vuestra–, Yo os digo que sois de esos que se muestran justos, o tratan de hacerlo, a los ojos de los hombres, pero que no lo son. Dios conoce vuestros corazones. Lo que es grande a los ojos de los hombres es abominable ante la inmensidad y perfección de Dios. Vosotros citáis la Ley antigua. ¿Por qué, entonces, no la vivís? Modificáis para ventaja vuestra la Ley, cargándola con pesos que os producen una ventaja. ¿Por qué, entonces, no dejáis que Yo la modifique en favor de estos pequeños, quitándole todas las fórmulas y sutilezas cargosas, inútiles, de los preceptos que habéis establecido vosotros, tales y tantos que la Ley esencial desaparece bajo ellos y muere ahogada? Yo siento compasión de estas turbas, de estas almas que buscan respiro en la Religión y encuentran un nudo corredizo; que buscan el amor y encuentran el terror…

Al Asalto del Reino Lc. 16:16

No. ¡Venid, pequeños de Israel! ¡La Ley es amor! ¡Dios es amor! Esto digo a los que vosotros atemorizáis. La Ley severa y los profetas amenazadores que me han anunciado sin lograr mantener distanciado el pecado, a pesar de los gritos de su profetismo angustioso, llegan hasta Juan. De Juan en adelante viene el Reino de Dios, el Reino del amor. Y digo a los humildes: «Entrad en él. Es para vosotros». Y todos los que tienen buena voluntad se esfuerzan en entrar. Pero, para los que no quieren agachar la cabeza, golpearse el pecho, decir: «He pecado», no habrá Reino. Está escrito: «Circuncidad vuestro corazón y no endurezcáis más vuestra cerviz».

Esta tierra vio el prodigio de Eliseo, que hizo dulces las aguas amargas echando en ellas la sal. ¿Y Yo no echo la sal de la Sabiduría en vuestros corazones? ¿Y entonces por qué sois inferiores al agua y no cambiáis vuestro espíritu? Añadid a vuestras fórmulas mi sal y tendrán un nuevo sabor, porque volverán a dar a la Ley la primitiva fuerza. En vosotros, los más necesitados, antes que en ningún otro. ¿Decís que cambio la Ley? No. No mintáis. Devuelvo a la Ley su primitiva forma, que vosotros habéis alterado. Porque es una Ley que durará cuanto dure la Tierra, y antes desaparecerán el cielo y la tierra que uno solo de sus elementos constitutivos o de sus consejos. Y si la cambiáis, por satisfacer vuestro gusto, y entráis en sutilezas buscando escapatorias a vuestras culpas, sabed que ello no es beneficioso. ¡No es beneficioso, Samuel! ¡No es beneficioso, Isaías!

Indisolubilidad del matrimonio. Lc. 16:18

Permanentemente está escrito: «No cometas adulterio», y Yo completo: «Quien despide a su esposa para tomar otra es adúltero, y quien se casa con una mujer repudiada por su marido es adúltero, porque sólo la muerte puede dividir lo que Dios ha unido».

Pero las palabras duras son para los pecadores impenitentes. Los que han pecado pero se afligen desconsoladamente por haberlo hecho, sepan, crean que Dios es Bondad, y se acerquen a Aquel que absuelve, perdona y admite a la Vida.

Despedida de la gente, consignas

Salid de aquí con esta certeza. Esparcidla en los corazones. Predicad la misericordia que os da la paz bendiciéndoos en el nombre del Señor».

10 La gente empieza a marcharse del lugar, lentamente (bien porque el sendero es estrecho, bien porque Jesús los atrae), pero dejan el lugar…

Se quedan con Jesús los apóstoles. A su vez se ponen en marcha, y van hablando. Buscan sombra caminando al lado de un pequeño bosquecillo de tamarices de desordenadas frondas. Pero dentro hay un esenio. El que ha hablado con Jesús. Se está quitando sus vestiduras blancas.

Conversión del esenio

Pedro, que va delante de todos, lleno de estupor al ver que el hombre se queda sólo con el calzón corto, se echa a correr hacia el grupo diciendo.

«¡Maestro! ¡Un loco! El que hablaba contigo, el esenio. Se ha desnudado y llora y suspira. No podemos ir allí».

Pero el hombre, delgado, con poblada barba, su cuerpo completamente desnudo a excepción del calzón corto y las sandalias, ya sale de la espesura del bosquete y viene hacia Jesús llorando y golpeándose el pecho. Se arrodilla: «Yo soy el curado milagrosamente en el corazón. Me has curado el espíritu. Obedezco tu palabra. Tomo nuevo vestido, de luz, dejando todo pensamiento que fuera para mí vestido de error. Me separo para meditar sobre el Dios verdadero, para obtener vida y resurrección. ¿Es suficiente? Dame el nuevo nombre y un lugar donde vivir de tí y de tus palabras».

«¡Está loco! ¡No sabemos hacerlo nosotros que oímos tantas! Y él… por un solo discurso…» comentan entre sí los apóstoles.

Pero el hombre, que lo oye, dice: «¿Queréis poner límites a Dios? El me ha quebrantado el corazón para darme un espíritu libre. ¡Señor!…» suplica con los brazos extendidos hacia Jesús.

«Sí. Llámate Elías Y sé fuego. Aquel monte está lleno de cavernas. Ve a él, y, cuando sientas temblar la tierra por un tremendo terremoto, sal y busca a los siervos del Señor para unirte a ellos. Habrás nacido de nuevo, para ser siervo tú también. Ve».

El hombre le besa los pies, se alza y se pone en camino. «¿Pero va así desnudo?» preguntan asombrados.

«Dadle un manto, un cuchillo, yesca y eslabón, y un pan. Caminará hoy y mañana, y luego se retirará en oración al lugar donde estuvimos nosotros. El Padre se ocupará de su hijo».

Andrés y Juan se echan a correr y le dan alcance cuando ya está para desaparecer tras un recodo.

Vuelven diciendo: «Lo ha cogido. Le hemos indicado también el lugar donde estábamos. ¡Qué conquista tan inesperada, Señor!».

«Dios hace germinar flores hasta en las rocas. También en los desiertos de los corazones hace surgir espíritus de voluntad para consuelo mío. Ahora vamos hacia Jericó. Nos alojaremos en alguna casa del campo».1

  1. El Poema del Hombre-Dios Volumen 6: La parábola del administrador infiel y sagaz. Hipocresía de los fariseos y conversión de un esenio. 10 de febrero de 1946. Págs. 133-144
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Extraño lenguaje en la Iglesia a la Iglesia

 

Esto es tan llamativo que se escucha a sacerdotes, obispos, teólogos y cardenales hablar en estos términos. Más llamativo es esto cuando podemos traer a colación un ejemplo concreto, en este caso es la entrevista que diera siendo, en su momento, Rector de la Universidad Católica de Córdoba y actualmente Provincial de la Compañía de Jesús de la provincia argentino-uruguaya de la dicha Congregación religiosa, el padre Rafael Velasco SJ:

«-¿Ha tocado fondo la Iglesia y de ahora en adelante tendrá que resurgir?

Creo que puede descender todavía más en fieles y en vocaciones. No es que la Iglesia se esté quedando sin fieles, sino que los fieles se van quedando sin Iglesia. Fieles hay, pero se van a otros lados. Por ejemplo nosotros los jesuitas estamos en un proceso de unificación. Brasil era cinco provincias, ahora va a ser una sola, España era cuatro provincias y ahora será una sola. Hay menos jesuitas porque hay menos vocaciones, hoy somos unos 16 mil en el mundo y calculamos que vamos a bajar hasta 14 mil y ahí se va a estabilizar. Pero llegamos a ser 36 mil jesuitas a mitad de la década de los ’60 con el Concilio Vaticano Segundo.

-¿Éste es un problema de los jesuitas o de toda la Iglesia?

-En general de toda la Iglesia. En los grupos de derecha las vocaciones crecen más, pero luego tienen muchas.

-¿Por ejemplo?

-El Verbo Encarnado, los lefebvristas.

-Benedicto XVI rehabilitó a los lefebvristas…

-Intentó traerlos de nuevo. Lo que hizo fue levantarles la excomunión a los cuatro obispos ordenados por monseñor Lefebvre. Luego hubo negociaciones para ver si formaban una prelatura. La Iglesia cedió mucho pero ellos no cedieron.

-Acá en Córdoba están los hermanos Espina…

-Esos se llaman sedevacantistas, declaran que la sede del Papa está vacante desde Pio XII está vacante. Que desde el Concilio Vaticano II todos los papas son unos impostores. Estos sedevacantistas creo que incluso están a la derecha de los lefebvristas.

-En la Iglesia, siempre hay algo más a la derecha…

-Si (risas). Siempre hay algo más, uno se puede sorprender muchísimo.

Ven? Está hablando de la falta de vocaciones en su congregación y en la iglesia en general, excepto en las congregaciones que él denomina «grupos de derechas» para terminar su «aporte» con la frase «siempre hay algo más a la derecha De la Iglesia.

Por otro lado venía escuchando al padre Santiago Martin fundador de los Franciscanos de María que me hacía notar un poco estas diferenciaciones en unas de sus alocuciones que llama «Actualidad Comentada» y que se publican semanalmente en Youtube. Pero lo que más me impulsó a hacer esta reflexión ha sido la siguiente carta de un seminarista que se la envió a un sacerdote y entre ambos le ha dado permiso al Blog Infovaticana para publicarlo. En esa carta les decía:

El motivo de mi consulta es su sincero consejo frente a una decisión importante en mi vida vocacional: mi seminario interno (o “noviciado”). Estos cuatro años de formación me han dado luces, y creo que Dios me llama a entregar mi vida por la salvación de las almas como sacerdote misionero. El seminario interno es un paso importante, ya que el implica una entrega más generosa a Dios mediante los primeros votos (pobreza, castidad, obediencia y estabilidad en nuestro caso) y el vínculo espiritual y jurídico con la congregación.

Luego hace una explicación de como durante su formación de niño y adolescente con los integrantes de otra congregación, que le inculcaron un «el amor por la oración, la reverencia a la eucaristía, el servicio a los pobres, la santa modestia, etc. Estando en mi último año de bachillerato tuve una experiencia con los OMITIDO y me enamore por completo de la misión y de los más pobres. En mi se despertó poco a poco el deseo de consagrarme a la vida sacerdotal. Tuve un tiempo de discernimiento tanto con los Frailes Menores como los OMITIDO y la final decidí ingresar en el seminario con los OMITIDO.«

Sin embargo Padre, el pensamiento y la práctica de nuestras comunidades son diametralmente opuestas cada día más.

Inicialmente veía algunas actitudes o gestos, posturas y decisiones que no entendía…las  dejaba pasar…no le prestaba atención. Lo veía como algo casual. Manifestaciones fortuitas. Pero el tiempo y la madurez me han empezado a alcanzar. A medida que avanzo en mi preparación como sacerdote, que estudio, que oro y me ejército en el apostolado;  puedo ver y conocer con mayor claridad las situaciones y el estado en que se encuentra mi provincia, y distinguir lo que corresponde al auténtico evangelio y lo que es simple ideología.

Parece ser que la misión del sacerdote para la gran mayoría (por no decir todos) de mis hermanos, tanto sacerdotes como de algunos seminaristas es ser “un político de la fe”, un caudillo revolucionario sin más, y donde la fe y la virtud parecen ser una mera formalidad de cortesía con los fieles.

Durante estos años, a pesar de mis tropiezos y faltas, he intentado ser fiel a este modelo de vida sacerdotal, el modelo que no es sólo de la Congregación de OMITIDO sino también de la iglesia.

Soy OMITIDO y me considero e intento vivir como tal, pero me es casi imposible hacerlo dentro de una comunidad que se dice OMITIDA. En nuestro seminario se vive actualmente una especie de dictadura, un pensamiento totalitario que no sé si puede seguir soportando Padre.

Aquel seminarista que va a la capilla temprano a orar, que no bebe ni fuma, que no se va de fiesta los domingos, que cumple con sus asignaciones y tareas, que se esfuerza por crecer en la virtud, en vivir una vida simple y modesta…es inmediatamente etiquetado como “tradicional”, “Conservador”  y es eliminado, porque no es un “auténtico misionero”.

Tuve un formador que inclusive me dijo que si “seguía orando tanto debía de irme del seminario, porque ese no era el estilo del misionero”, cuando lo único que hacía era llegar temprano a la capilla para tener mi espacio de meditación.

Nuestras comunidades parroquiales corren el riesgo de morir lentamente (espiritual y materialmente), por el acomodamiento de los padres, su falta de fe y caridad….y ante esto a nosotros se nos dice paradójicamente que es lo “natural” de la misión, y se nos impone además un modelo de misión, de iglesia y de ministerio en pro de la “liberación” de los pobres, el cual ha fracasado y es simplemente incompatible con nuestras propias reglas comunes y estatutos. A veces pienso que la misión de San OMITIDO se ha desvanecido. 

Es que me pregunto Padre…¿En dónde quedó aquel celo por las almas? ¿La sencillez? ¿La mortificación?….¿La verdad?

Hay días que rezo solo el breviario en la capilla, porque nadie va a la oración.Para confesarme tengo que ir a una parroquia lejos del seminario, porque según unos padres “¿Qué pecados tan serios para confesar podría tener un seminarista?.. eso no es necesario, con la bendición es suficiente”

Si un padre dice una plegaria eucarística completa, sin cambiarle nada a su antojo, es por obra y gracia de Dios.  Para la JMJ, tuve la osadía de ponerme mi sotana como cualquier seminarista…y ya se imaginara la reacción y los comentarios. Decir la palabra “transubstanciación”, “pecado” o “gracia”, raya en el insulto ante los ojos de mis formadores.

Mi director espiritual me anima a continuar con mi vida de fe, a resistir, pero a la vez considera que no son grandes estos problemas que le he expuesto.
Me duelen estas situaciones Padre. Como lo he manifestado, amo a la Congregación de OMITIDA. A veces me siento desanimado y pienso en retirarme, pero estoy consciente que sin la Cruz no hay resurrección.

Durante estos años he permanecido aquí, buscando la voluntad de Dios en mi vida, y se aproxima una etapa fundamental. 

En mi mente surgen muchas preguntas Padre: ¿Vale la pena continuar en una comunidad que parece ya no creen en la iglesia, en su misión, y ni siquiera en Jesucristo?¿Cómo podría llevar un ministerio sano en estas circunstancias?¿Estoy siendo demasiado exigente a caso? ¿Debería de ir a mi seminario interno? ¿Hay todavía espacio dentro de esta comunidad para mi?  ¿O en la iglesia para un seminarista que piense de esta forma?

Cuando uno lee esta carta ¿Acaso no se parece mucho a lo que se vive en cada comunidad parroquial? Cualquier, ya no digo sacerdote ni seminarista, cualquier laico que quiera llevar este tipo de vida ya es cuestionado y tratado como un retrógrado, un conservador, un antiguo. ¿O no? Vivir una vida cristiana a conciencia, con una búsqueda sincera de la santidad plantea estos mismos problemas a quien quiera llevarla a cabo ¿o es sólo mi impresión de laico extemporáneo?

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Tercera Semana de Pascua – Año Par Del 6 al 11 de mayo de 2019

 

 

logodominicos

 

Evangelio
del día y comentarios a la Palabra diaria

Tercera
Semana de Pascua
– Año Par

Del
6 al 11 de mayo de 2019

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/ martes
/ miércoles / jueves / viernes / sábado

 Lunes 

6 de Mayo de 2019  

Trabajad
por el alimento que perdura para la vida eterna

Primera
Lectura

Lectura
del libro de los Hechos de los apóstoles 6, 8-15

En aquellos días, Esteban, lleno de gracia y poder, realizaba
grandes prodigios y signos en medio del pueblo. Unos
cuantos de la sinagoga llamada de los libertos, oriundos
de Cirene, Alejandría, Cilicia y Asia, se pusieron a
discutir con Esteban; pero no lograban hacer frente a la
sabiduría y al espíritu con que hablaba. Indujeron a
unos que asegurasen: – «Le hemos oído palabras blasfemas
contra Moisés y contra Dios.» Alborotaron al pueblo, a
los ancianos y a los escribas, agarraron a Esteban por
sorpresa y lo condujeron al Sanedrin, presentando
testigos falsos que decían: -«Este individuo no para de
hablar contra el templo y la Ley. Le hemos oído decir
que ese Jesús de Nazaret destruirá el templo y cambiará
las tradiciones que recibimos de Moisés.» Todos los
miembros del Sanedrin miraron a Esteban, y su rostro les
pareció el de un ángel.

Salmo

Sal
118, 23-24. 26-27. 29-30 R. Dichoso el que camina en la
voluntad del Señor.

Aunque los nobles se
sienten a murmurar de mí,

tu siervo medita tus leyes;

tus preceptos son mi delicia,

tus decretos son mis consejeros. R/.

Te expliqué mi camino, y
me escuchaste:

enséñame tus leyes;

instrúyeme en el camino de tus decretos,

y meditaré tus maravillas. R/.

Apártame del camino falso,

y dame la gracia de tu voluntad;

escogí el camino verdadero,

deseé tus mandamientos. R/.

Evangelio
de hoy

Lectura
del santo evangelio según san Juan 6,22-29

Después que Jesús hubo
saciado a cinco mil hombres, sus discípulos lo vieron
caminando sobre el lago. Al día siguiente, la gente que
se había quedado al otro lado del lago notó que allí no
habla habido más que una lancha y que Jesús no había
embarcado con sus discípulos, sino que sus discípulos se
habían marchado solos. Entretanto, unas lanchas de
Tiberíades llegaron cerca del sitio donde habían comido
el pan sobre el que el Señor pronunció la acción de
gracias. Cuando la gente vio que ni Jesús ni sus
discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a
Cafarnaún en busca de Jesús. Al encontrarlo en la otra
orilla del lago, le preguntaron: – «Maestro, ¿cuándo has
venido aquí?» Jesús les contestó: – «Os lo aseguro, me
buscáis, no porque habéis visto signos, sino porque
comisteis pan hasta saciaros. Trabajad, no por el
alimento que perece, sino por el alimento que perdura
para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre;
pues a éste lo ha sellado el Padre, Dios.» Ellos le
preguntaron: – «Y, ¿qué obras tenemos que hacer para
trabajar en lo que Dios quiere?» Respondió Jesús: – «La
obra que Dios quiere es ésta: que creáis en el que él ha
enviado.»

Reflexión
del Evangelio del día

Esteban es uno de los
siete “diáconos” elegidos para atender a las necesidades
materiales de la primitiva comunidad cristiana, donde
parece que había una cierta discriminación. No obstante,
él no es sólo un buen administrador, sino un verdadero
apóstol, predicador “lleno de gracia y poder”. Como
Jesús, realiza “grandes prodigios y signos en medio del
pueblo”. Y, también como Jesús, selló con su vida sus
palabras. Fue su primer testigo.

Testigo
del mensaje de Jesús

El servicio, en la
Iglesia, no consiste solo en compartir bienes materiales
–siempre necesarios y muchas veces urgentes-, sino sobre
todo en anunciar la Palabra de Dios a todos. En hacerlo
de manera convincente y sin rehuir el debate, que a
veces puede ser vivo y conflictivo. En nuestro mundo,
que valora mucho el ejemplo de quien es consecuente con
su fe, hace falta también apoyar nuestras creencias en
razones de peso, que se dirijan con rigor no solo al
corazón, sino además a la inteligencia de quien desea
comprender. Ya dijo san Pedro que tenemos que ser
capaces de “dar razón de nuestra esperanza”.

Nacido en el judaísmo, el
mensaje de Jesús, que predicaba Esteban, iba más allá de
la ley y del templo. Se apoyaba en la larga tradición de
Israel, pero contemplada con ojos nuevos, asumida en la
perspectiva de un Dios de misericordia que dio su vida
por nosotros en la entrega de su Hijo por amor. Un Dios
al que podemos encontrar no sólo en el templo, sino en
cada ser humano, que lleva en sí la imagen de su Creador
y nos hace presente a Jesús cuando ejercemos con él la
misericordia.

Un mensaje así, proclamado
con pasión, puede conducirnos al enfrentamiento con los
criterios de este mundo que no acepta tales valores,
aunque los esté echando de menos sin saberlo. Nuestra
tarea es ser testigos de su validez y de su necesidad
para dar sentido a la vida humana sobre la tierra.

Un
mensaje que viene de arriba

A Jesús lo buscaba la
gente porque había saciado sus deseos materiales cuando
multiplicó el pan en una ocasión. Sin duda también
tenían hambre de otro pan más esencial, aunque no lo
sabían. Jesús reconoció que “andaban como ovejas sin
pastor”.

Es necesario mostrar a
nuestros contemporáneos esa necesidad superior, que con
frecuencia no se percibe a simple vista. Hace falta
trabajar “no por el alimento que perece, sino por el
alimento que perdura”, ocuparse “en los trabajos que
Dios quiere”. ¿Cómo hacerlo? Jesús mismo lo dice
claramente: “Este es el trabajo que Dios quiere: que
creáis en el que Él ha enviado”.

Puede parecer extraño que
Jesús hable de la fe como de “un trabajo”; ¿no es acaso
un don de Dios? Sin duda, así es, y Dios no lo niega a
nadie. Sin embargo, no todo el mundo tiene fe. ¿No será
que tenemos que “trabajarla” un poco? Es decir, primero,
descubrirla con interés: descubrirnos creyentes, “creer”
que creemos, convencernos de que aceptamos que existe
Dios, que Dios nos quiere, que es Jesús quien nos lo ha
revelado, porque ha venido de parte de Él para eso. Y
luego, vivir lo que creemos, llevar la fe a la vida,
iluminar desde “arriba” lo que hacemos por aquí abajo.
Esfuerzo laborioso, pero cien por cien gratificante.

¿Por qué crees que
tienes fe? ¿Y por qué tienes fe en lo que crees?

 

Emilio Fray
Emilio García Álvarez

Convento
de Santo Tomás de Aquino (Sevilla)


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 Martes 

7 de Mayo de 2019  

Señor,
danos siempre de este pan

Hoy celebramos: Beato
Alberto de Bérgamo (7 de Mayo)

Primera
Lectura

Lectura
del libro de los Hechos de los apóstoles 7, 51-59

En aquellos días, Esteban
decía al pueblo, a los ancianos y a los escribas;
-«¡Duros de cerviz, incircuncisos de corazón y de oídos!
Siempre resistís al Espíritu Santo, lo mismo que
vuestros padres. ¿Hubo un profeta que vuestros padres no
persiguieran? Ellos mataron a los que anunciaban la
venida del justo, y ahora vosotros lo habéis traicionado
y asesinado; recibisteis la Ley por mediación de
ángeles, y no la habéis observado.» Oyendo estas
palabras, se recomían por dentro y rechinaban los
dientes de rabia. Esteban, lleno de Espíritu Santo, fijó
la mirada en el cielo, vio la gloria de Dios, y a jesús
de pie a la derecha de Dios, y dijo: -«Veo el cielo
abierto y al Hijo del hombre de pie a la derecha de
Dios.» Dando un grito estentóreo, se taparon los oídos;
y, como un solo hombre, se abalanzaron sobre él, lo
empujaron fuera de la ciudad y se pusieron a apedrearlo.
Los testigos, dejando sus capas a los pies de un joven
llamado Saulo, se pusieron también a apedrear a Esteban,
que repetía esta invocación: – «Señor Jesús, recibe mi
espíritu.» Luego, cayendo de rodillas, lanzó un grito: –
«Señor, no les tengas en cuenta este pecado.» Y, con
estas palabras, expiró. Saulo aprobaba la ejecución.

Salmo

Sal
30. 3cd-4. 6ab y 7b y 8a. 17 y 21 ab R. A tus manos,
Señor, encomiendo mi espíritu

Sé la roca de mi refugio,

un baluarte donde me salve,

tú que eres mi roca y mi baluarte;

por tu nombre dirígeme y guíame. R/.

A tus manos encomiendo mi
espíritu:

tú, el Dios leal, me librarás;

yo confío en el Señor.

Tu misericordia sea mi gozo y mi alegría. R/.

Haz brillar tu rostro
sobre tu siervo,

sálvame por tu misericordia.

En el asilo de tu presencia los escondes

de las conjuras humanas. R/.

Evangelio
de hoy

Lectura
del santo evangelio según san Juan 6, 30-35

En aquel tiempo, dijo la
gente a Jesús: – «¿Y qué signo vemos que haces tú, para
que creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? Nuestros padres
comieron el maná en el desierto, como está escrito: «Les
dio a comer pan del cielo.»» Jesús les replicó: – «Os
aseguro que no fue Moisés quien os dio pan del cielo,
sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del
cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y
da vida al mundo.» Entonces le dijeron: – «Señor, danos
siempre de este pan.» Jesús les contestó: – «Yo soy el
pan de la vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el
que cree en mí nunca pasará sed.»

Reflexión
del Evangelio del día

Yo
soy el pan de vida

Uno de los siete diáconos
helenistas, llamado Esteban, pronuncia un discurso al
judaísmo de la diáspora y lo confunde. Eso le lleva a la
muerte, y se abre una gran persecución contra la Iglesia
de Jerusalén. Se abre, pues, la ruptura entre cristianos
y judíos. El cristianismo se irá separando cada vez más
de su origen judío.

La historia del pueblo
judío se ha caracterizado siempre por la oposición a los
guías designados por Dios, así como por la idolatría de
Israel en el desierto. Rechazó a su Dios y adoró de todo
corazón a los ídolos.

Esteban pasa ahora a
atacar directamente a los jefes de Israel, su renuncia a
cumplir su verdadera vocación.

El discurso de Esteban
comienza con el estilo de la retórica griega, pero se
convierte en un tejido de textos del AT, cuyo agente
principal es el Dios de la gloria; él lo verá
cuando sea lapidado.

Invocará el nombre del
Señor; y Lucas subraya la semejanza entre Esteban, en el
momento de morir, y Jesús en su pasión.

La muerte de Esteban sirve
para adelantar el relato de la difusión de la Palabra
desde Jerusalén hasta los confines de la tierra.

El Salmo recoge la
confianza sólida del orante y lo expresa con imágenes
inequívocas: su vida, su espíritu, los deposita en sus
manos porque es un Dios leal que, como siempre, hace
brillar su rostro sobre los que confían en Él.

Su misericordia es lugar y
asilo seguro frente a todas las conjuras humanas.

Tener
fe es más bien una obra

El día anterior la gente
había presenciado un milagro; Jesús multiplica los cinco
panes de cebada y los dos peces. Con tal sobreabundancia
que, después de saciados, recogieron sobras llenando
doce canastos.

Y desconcierta un poco que
hoy —al día siguiente de la multiplicación de los panes—
le digan ¿qué signos haces para que veamos y
creamos en ti? ¿Qué obra realizas?

El maná era considerado el
mayor milagro de cuantos realizó Moisés. Y ellos alegan
a la Escritura: Pan del cielo les dio a comer. La cita
de Juan no es traducción exacta de ningún pasaje del
Antiguo Testamento, ni de Éxodo 16, 4, ni Éxodo 16,15,
ni Salmo 78, 24, ni Sabiduría 16, 20.

Jesús les dice: No
interpretéis él como referido a Moisés, ni
leáis el pasado dio; en vez de esto,
interpretad él como referido al Padre, y leed
da.

Con la corrección de los
tiempos Jesús indica que el Antiguo Testamento se cumple
en su obra. El maná que dio Moisés no es el verdadero
pan del cielo, sino la doctrina de Jesús.

El discurso del pan de
vida se refiere a la revelación de Jesús, la fe es la
respuesta esencial a esa revelación de Jesús. Jesús
lleva a la multitud hacia un conocimiento más profundo
que el nivel superficial y material del alimento.

Pero la respuesta se
formula en términos de obras que se pueden realizar.
Jesús, por su parte, insiste en la fe.

Conseguir la vida eterna
no es cuestión de obras, como si la fe no importara
nada; pero tampoco es cuestión de fe sin obras.

Tener fe es más bien una
obra. Es ciertamente la más importante de todas las
obras de Dios. No es una obra que realiza el hombre
únicamente, sino más bien la sumisión a la obra de Dios
realizada en Jesús. La mención de la fe hace que la
multitud adopte una postura poco amistosa y que ponga en
tela de juicio las pretensiones de Jesús.

Jesús asegura a la
multitud que sus esperanzas mesiánicas ya se han
cumplido. Que el verdadero pan del cielo es su
enseñanza, pero la gente no llega a entender en absoluto
el simbolismo y se queda en una idea completamente
material del pan.

Jesús, partiendo de esta
interpretación equivocada, inicia el gran discurso del
pan de vida que leeremos en días sucesivos.

 



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 Miércoles 

8 de Mayo de 2019  

Y
yo lo resucitaré en el último día

Hoy celebramos: Patrocinio
de la Virgen María (8 de Mayo)

Primera
Lectura

Lectura
del libro de los Hechos de los apóstoles 8, l-8

Aquel día, se desató una
violenta persecución contra la Iglesia de Jerusalén;
todos, menos los apóstoles, se dispersaron por Judea y
Samaria. Unos hombres piadosos enterraron a Esteban e
hicieron gran duelo por él. Saulo se ensañaba con la
Iglesia; penetraba en las casas y arrastraba a la cárcel
a hombres y mujeres. Al ir de un lugar para otro, los
prófugos iban difundiendo el Evangelio. Felipe bajó a la
ciudad de Samaria y predicaba allí a Cristo. El gentío
escuchaba con aprobación lo que decía Felipe, porque
habían oído hablar de los signos que hacía, y los
estaban viendo: de muchos poseídos salían los espíritus
inmundos lanzando gritos, y muchos paralíticos y
lisiados se curaban. La ciudad se llenó de alegría.

Salmo

Sal
65, 1-3a. 4-5. 6-7a R. Aclamad al Señor, tierra entera

Aclamad al Señor, tierra
entera;

tocad en honor de su nombre,

cantad himnos a su gloria.

Decid a Dios: «¡Qué terribles son tus obras!» R/.

Que se postre ante ti la
tierra entera,

que toquen en tu honor,

que toquen para tu nombre.

Venid a ver las obras de Dios,

sus temibles proezas en favor de los hombres. R/.

Transformó el mar en
tierra firme,

a pie atravesaron el río.

Alegrémonos con Dios,

que con su poder gobierna enteramente. R/.

Evangelio
de hoy

Lectura
del santo evangelio según san Juan 6, 35-40

En aquel tiempo, dijo
Jesús a la gente: – «Yo soy el pan de la vida. El que
viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí nunca
pasará sed; pero, como os he dicho, me habéis visto y no
creéis. Todo lo que me da el Padre vendrá a mí, y al que
venga a mí no lo echaré afuera, porque he bajado del
cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del
que me ha enviado. Ésta es la voluntad del que me ha
enviado: que no pierda nada de lo que me dio, sino que
lo resucite en el último día. Esta es la voluntad de mi
Padre:’que todo el que ve al Hijo y cree en él tenga
vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.»

Reflexión
del Evangelio del día

Los
dispersados iban…anunciando la Buena Nueva de la Palabra

La persecución de la
Iglesia de Jerusalén va haciendo realidad la promesa de
Jesús: seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y
Samaría y hasta el confín de la tierra (Hch 1,8) e
implica un cambio de dinamismo en la comunidad, una
Iglesia en Salida (EG 21) que anuncia la Buena Nueva de
la Palabra (Hch 8,4). El misionero en este caso, será
Felipe, ya conocido por el narrador por ser el segundo
de los siete diáconos (Hch 6,5), y del que más tarde se
dirá que era evangelista, tenía 4 hijas vírgenes y
profetisas y vivía en Cesárea del Mar, capital oficial
de Palestina (Hch 21, 8-9).

Felipe baja hasta Samaría
y allí predica a Cristo, al Mesías prometido. Los
habitantes de esta región, dentro de su heterodoxia,
también vivían a la expectativa de “un esperado”, por lo
que la palabra de Felipe provoca escucha atenta y se
convierte en alegría al ser confirmada con exorcismos y
curaciones, como hiciera el mismo Jesús (cf. Lc
4,31-37.40-41; 5,17-26).

Evangelizar es ofrecer la
alegre noticia de Reino de Dios que se ha inaugurado en
Jesús de Nazaret, y que trae la salvación a todo y a
todos los seres humanos, lo que provoca una inmensa
alegría en aquellos que la acogen: “La alegría del
evangelio llena el corazón y la vida entera de los que
se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él
son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío
interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y
renace la alegría”. (EG1)

Para que el mensaje de la
predicación llegue al corazón de los escuchantes y
puedan acogerlo como vida propia, palabras y signos han
de ir unidos en el predicador. La palabra ha de venir
corroborada con el testimonio de la vida y los signos de
la vida, explicados con las palabras. La coherencia
entre lo que se dice, se piensa y se hace ha de ser la
carta de presentación del predicador.  Como canta
brotes de Olivo, en “El alma del cantor”:

“No quiero cantar a Dios
si no hay brillo de Dios en mí.

Para cantar sin vivir
mejor que calle.

La fuerza de la voz y la
Palabra

está en la exigencia de
hacerlo vida…

…Si no vivo lo que pienso
¿para qué pensar?

Si no vivo lo que escribo
¿para qué escribir?

Si no vivo lo que canto
¿para qué cantar?

Si no vivo lo que siento
¿para qué sentir?”

Dios escribe derecho con
renglones torcidos. La persecución de la Iglesia
conllevara su dispersión, y con ella el anuncio de Jesús
a nuevas gentes. Desde los comienzos del camino de la
Iglesia, “Sangre de mártires, semilla de cristianos”
(Tertuliano).

El
que cree en Él “tiene” vida eterna

El evangelio de hoy nos
presenta unos versículos del profundo y denso discurso
del pan de vida. Tras el milagro de los panes y los
peces (Jn 6,1-15), Jesús pronuncia este discurso en la
sinagoga de Cafarnaúm. En él, el profeta de Nazaret,
relaciona el milagro realizado con el del maná dado en
el desierto por el Señor al pueblo de Israel (Ex
16,4ss), por lo que la gente le pide que le dé siempre
de ese pan (6,34). Jesús responde con una frase que los
deja atónitos: “Yo soy el pan de vida” (35a). ¿Pero, qué
quiere decir Jesús con esa expresión?

Al presentarse, con las
palabras “yo soy” está asumiendo su identidad divina,
puesto que así se presentaba Yahvé en el AT (Ex 3,14;
Cf  Gn 26,24; Ex 6,6; Lv 18,4-5). Pero además
cuando esta fórmula “yo soy” está seguida de un
sustantivo, Jesús nos muestra la misión encomendada por
el Padre, en este caso, el ser “pan de vida”. El profeta
de Nazaret se presenta como el auténtico alimento que
supera el maná dado por Moisés, o la sabiduría
veterotestamentaria de la que se dice: “Los que me comen
(dice la Sabiduría) tendrán más hambre y quienes me
beben aún sentirán más sed” (Eclo 24,21;  Is
49,10). Jesús es el pan de vida y los que coman de él,
ya no tendrán hambre y quien crea en él, no tendrá sed.
Las palabras, la vida de Jesús si satisfará las
necesidades e inquietudes más profundas del ser humano,
sus búsquedas, sus anhelos, sus expectativas, toda
hambre y toda sed (v. 35b).

Junto a esto, Jesús
promete al que crea en Él cree en él, la vida eterna, o
lo que es lo mismo la participación de la misma vida de
Dios (Jn 3, 16-18;36; 11,25). Esta empieza a realizase
aquí, en esta tierra, aunque será dada en plenitud en la
“otra vida” que es la “vida otra”. Jesús promete, por
tanto, la vida aquí ahora y luego, para
siempre. Él es “el pan de vida” que trae buena
y abundante vida para todos.  No podemos obviar
aquí la alusión al pan eucarístico. Cada eucaristía es
una oportunidad de nutrir y fortalecer en nosotros la
nueva vida que el Señor nos regala. Una vida donde el
ser humano sea el centro de las estructuras sociales y
políticas, donde se defienda la dignidad humana, donde
las relaciones interpersonales estén marcadas por
igualdad y fraternidad y en la que nuestro empeño sea
hacer habitable, para nosotros y las generaciones
venideras, esta “casa común”, que llamamos planeta
Tierra. En este día en que celebramos el Patrocinio de
la Orden, sintiéndonos bajo su manto, le pedimos a María
que nos ayude a hacer extensible esta vida nueva a todos
nuestros hermanos.

 

Mariela Hna.
Mariela Martínez Higueras O.P.

Congregación
de Santo Domingo


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 Jueves 

9 de Mayo de 2019  

Os
lo aseguro: el que cree tiene vida eterna

Primera
Lectura

Lectura
del libro de los Hechos de los apóstoles 8, 26-40

En aquellos días, el ángel
del Señor le dijo a Felipe: – «Ponte en camino hacia el
Sur, por la carretera de Jerusalén a Gaza, que cruza el
desierto.» Se puso en camino y, de pronto, vio venir a
un etíope; era un eunuco, ministro de Candaces, reina de
Etiopía e intendente del tesoro, que había ido en
peregrinación a Jerusalén. Iba de vuelta, sentado en su
carroza, leyendo el profeta Isaías. El Espíritu dijo a
Felipe: – «Acércate y pégate a la carroza.» Felipe se
acercó corriendo, le oyó leer el profeta Isaías, y le
preguntó: – «¿Entiendes lo que estás leyendo?» Contestó:
– «-Y cómo voy a entenderlo, si nadie me guía?» Invitó a
Felipe a subir y a sentarse con él. El pasaje de la
Escritura que estaba leyendo era éste-‘ «Como cordero
llevado al matadero, como oveja ante el esquilador,
enmudecía y no abría la boca. Sin defensa, sin justicia
se lo llevaron, ¿quién meditó en su destino? Lo
arrancaron de los vivos.» El eunuco le preguntó a
Felipe: – «Por favor, ¿de quién dice esto el profeta?;
¿de él mismo o de otro?» Felipe se puso a hablarle y,
tomando pie de este pasaje, le anunció el Evangelio de
Jesús. En el viaje llegaron a un sitio donde había agua,
y dijo el eunuco: – «Mira, agua. ¿Qué dificultad hay en
que me bautice?» Mandó parar la carroza, bajaron los dos
al agua, y Felipe lo bautizó. Cuando salieron del agua,
el Espíritu del Señor arrebató a Felipe. El eunuco no
volvió a verlo, y siguió su viaje lleno de alegría.
Felipe fue a parar a Azoto y fue evangelizando los
poblados hasta que llegó a Cesarea.

Salmo

Sal
65, 8-9. 16-17. 20 R. Aclamad al Señor, tierra entera

Bendecid, pueblos, a
nuestro Dios,

haced resonar sus alabanzas,

porque él nos ha devuelto la vida

y no dejó que tropezaran nuestros pies. R/.

Fieles de Dios, venid a
escuchar,

os contaré lo que ha hecho conmigo:

a él gritó mi boca

y lo ensalzó mi lengua. R/.

Bendito sea Dios,

que no rechazó mi súplica

ni me retiró su favor. R/.

Evangelio
de hoy

Lectura
del santo evangelio según san Juan 6,44-51

En aquel tiempo, dijo
Jesús a la gente: – «Nadie puede venir a mí, si no lo
atrae el Padre que me ha enviado. Y yo lo resucitaré el
último día. Está escrito en los profetas: «Serán todos
discípulos de Dios.» Todo el que escucha lo que dice el
Padre y aprende viene a mí. No es que nadie haya visto
al Padre, a no ser el que procede de Dios: ése ha visto
al Padre. Os lo aseguro: el que cree tiene vida eterna.
Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el
desierto el maná y murieron: éste es el pan que baja del
cielo, para que el hombre coma de él y no muera. Yo soy
el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este
pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi
carne para la vida del mundo.»

Reflexión
del Evangelio del día

Lo
arrancaron de los vivos

Un eunuco encuentra a
Felipe por el camino. Parece que un ángel le hubiera
dado una brújula a Felipe para que se encontrara con él.
Lo cierto es que Felipe no se fijó en la condición de
aquel hombre: ni en su condición de ministro, ni en su
condición de eunuco (hombre poco viril que gozaba de los
favores del rey).

La lectura del Profetas
Isaías del siervo de Yahvé le llevó al eunuco a
preguntarse sobre a quién se refería las palabras del
profeta. Felipe, se sienta a su lado, y le habla de lo
sucedido a Jesús de Nazaret. Le anunció el Evangelio de
Jesús, dice el texto. El anuncio condujo al eunuco a
querer bautizarse.

El anuncio de la vida,
muerte y resurrección de Jesús no está limitado a un
pueblo, ni tampoco limitado a un determinado tipo de
personas, todos somos destinatarios de la salvación. La
única condición es escuchar la palabra de Dios,
aceptarla, y querer comprometerse con la fe. Bautizarse
es morir con Cristo, y asumir la vida de Cristo. Nada
impide seguir a Cristo como discípulo si es capaz de
escuchar su evangelio y aceptarlo.

La pregunta por Jesús de
Nazaret no nos deja igual. Nos trastoca y nos transforma
todos nuestros proyectos y caminos. Sólo la docilidad a
sus palabras nos permitirá encontrar una respuesta
confiada de fe.

Todo
el que escucha lo que dice el padre y aprende viene a mí

No vale sólo con la
escucha, lo que conduce a Cristo es aprender de la
Palabra que escuchamos sobre Dios, en este caso del
Padre. Esta idea nos recuerda las palabras en la
teofanía del Bautismo de Jesús, en la que Dios Padre nos
anuncia: “Este es mi Hijo amado, Escuchadle”.

La escucha es el inicio
del camino del discipulado, pero es el compartir la
palabra, el compartir la vida, lo que dará experiencia a
cada discípulo y será la puerta abierta para el
aprendizaje.

Aprender las cosas de Dios
es toda una tarea comprometida. Supone la decisión
previa de creer en el proyecto de Jesús, de su programa
de misericordia. Supone proclamar cada día la
bienaventuranza de los desfavorecidos, ellos serán
dichosos porque Dios ha puesto en ellos su mirada.

Aprender las cosas de Dios
supone el abandono total y confiado a su voluntad,
comprender que los caminos son un recorrido vital para
la esperanza de que Dios siempre cumple su promesa de no
dejarnos solos.

Oremos para que cada día
encontremos al resucitado junto a nuestros pasos de fe,
y podamos llevar a los demás el evangelio de la vida.

 

Alexis Fr.
Alexis González de León O.P.

Convento
de San Pablo y San Gregorio (Valladolid)


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 Viernes 

10 de Mayo de 2019  

El
que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida
eterna

Hoy celebramos: San
Juan de Ávila (10 de Mayo)

Primera
Lectura

Lectura
del libro de los Hechos de los apóstoles 9, 1-20

En aquellos días, Saulo
seguía echando amenazas de muerte contra los discípulos
del Señor. Fue a ver al sumo sacerdote y le pidió cartas
para las sinagogas de Damasco, autorizándolo a traerse
presos a Jerusalén a todos los que seguían el nuevo
camino, hombres y mujeres. En el viaje, cerca ya de
Damasco, de repente, una luz celeste lo envolvió con su
resplandor. Cayó a tierra y oyó una voz que le decía: –
«Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?» Preguntó él: –
«¿Quién eres, Señor?» Respondió la voz: – «Soy Jesús, a
quien tú persigues. Levántate, entra en la ciudad, y
allí te dirán lo que tienes que hacer.» Sus compañeros
de viaje se quedaron mudos de estupor, porque oían la
voz, pero no veían a nadie. Saulo se levantó del suelo
y, aunque tenía los ojos abiertos, no veía. Lo llevaron
de la mano hasta Damasco. Allí estuvo tres días ciego,
sin comer ni beber. Había en Damasco un discípulo, que
se llamaba Ananías. El Señor lo llamó en una visión: –
«Ananías.» Respondió él: – «Aquí estoy, Señor.» El Señor
le dijo: – «Ve a la calle Mayor, a casa de judas, y
pregunta por un tal Saulo de Tarso. Está orando, y ha
visto a un cierto Ananías que entra y le impone las
manos para que recobre la vista.» Ananías contestó: –
«Señor, he oído a muchos hablar de ese individuo y del
daño que ha hecho a tus santos en Jerusalén. Además,
trae autorización de los sumos sacerdotes para llevarse
presos a todos los que invocan tu nombre.» El Señor le
dijo: – «Anda, ve; que ese hombre es un instrumento
elegido por mí para dar a conocer mi nombre a pueblos y
reyes, y a los israelitas. Yo le enseñaré lo que tiene
que sufrir por mi nombre.» Salió Ananías, entró en la
casa, le impuso las manos y dijo: – «Hermano Saulo, el
Señor Jesús, que se te apareció cuando venías por el
camino, me ha enviado para que recobres la vista y te
llenes de Espíritu Santo.» Inmediatamente se le cayeron
de los ojos una especie de escamas, y recobró la vista.
Se levantó, y lo bautizaron. Comió, y le volvieron las
fuerzas. Se quedó unos días con los discípulos de
Damasco, y luego se puso a predicar en las sinagogas,
afirmando que Jesús es el Hijo de Dios.

Salmo

Sal
116, 1. 2 R. Id al mundo entero y proclamad el
Evangelio,

Alabad al Señor, todas las
naciones,

aclamadlo, todos los pueblos. R/.

Firme es su misericordia
con nosotros,

su fidelidad dura por siempre. R/.

Evangelio
de hoy

Lectura
del santo evangelio según san Juan 6, 52-59

En aquel tiempo,
disputaban los judíos entre sí: – «¿Cómo puede éste
darnos a comer su carne?» Entonces Jesús les dijo: – «Os
aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y
no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que
come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo
lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera
comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi
carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. El Padre
que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del
mismo modo, el que me come vivirá por mí. Éste es el pan
que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres,
que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá
para siempre.» Esto lo dijo Jesús en la sinagoga, cuando
enseñaba en Cafarnaún.

Reflexión
del Evangelio del día

¿Por
qué me persigues?

La Conversión de San Pablo
es presentada por San Lucas como una auténtica teofanía,
porque el verdadero protagonista es Jesús, el Hijo de
Dios, el Resucitado, que irrumpe en la vida de Saulo y
en el de la propia comunidad cristiana que teme y
desconfía del hasta ahora implacable perseguidor. La fe
es así: Cristo entra en nuestra vida con su gracia y nos
enfrenta con la Verdad: la mía y la de Dios. La ceguera
pasajera nos indica un camino de preparación, de
purificación para entrar en la Luz del Evangelio y en la
comunidad del Espíritu que es la Iglesia.

Tendríamos que plantearnos
la pregunta que Jesús hace a Saulo… porque también nos
la hace a nosotros: ¿Por qué me persigues? Él, judío, no
sabía quién era Jesús, pero tenía sus prejuicios
equivocados sobre Él. Nosotros, bautizados, también
muchas veces pues preferimos la fe aprendida a nuestra
propia experiencia de encuentro con Cristo en la
oración, los sacramentos y… el hermano necesitado,
molesto… al que calumnio, persigo… en quien Él se hace
presente: “Yo soy Jesús, al que tú persigues”.

Este
es el pan bajado del cielo

El Evangelio de hoy
conserva todavía la radicalidad con que Juan nos relata
el discurso de Jesús en la sinagoga de Cafarnaún. Las
expresiones de “el pan que os daré es mi carne para la
vida del mundo” y de “comer mi carne” o “beber mi
sangre” constituyen un escándalo para los judíos que se
fijan en lo que consideran una blasfemia y no van más
allá de un Éxodo que ahora cobra todo su sentido. Jesús
no es solo el maná que alimenta el cuerpo. Es realmente
la carne y la sangre que dan la vida eterna, la
definitiva liberación del mal y de la muerte.

En la eucaristía adquiere
esta expresión todo su valor: comulgar a Cristo no es
solo aceptar el Evangelio, sino hacerlo plenamente vida,
es compartir, asimilar la propia vida del Señor con todo
lo que eso supone. Por eso, tras este discurso, San Juan
nos dice que muchos de sus discípulos se escandalizaron
y lo abandonaron. Y es que una cosa es aceptar la
Palabra, participar en los sacramentos incluso y otra
asumir que, como cristiano, Jesús está viviendo en mí,
amando en mí, muriendo y resucitando… Comer su carne,
beber su sangre es ser Cristo ante los hombres.
Probablemente, si lo aceptáramos de verdad, quizá muchos
no acudirían tan despreocupadamente a comulgar o
plantearíamos de otra manera las primeras comuniones.

El santo arzobispo de
Florencia San Antonino, dominico, fue un ejemplo de
comunión con Cristo en la atención a su feligresía,
sobre todo a los más necesitados. Es un ejemplo de
pastor que sabe dar su vida por sus ovejas. Es también
el caso de San Juan de Ávila, maestro de sacerdotes y de
San Damián de Molokai, el apóstol de los leprosos.

¿Cómo ha sido mi
propio proceso de Conversión? ¿Soy capaz de “ver” a
Cristo en mis hermanos?

¿Qué significa para mí
comulgar el Cuerpo y la Sangre de Cristo?

¿Cómo valoro las
primeras comuniones y el comulgar masivo en las
eucaristías?

 

Carlos José D.
Carlos José Romero Mensaque, O.P.

Fraternidad
Fray Bartolomé de las Casas (Sevilla)


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 Sábado 

11 de Mayo de 2019  

Señor,
¿a quién vamos a acudir?

Primera
Lectura

Lectura
del libro de los Hechos de los apóstoles 9, 31-42

En aquellos días, la
Iglesia gozaba de paz en toda Judea, Galilea y Samaria.
Se iba construyendo y progresaba en la fidelidad al
Señor, y se multiplicaba, animada por el Espíritu Santo.
Pedro recorría el país y bajó a ver a los santos que
residían en Lida. Encontró allí a un cierto Eneas, un
paralítico que desde hacia ocho años no se levantaba de
la camilla. Pedro le dijo: -«Eneas, Jesucristo te da la
salud; levántate y haz la cama.» Se levantó
inmediatamente. Lo vieron todos los vecinos de Lida y de
Sarán, y se convirtieron al Señor. Había en Jafa una
discípula llamada Tabita, que significa Gacela. Tabita
hacia infinidad de obras buenas y de limosnas. Por
entonces cayó enferma y murió. La lavaron y la pusieron
en la sala de arriba. Lida está cerca de Jafa. Al
enterarse los discípulos de que Pedro estaba allí,
enviaron dos hombres a rogarle que fuera a Jafa sin
tardar. Pedro se fue con ellos. Al llegar a Jafa, lo
llevaron a la sala de arriba, y se le presentaron las
viudas, mostrándole con lágrimas los vestidos y mantos
que hacía Gacela cuando vivía. Pedro mandó salir fuera a
todos. Se arrodilló, se puso a rezar y, dirigiéndose a
la muerta, dijo: – «Tabita, levántate.» Ella abrió los
ojos y, al ver a Pedro, se incorporó. Él la cogió de la
mano, la levantó y, llamando a los santos y a las
viudas, se la presentó viva. Esto se supo por todo Jafa,
y muchos creyeron en el Señor.

Salmo

Sal
115, 12-13. 14-15. 16-17 R. ¿Cómo pagaré al Señor todo
el bien que me ha hecho?

¿Cómo pagaré al Señor

todo el bien que me ha hecho?

Alzaré la copa de la salvación,

invocando su nombre. R/.

Cumpliré al Señor mis
votos

en presencia de todo el pueblo.

Mucho le cuesta al Señor

la muerte de sus fieles. R/.

Señor, yo soy tu siervo,
siervo tuyo,

hijo de tu esclava:

rompiste mis cadenas.

Te ofreceré un sacrificio de alabanza,

invocando tu nombre, Señor. R/.

Evangelio
de hoy

Lectura
del santo evangelio según san Juan 6, 60-69

En aquel tiempo, muchos
discípulos de Jesús, al oirlo, dijeron: -«Este modo de
hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?» Adivinando
Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo: –
«¿Esto os hace vacilar?, ¿y si vierais al Hijo del
hombre subir a donde estaba antes? El Espíritu es quien
da vida; la carne no sirve de nada. Las palabras que os
he dicho son espíritu y vida. Y con todo, algunos de
vosotros no creen.» Pues Jesús sabía desde el principio
quiénes no creían y quién lo iba a entregar. Y dijo: –
«Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí, si el
Padre no se lo concede.» Desde entonces, muchos
discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir
con él. Entonces Jesús les dijo a los Doce: – «¿También
vosotros queréis marcharos?» Simón Pedro le contestó: –
«Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de
vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el
Santo consagrado por Dios.»

Reflexión
del Evangelio del día

Muchos
creyeron en el Señor

Estamos en tiempo de
pascua, en tiempo después de la resurrección de Jesús.
Durante estos días, las primeras lecturas nos suele
hablar de la expansión de lo que hoy llamamos iglesia de
Cristo y cómo iba aumentando de día en día. Aumentó en
tiempo que sufrió persecución, donde San Pablo todavía
no cristiano, perseguía a los seguidores de Jesús. Pero
hoy san Lucas nos relata cómo también se expandía en
tiempo de paz. “En aquellos días, la Iglesia gozaba de
paz en toda Judea, Galilea y Samaría… y se multiplicaba
animada por el Espíritu Santo”.

En este contexto
encontramos a Pedro visitando diversas comunidades. Hoy
le vemos en Lida y Jafa donde realiza dos milagros. En
Lida cura a un paralítico, a Eneas, y en Jafa resucita a
Tabita. “Esto se supo en toda Jafa y muchos creyeron en
el Señor”.

Ya sea en tiempo de
persecución, en tiempo de paz, con ambiente favorable o
adverso, todos los Pedros y Pablos, todos los
predicadores del evangelio, que somos todos los
cristianos, con milagros o con la sola palabra de Dios,
nunca nos debemos predicar a nosotros mismos, sino solo
a Jesucristo muerto y resucitado, nuestro único
Salvador, para que se adentre en el corazón de nuestros
oyentes y les pueda conquistar por su gran amor.

Señor,
¿a quién vamos a acudir?

Jesús, en su intento de
acercarse a nosotros y decirnos quién es, no asegura:
“Si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis
su sangre, no tendréis vida en vosotros. El que come mi
carne y bebe mi sangre tiene la vida eterna y yo lo
resucitaré en el último día”.

Jesús quiere demostrarnos
que nos ama y nos ama hasta el extremo. Y el amor pide
unión con la persona amada. Sabe también que la unión
con él, la amistad con él, es un torrente de vida para
nosotros. Por todo ello, porque es Dios y tiene poder
para ello y porque nos ama, es capaz de inventar la
eucaristía, y hacer del pan y vino eucarísticos su
cuerpo y su sangre para que nosotros lo podemos comer y
beber. Y se produzca la intensa unión vital con él.

A algunos de sus oyentes
les pareció que Jesús se pasaba de la raya. No podían
creer lo que les decía. Sus palabras eran muy duras e
imposibles y dejaron de seguirle. Pero Jesús no se
volvió agrás de su sublime oferta amorosa del pan y vino
eucarísticos. Y tuvo la valentía de preguntar a los que
se quedaron con él si también se querían marchar.
“¿También vosotros queréis marcharos?”. Y Pedro, en
nombre de los seguidores de Jesús de todos los tiempos,
le respondió: “Señor, ¿a quién vamos a acudir. Tú tienes
Palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que
tú eres el Santo consagrado por Dios”.

 

Manuel Fray
Manuel Santos Sánchez

Convento
de Santo Domingo (Oviedo)


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Evangelio del día: Lunes, 29 De Abril

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Lunes, 29 De Abril

Lunes de la segunda semana de Pascua
Calendario ordinario
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Santa Catalina de Siena

,

San Roberto de Molesme
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Libro de los Hechos de los Apóstoles 4,23-31.

Una vez en libertad, los Apóstoles regresaron adonde estaban sus hermanos, y les contaron todo lo que les habían dicho los sumos sacerdotes y los ancianos.
Al oírlos, todos levantaron la voz y oraron a Dios unánimemente: «Señor, tú hiciste el cielo y la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos;
tú, por medio del Espíritu Santo, pusiste estas palabras en labios de nuestro padre David, tu servidor: ¿Por qué se amotinan las naciones y los pueblos hacen vanos proyectos?
Los reyes de la tierra se rebelaron y los príncipes se aliaron contra el Señor y contra su Ungido.
Porque realmente se aliaron en esta ciudad Herodes y Poncio Pilato con las naciones paganas y los pueblos de Israel, contra tu santo servidor Jesús, a quien tú has ungido.
Así ellos cumplieron todo lo que tu poder y tu sabiduría habían determinado de antemano.
Ahora, Señor, mira sus amenazas, y permite a tus servidores anunciar tu Palabra con toda libertad:
extiende tu mano para que se realicen curaciones, signos y prodigios en el nombre de tu santo servidor Jesús».
Cuando terminaron de orar, tembló el lugar donde estaban reunidos; todos quedaron llenos del Espíritu Santo y anunciaban decididamente la Palabra de Dios.

 

Salmo 2,1-3.4-6.7-9.

¿Por qué se amotinan las naciones
y los pueblos hacen vanos proyectos?
Los reyes de la tierra se sublevan,
y los príncipes conspiran
contra el Señor y contra su Ungido:
«Rompamos sus ataduras,
librémonos de su yugo.»
El que reina en el cielo se sonríe;
el Señor se burla de ellos.
Luego los increpa airadamente
y los aterra con su furor:
«Yo mismo establecí a mi Rey
en Sión, mi santa Montaña.»
Voy a proclamar el decreto del Señor:
El me ha dicho: «Tú eres mi hijo,
yo te he engendrado hoy.»
«Pídeme, y te daré las naciones como herencia,
y como propiedad, los confines de la tierra.»
Los quebrarás con un cetro de hierro,
los destrozarás como a un vaso de arcilla»

 

Evangelio según San Juan 3,1-8.

Había entre los fariseos un hombre llamado Nicodemo, que era uno de los notables entre los judíos.
Fue de noche a ver a Jesús y le dijo: «Maestro, sabemos que tú has venido de parte de Dios para enseñar, porque nadie puede realizar los signos que tú haces, si Dios no está con él».
Jesús le respondió: «Te aseguro que el que no renace de lo alto no puede ver el Reino de Dios. «
Nicodemo le preguntó: «¿Cómo un hombre puede nacer cuando ya es viejo? ¿Acaso puede entrar por segunda vez en el seno de su madre y volver a nacer?».
Jesús le respondió: «Te aseguro que el que no nace del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios.
Lo que nace de la carne es carne, lo que nace del Espíritu es espíritu.
No te extrañes de que te haya dicho: ‘Ustedes tienen que renacer de lo alto’.
El viento sopla donde quiere: tú oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni adónde va. Lo mismo sucede con todo el que ha nacido del Espíritu».

 

Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.


Bulle

San Juan de la Cruz (1542-1591)
carmelita descalzo, doctor de la Iglesia
Subida al Monte, libro 2, cap. 5, 5-7 (trad.Obras completas. Maximiliano Herráiz. Ed. Sígueme 1992)

 

«El que ha nacido del Espíritu, es Espíritu»

Porque, como el mismo san Juan dice en otra parte: El que no renaciere en Espíritu santo, no podrá ver este reino de Dios (3,5) que es el estado de perfección. Y renacer en Espíritu santo en esta vida, es tener un alma semejante a Dios en pureza, sin tener en sí alguna mezcla de imperfección, y así se puede hacer pura transformación por participación de unión, aunque no esencialmente.
Y para que se entienda mejor lo uno y lo otro, pongamos una comparación. Está el rayo de sol dando en una vidriera. Si la vidriera tiene algunos velos de manchas o nieblas, no la podrá esclarecer y transformar en su luz totalmente como si estuviera limpia de todas aquellas manchas y sencilla. Antes tanto menos la esclarecerá cuanto ella estuviere menos desnuda de aquellos velos y manchas, y tanto más cuanto más limpia estuviere. Y no quedará por el rayo, sino por ella; tanto, que, si ella estuviere limpia y pura del todo, de tal manera la transformará y esclarecerá el rayo, que parecerá el mismo rayo y dará la misma luz que el rayo. Aunque, a la verdad, la vidriera, aunque se parece al mismo rayo, tiene su naturaleza distinta del mismo rayo; más podemos decir que aquella vidriera es rayo o luz por participación.
Y así, el alma es como esta vidriera, en la cual siempre está embistiendo, o por mejor decir, en ella está morando esta divina luz del ser de Dios por naturaleza, que habemos dicho.
En dando lugar el alma, que es quitar de sí todo velo y mancha de criatura, lo cual consiste en tener la voluntad perfectamente unida con la de Dios, porque el amar es obrar en despojarse y desnudarse por Dios de todo lo que no es Dios, luego queda esclarecida y transformada en Dios.
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Lecturas 2da Semana del Tiempo Pascual

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Evangelio del día y comentarios a la Palabra diaria

Segunda Semana de Pascua

Año Par
Del 29 de abril al 4 de mayo de 2019

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 Lunes   29 de Abril de 2019  

Sois la luz del mundo

Hoy celebramos: Santa Catalina de Siena (29 de Abril)

Primera Lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Juan 1, 5-2, 2

Queridos hermanos: Os anunciamos el mensaje que hemos oído a Jesucristo: Dios es luz sin tiniebla alguna. Si decimos que estamos unidos a él, mientras vivimos en las tinieblas, mentimos con palabras y obras. Pero, si vivimos en la luz, lo mismo que él está en la luz, entonces estamos unidos unos con otros, y la sangre de su Hijo Jesús nos limpia los pecados. Sí decimos que no hemos pecado, nos engañamos y no somos sinceros. Pero, si confesamos nuestros pecados, él, que es fiel y justo, nos perdonará los pecados y nos limpiará de toda injusticia. Si decimos que no hemos pecado, lo hacemos mentiroso y no poseemos su palabra. Hijos míos, os escribo esto para que no pequéis. Pero, si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre: a Jesucristo, el Justo. Él es víctima de propiciación por nuestros pecados, no sólo por los nuestros, sino también por los del mundo entero.

Salmo

Sal 102, 1-2. 3-4. 8-9. 13-14. 17-18a R. Bendice, alma mía, al Señor.

Bendice, alma mía, al Señor,
y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor,
y no olvides sus beneficios. R.

Él perdona todas tus culpas
y cura todas tus enfermedades,
él rescata tu vida de la fosa
y te colma de gracia y de ternura. R.

El Señor es compasivo y misericordioso,
lento a la ira y rico en clemencia;
no está siempre acusando
ni guarda rencor perpetuo. R.

Como un padre siente ternura por sus hijos,
siente el Señor ternura por sus fieles;
porque él conoce nuestra masa,
se acuerda de que somos barro. R.

Pero la misericordia del Señor dura siempre,
su justicia pasa de hijos a nietos,
para los que guardan la alianza. R.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Mateo 11, 25-30

En aquel tiempo, exclamó Jesús: -«Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mí yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera.»

Reflexión del Evangelio del día

La sangre de su Hijo Jesús nos limpia los pecados

Terminada la octava de Pascua, en la que por ocho días hemos celebrado la Resurrección del Señor escuchando lo que los evangelistas nos dicen sobre lo ocurrido el primer día de la semana, las primeras experiencias vividas por los discípulos con el Resucitado, culminando con la aparición al anochecer del primer día de la semana en la que, según San Juan, comunica el Espíritu a los Once. La experiencia Pascual, que la Iglesia vive anualmente, expresa la sorprendente manifestación de un amor entregado que nos vincula a todos con la voluntad salvífica del Padre.

Hoy la Iglesia celebra a Santa Catalina de Siena, virgen laica de la Orden de Predicadores, doctora de la Iglesia y patrona de Europa. Y al recordar a esta mujer completamente entregada a Jesucristo y a su Iglesia,  reconocemos que desde la experiencia vivida por ella, somos animados a dejarnos iluminar por la Palabra y a tratar de vivir como hijos de la luz.

Vivir en la luz

El apóstol San Juan nos ha señalado en su primera carta, la necesidad de la coherencia entre lo que decimos y lo que vivimos. No estamos, ciertamente, en la plenitud de la perfección, sino en camino y por lo mismo en medio de los desalientos que pueden asaltarnos por las múltiples circunstancias adversas en que estamos insertos. El mensaje recibido: “Dios es luz sin ninguna oscuridad”, abre un acceso nuevo para todos los que lo acogen. En medio de las tinieblas ha brillado la luz de Jesucristo resucitado. Una luz que no deslumbra sino que capacita para mirar con ojos nuevos la realidad de todas las cosas, la creación nueva que ha comenzado a existir gracias a la muerte y resurrección de Cristo. Esta iluminación interior recibida mediante el bautismo por el que somos incorporados a la muerte y resurrección de Jesús, nos  vincula con él y establece la comunión de vida con los hermanos. Juan dirá: “entonces estamos unidos unos con otros y la sangre de Cristo nos limpia los pecados”.

Reconocer nuestra condición de pecadores y la necesidad de ser lavados en la sangre de Cristo es situarse en la verdad. Una verdad, la de Cristo, que produce la liberación interior y capacita e impulsa a vivir en la libertad de los hijos de Dios. Negar que somos pecadores nos aparta de Cristo y nos priva de participar como beneficiarios de la obra de la redención. ¡Oh, feliz culpa, que mereció tal redentor! cantamos en la noche santa de la Pascua. El jubiloso pregón pascual que aclama al Señor resucitado, vencedor de la muerte y dador de la plenitud de la gracia inunda de alegría y nos pone en misión para comunicar esta alegría de modo que contagie a los otros y sea notoria su causa: El Señor ha resucitado, por eso ¡alégrate!

Sois la luz del mundo

Mateo en el sermón de la montaña recoge esta afirmación de Jesús. Los discípulos son luz del mundo y sal de la tierra. Lo son porque han acogido su palabra, a él mismo que es la Palabra salida de la boca de Dios, en la que está la vida que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. Sólo se puede iluminar desde la acogida de la Palabra y el deseo de estar en comunión con ella. Catalina de Siena se lo dirá a sus sobrinas en Montepulciano en cuyo monasterio dominicano vivían: “todo lo que se hace con santo deseo y amor de Dios es oración” o lo que es lo mismo: todo lo que se desea por el amor de Dios nos mantiene en comunión con El y si esto ocurre, no cabe duda que se acrecentará la comunión fraterna. No se puede separar esta vida de intimidad con Dios de la comunión en la que Cristo nos ha establecido. La entrega de su vida para reunir a los hijos de Dios dispersos genera la perfecta comunión a la que tenemos que aspirar.

La santa de Siena así lo vivió y trabajó hasta consumirse para que la Iglesia, Esposa de Cristo, superara todas las situaciones que empañaban esta calidad de vida y misión. Canta a la Sangre de Cristo en la que hemos sido redimidos. La invoca para que la Comunidad cristiana sea consciente de lo que ha recibido y administra en favor de todos los hombres.

Estamos en medio del mundo para ser luz del mundo. Se nos ha dicho por el Señor: “Alumbre así vuestra luz a los hombres para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo”. Por lo tanto ha de ser notorio para todos lo que hemos recibido y debemos considerar que esconderlo nos degrada y hace inútiles.

Santa Catalina en su tiempo actuó enérgicamente en todos los estamentos sociales y eclesiales, alertando a unos y otros para que se dejaran amar por Dios. Su compromiso con todos y en favor de todos nos alienta a los bautizados y a los que compartimos con  ella el carisma de la Predicación.

Antonio Fr. Antonio Bueno Espinar O.P.

Convento de Santa Cruz la Real (Granada)

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 Martes   30 de Abril de 2019  

Tenéis que nacer de nuevo

Hoy celebramos: San Pio V (30 de Abril)

Primera Lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 4, 32-37

En el grupo de los creyentes todos pensaban y sentían lo mismo: lo poseían todo en común y nadie llamaba suyo propio nada de lo que tenía. Los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con mucho valor. Y Dios los miraba a todos con mucho agrado. Ninguno pasaba necesidad, pues los que poseían tierras o casas las vendían, traían el dinero y lo ponían a disposición de los apóstoles; luego se distribuía según lo que necesitaba cada uno. José, a quien los apóstoles apellidaron Bernabé, que significa Consolado, que era levita y natural de Chipre, tenía un campo y lo vendió; llevó el dinero y lo puso a disposición de los apóstoles.

Salmo

Sal 92, lab. 1c-2. 5 R. El Señor reina, vestido de majestad.

El Señor reina, vestido de majestad,
el Señor, vestido y ceñido de poder. R/.

Así está firme el orbe y no vacila.
Tu trono está firme desde siempre,
y tú eres eterno. R/.

Tus mandatos son fieles y seguros;
la santidad es el adorno de tu casa,
Señor, por días sin término. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Juan 3, 5a. 7b-15

En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo: -«Tenéis que nacer de nuevo; el viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu.» Nicodemo le preguntó: – «¿Cómo puede suceder eso?» Le contestó Jesús: – « Y tú, el maestro de Israel, ¿no lo entiendes? Te lo aseguro, de lo que sabemos hablamos; de lo que hemos visto damos testimonio, y no aceptáis nuestro testimonio. Si no creéis cuando os hablo de la tierra, ¿cómo creeréis cuando os hable del cielo? Porque nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna.»

Reflexión del Evangelio del día

Un solo corazón y una sola alma

La Pascua es la fiesta de la vida y el Evangelio nos dice que la vida eterna nos viene de Cristo elevado en la Cruz. Esta fiesta hemos de manifestarla con conductas similares a las de la primera comunidad de Jerusalén, presentarnos con conductas parecidas a las que tenían los apóstoles, ya que la comunidad es lugar de encuentro, de compartir la oración, de sintonizar con los sentimientos de Jesús.

El tema principal de estos versículos del Libro de los Hechos de los Apóstoles es el de la comunidad de bienes y aquí Lucas insiste en la renuncia efectiva de las riquezas. La primera lectura de hoy nos propone el ejemplo que vivía la comunidad apostólica y sus manifestaciones de fe como la unión fraterna, el compartir los bienes, la valentía de dar testimonio del Resucitado. Ahora continuamos “esta obra” cuando vivimos el mensaje de los apóstoles porque Cristo está con nosotros.

Los creyentes tenían un solo corazón y una sola alma, ideal de Dios para con los hombres y mujeres, reproduciendo sobre la tierra las relaciones de amor de la Trinidad. La fraternidad, la alegría, la comunión son aspiraciones de la humanidad y forman parte del plan de Dios con nosotros. La comunión espiritual, de alma y corazón, de pensamientos y sentimientos, son las formas de concretar nuestra unión, una unidad encarnada, un estilo de vida evangélica.

Conversando con el Hijo del hombre

Jesús dialoga con Nicodemo, conversan a medianoche, presentando cuestiones mutuamente uno a otro y con respuestas profundas. Nicodemo era fariseo, magistrado judío; Jesús le llama maestro en Israel y aun siendo “un sabio” para el pueblo no comprende lo que le quiere revelar, afirmando que nadie puede realizar los signos que Jesús realiza si Dios no está con Él. Estos versículos muestran nuestra incredulidad subrayando las reacciones humanas frente a las afirmaciones divinas y, mostrando la responsabilidad del que no cree cuando se afirma “no recibís mi testimonio”.

El Evangelio invita a descubrir la vida eterna que ofrece el Hijo de Dios a todos los que crean en Él. A través de la conversación de Jesús con Nicodemo somos invitados a creer por nuestra fe en Cristo, que habla de lo que sabe y de lo que ha visto.

En la Orden de Predicadores recordamos a un hermano nuestro, italiano, fraile dominico del siglo XVI, que siendo elegido Romano Pontífice mantuvo su nombre y el hábito dominicano: Pío V, Papa; (desde entonces el Santo Padre viste de blanco). Este santo dominico vivió en su misma vida el mensaje que nos comunican las lecturas: vivió en comunidad anunciando el Evangelio. Y parafraseando al salmista nos atrevemos a decir: “la santidad es el adorno de nuestra casa”.

Nosotros, ¿hablamos de lo que conocemos? ¿Damos testimonio de lo que hemos visto?

¿Somos capaces de pensar y sentir lo mismo, aceptando el testimonio de Jesús?

Solo se puede amar lo que se conoce. Viviendo en comunidad (familiar, eclesial, laboral) nos amamos fraternalmente. Y porque Jesucristo está en medio de nosotros, podemos seguir viviendo el mensaje apostólico. 

Dominicas Monjas Dominicas Contemplativas

Monasterio Stma. Trinidad y Sta. Lucía (Orihuela)

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 Miércoles   1 de Mayo de 2019  

El que realiza la verdad se acerca a la luz

Primera Lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 5, 17-26

En aquellos días, el sumo sacerdote y los de su partido -la secta de los saduceos-, llenos de envidia, mandaron prender a los apóstoles y meterlos en la cárcel común. Pero, por la noche, el ángel del Señor les abrió las puertas de la celda y los sacó fuera, diciéndoles: – «ld al templo y explicadle allí al pueblo íntegramente este modo de vida.» Entonces ellos entraron en el templo al amanecer y se pusieron a enseñar. Llegó entre tanto el sumo sacerdote con los de su partido, convocaron el Sanedrín y el pleno de los ancianos israelitas, y mandaron por los presos a la cárcel. Fueron los guardias, pero no los encontraron en la celda, y volvieron a informar: – «Hemos encontrado la cárcel cerrada, con las barras echadas, y a los centinelas guardando las puertas; pero, al abrir, no encontramos a nadie dentro.» El comisario del templo y los sumos sacerdotes no atinaban a explicarse qué había pasado con los presos. Uno se presentó, avisando: – «Los hombres que metisteis en la cárcel están ahí en el templo y siguen enseñando al pueblo.» El comisario salió con los guardias y se los trajo, sin emplear la fuerza, por miedo a que el pueblo los apedrease.

Salmo

Sal 33, 2-3. 4-5. 6-7. 8-9 R. Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha.

Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren. R/.

Proclamad conmigo la grandeza del Señor,
ensalcemos juntos su nombre.
Yo consulté al Señor, y me respondió,
me libró de todas mis ansias. R/.

Contempladlo, y quedaréis radiantes,
vuestro rostro no se avergonzará.
Si el afligido invoca al Señor,
él lo escucha y lo salva de sus angustias. R/.

El ángel del Señor acampa en torno a sus fieles
y los protege.
Gustad y ved qué bueno es el Señor,
dichoso el que se acoge a él. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Juan 3, 16-21

Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios. El juicio consiste en esto: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra perversamente detesta la luz y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras. En cambio, el que realiza la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.

Reflexión del Evangelio del día

Palabras de vida

Aún impactados por los atentados en Sri Lanka y en el marco de las reivindicaciones de justicia económica y social propias del primero de Mayo, los textos que nos propone la liturgia adquieren vigencia e intensidad. Vigencia, porque las persecuciones a los cristianos causan, incluso, muchas más víctimas en nuestros tiempos, que en la época de las persecuciones a los primeros cristianos. Intensidad, porque las repercusiones de esta violencia religiosa, junto con la intolerancia y fanatismo que la genera, producen una sensación de inseguridad, desconcierto, sinrazón e impotencia muy fuertes.

El texto de los Hechos de los Apóstoles narra el encarcelamiento de los apóstoles por mandato del sumo sacerdote y los saduceos, por “un arrebato de celo”. Para los judíos más ortodoxos, fieles custodios de un fuerte monoteísmo, la doctrina cristiana de un Dios-hombre es una herejía intolerable. Y, frente a los romanos, debían también mantener el orden social suprimiendo cualquier peligro de sedición. Pero la fuerza de vida del Resucitado no se puede encerrar en ninguna cárcel. Va más allá de cualquier religión, política, institución, poder o interés. En la noche de las intrigas y el uso de la fuerza, “el ángel del Señor abrió las puertas de la cárcel”. Y aquel amanecer, en el templo mismo, los apóstoles se pusieron a enseñar, como el ángel les había dicho: “…explicad al pueblo todas estas palabras de vida”.

Aquellos que pensaron que podían encerrar fácilmente la vida nueva, se quedaron desconcertados. Ellos, que son quienes pretenden imponer la oscuridad de sus miedos y recelos a perder relevancia o poder a aquellos que sienten como amenaza, se desorientan cuando las cosas se salen de sus manos y de su lógica. Las palabras de vida  desconciertan al mal, lo mismo que el amor desconcierta al odio, el bien a la maldad. Las palabras de vida abren las puertas de la esperanza, el futuro, la justicia, las posibilidades de superar todo aquello que margina y roba la dignidad del ser humano.

Obras de la luz

El mal, cualquier mal, nunca tendrá la última palabra. Dios ya la ha dicho en Jesucristo, con su muerte. “La Palabra de Dios ya fue cumplida. El silencio de Dios está a la espera del amor de los hombres, y él quisiera que esa Palabra fuera recibida, y en comunión de amor por siempre fuera plenitud de su don que a todos diera”, reza el himno del Sábado Santo. El texto del Evangelio de Juan insiste en la misión salvadora de Jesucristo, Unigénito de Dios, la luz que ilumina la verdad, el bien, a los justos.

Hoy tenemos presente un hombre justo, el hombre que va a marcar el origen humilde y trabajador de Jesús. El contraste de la figura del carpintero José, en una lejana aldea, con la potente imagen del Hijo de Dios como luz y salvación, tiene su punto de encuentro en la expresión tan joánica de “obrar la verdad”. José es la imagen del hombre que obra según Dios. El amor sincero y leal, y la confianza en el Dios de la vida y la esperanza, marcaron su compromiso con aquella familia sobrevenida de lo alto. La dignidad de cada persona sencilla que vive y trabaja en lo cotidiano, comprometida con el bien de todos, ilumina con mucha claridad por dónde va eso de obrar la verdad.

No quiere luz quien obra mal. La lucha por la justicia, la igualdad, los derechos humanos, sociales y políticos, la dignidad en las condiciones de vida y trabajo para todos, el fin de la explotación de los seres humanos y la Tierra, no pueden ser temas ajenos a la fe. Son parte esencial de la misma, porque acoger la luz que es la Palabra, y no preferir la tiniebla que siembra el mal obrar en este mundo, implica comprometerse con las obras “hechas según Dios”.

Quiero terminar con una palabras del papa Francisco en su Encíclica “Lumen Fidei” n.50. “No se trata sólo de una solidez interior, una convicción firme del creyente; la fe ilumina también las relaciones humanas, porque nace del amor y sigue la dinámica del amor de Dios. El Dios digno de fe construye para los hombres una ciudad fiable”.

Águeda Hna. Águeda Mariño Rico O.P.

Congregación de Santo Domingo

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 Jueves   2 de Mayo de 2019  

El que acepta su testimonio certifica la veracidad de Dios

Hoy celebramos: San Atanasio (2 de Mayo)

Primera Lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 5,27-33

En aquellos días, los guardias condujeron a los apóstoles a presencia del Sanedrín, y el sumo sacerdote les interrogó: -«¿No os habíamos prohibido formalmente enseñar en nombre de ése? En cambio, habéis llenado Jerusalén con vuestra enseñanza y queréis hacernos responsables de la sangre de ese hombre.» Pedro y los apóstoles replicaron: – «Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien vosotros matasteis, colgándolo de un madero. La diestra de Dios lo exaltó, haciéndolo jefe y salvador, para otorgarle a Israel la conversión con el perdón de los pecados. Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo, que Dios da a los que le obedecen.» Esta respuesta los exasperó, y decidieron acabar con ellos.

Salmo

Sal 33, 2 y 9. 17-18. 19-20 R. Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha.

Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca.
Gustad y ved qué bueno es el Señor,
dichoso el que se acoge a él. R/.

El Señor se enfrenta con los malhechores,
para borrar de la tierra su memoria.
Cuando uno grita, el Señor lo escucha
y lo libra de sus angustias. R/.

El Señor está cerca de los atribulados,
salva a los abatidos.
Aunque el justo sufra muchos males,
de todos lo libra el Señor. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Juan 3, 31-36

El que viene de lo alto está por encima de todos. El que es de la tierra es de la tierra y habla de la tierra. El que viene del cielo está por encima de todos. De lo que ha visto y ha oído da testimonio, y nadie acepta su testimonio. El que acepta su testimonio certifica la veracidad de Dios. El que Dios envió habla las palabras de Dios, porque no da el Espíritu con medida. El Padre ama al Hijo y todo lo ha puesto en su mano. El que cree en el Hijo posee la vida eterna; el que no crea al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios pesa sobre él.

Reflexión del Evangelio del día

Obedecer a Dios antes que a los hombres

Los apóstoles ante la autoridad del Sanedrín ponen por encima de ella la obediencia a Dios. Cumplir la voluntad de Dios es más importante que cualquier prohibición humana que ostente autoridad.

No pierden la ocasión de recordarles que ellos fueron los que mataron en un madero al autor de la vida. Y Dios lo resucitó, nombrándolo jefe y salvador para otorgarle a Israel la conversión con el perdón de los pecados.

Esta es una síntesis de la fe apostólica que sitúa a los apóstoles en una dimensión de testimonio por medio del Espíritu que Dios da a los que le obedecen.

Los Apóstoles han abandonado el miedo, todo tipo de sucesos milagrosos le están ocurriendo, nada impide su predicación, ni siquiera el hecho de haber sido encerrados impidió que predicasen en el templo.

El abandono del miedo es el origen de la superación, es el momento de la fe, de los actos de amor, de cómo afrontar cada acontecimiento de dolor. El abandono del miedo es el origen de la libertad, de la expresión libre de nuestra fe. El abandono del miedo nos sitúa en el testimonio de la vida, podemos dar testimonio de todo cuanto amamos porque ya no hay nada que coarte su expresión.

El abandono del miedo a veces nos conduce a enfrentamientos, porque supone un cambio personal importante, que confundirá a quienes van a impedir que esos cambios sucedan. Es lo que se llama la resistencia al cambio. La gente procurará verte siempre con la idea que tienen prefijada en su mente, y toda disonancia conducirá a una tensión.

El abandono del miedo nos introduce en el camino del coraje. Habrá cosas impensables para ti a las que hoy te atreves a contradecir. El coraje y la fuerza se mostrarán más contundentes a la hora de afrontar los problemas. Ya no hay parálisis, ahora todo es creatividad y camino por andar.

El que acepta su testimonio certifica la veracidad de Dios

Hay verdades en la vida en las que uno cae en la cuenta por el mero hecho de experimentar la caducidad de las promesas hechas por los hombres. A esas verdades nos aferramos como si fuera el único testimonio que existe.

Sin embargo, hay una verdad que brota de la fe, la que da testimonio de la vida de Dios, la que se expresa con el amor y el perdón, la que nunca renuncia a los gestos de misericordia, la verdad que expresa la bondad de Dios en la piel de aquellos que se desviven en los caminos de la pobreza y del abatimiento humano. Todo árbol caído encierra en él una esperanza. La esperanza de volver a levantarse. Así pasa con el ser humano. La fe que certifica la veracidad de Dios es aquella que es capaz de levantarse para vivir.

Dios nos llama a la vida, a una vida renovada, nos resucita en el aliento vital que nos ofreció en la creación. Nos revitaliza en la fe y en la esperanza con la resurrección.

Pidamos llenos de confianza para que cada día sepamos ver la contante vocación a la vida que el resucitado nos ofrece.

Alexis Fr. Alexis González de León O.P.

Convento de San Pablo y San Gregorio (Valladolid)

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 Viernes   3 de Mayo de 2019  

Yo soy el camino, y la verdad, y la vida

Hoy celebramos: Santos Felipe y Santiago (3 de Mayo)

Primera Lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 15, 1-8

Os recuerdo, hermanos, el Evangelio que os proclamé y que vosotros aceptasteis, y en el que estáis fundados, y que os está salvando, si es que conserváis el Evangelio que os proclamé; de lo contrario, se ha malogrado vuestra adhesión a la fe.
Porque lo primero que yo os transmití, tal como lo había recibido, fue esto: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; que se le apareció a Cefas y más tarde a los Doce; después se apareció a más de quinientos hermanos juntos, la mayoría de los cuales viven todavía, otros han muerto; después se le apareció a Santiago, después a todos los apóstoles; por último, se me apareció también a mí.

Salmo

Sal 18, 2-3. 4-5 R. A toda la tierra alcanza su pregón

El cielo proclama la gloria de Dios,
el firmamento pregona la obra de sus manos:
el día al día le pasa el mensaje,
la noche a la noche se lo susurra. R.

Sin que hablen,
sin que pronuncien, s
in que resuene su voz,
a toda la tierra alcanza su pregón,
y hasta los límites del orbe su lenguaje. R.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Juan 14, 6-14

En aquel tiempo, dijo Jesús a Tomás:
-«Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí. Si me conocéis a mi, conoceréis también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto.»
Felipe le dice:
-«Señor, muéstranos al Padre y nos basta.»
Jesús le replica:
-«Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mi ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: «Muéstranos al Padre» ? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, hace sus obras, Creedme: yo estoy en el Padre, y el Padre en mí. Si no, creed a las obras. Os lo aseguro: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores. Porque yo me voy al Padre; y lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo.
Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré. »

Reflexión del Evangelio del día

La Resurrección, nuestra razón de ser

Hoy San Pablo nos dice de manera rotunda cual es el pilar fundamental de nuestra Fe: que Cristo resucitó y vive. Así de claro, así de sencillo ¡Y así de grande! En su carta a los Corintios les recuerda lo que les había predicado cuando estuvo con ellos: la Pasión y muerte de Jesús y su Resurrección y que todo fue para el perdón de nuestros pecados. Les relata las personas que vieron al Maestro y dieron testimonio de que estaba vivo, como queriendo reforzar sus palabras, estamos en los primeros momentos de la Iglesia y muchos de los que fueron testigos del paso de Cristo por la tierra aún vivían.

Y el mismo San Pablo narra como también a él    se le apareció. El Apóstol ha sido testigo en primera persona de que Jesús está con nosotros. Y nos recuerda que es en eso precisamente en lo que se fundamenta nuestra Fe, en un Dios vivo, cercano y presente. Con esa confianza debemos abordar nuestras relaciones con Dios.

Nuestro cimiento es la fe

Tomás y Felipe nos dan la oportunidad de conocer un poco más a Jesús. Ellos le exponen sus dudas al Maestro y Él les da una respuesta que solo desde el corazón podemos entender: La unidad del Padre y el Hijo, “Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre”. Y va más allá al decirles, al decirnos, que si no creemos en sus palabras creamos en las obras: “El Padre, que permanece en mí, hace sus obras. Creedme, yo estoy en el Padre y el Padre en mí. Si no, creed a las obras”. El Dogma de la Santísima Trinidad (muy presente en este pasaje, pienso que es el Espíritu Santo el que inspira a Jesús y mueve a Jesús) es muy difícil de entender por nosotros, pero basta con escuchar atentamente las palabras de Cristo para abandonarnos a su confianza y creer sin miedo y sin reservas.

Y una vez más Cristo nos anima a pedir con confianza, a orar con la seguridad de que seremos escuchados y atendidos: “…Y lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo” Es una prueba más del amor infinito que nos tiene Dios, de su Misericordia para con nosotros. Podemos no entender, podemos dudar, pero siempre tenemos que tener la certeza de que la mano tendida del Padre nos aguarda. Sé que son cosas difíciles de comprender, por eso os animo a que perseveréis en la Fe, que pidáis Fe a Cristo. La Fe es la roca fuerte en la que cimentar nuestra vida, la palanca que moverá nuestro corazón en el camino hacia a Dios y en nuestras relaciones con los demás.

“Yo soy el camino, la verdad y la vida” dice Jesús al inicio de este pasaje….” “Quien a Dios tiene, nada le falta” nos dirá Santa Teresa. Camino, Verdad y Vida ¿Qué más podemos necesitar?

Luis D. Luis Maldonado Fernández de Tejada, OP

Fraternidad Laical de Santo Domingo, de Almagro

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 Sábado   4 de Mayo de 2019  

Soy yo, no temáis

Hoy celebramos: Beata Emilia Bichieri (4 de Mayo)

Primera Lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 6, 1-7

En aquellos días, al crecer el número de los discípulos, los de lengua griega se quejaron contra los de lengua hebrea, diciendo que en el suministro diario no atendían a sus viudas. Los Doce convocaron al grupo de los discípulos y les dijeron: – «No nos parece bien descuidar la palabra de Dios para ocuparnos de la administración. Por tanto, hermanos, escoged a siete de vosotros, hombres de buena fama, llenos de espíritu y de sabiduría, y los encargaremos de esta tarea: nosotros nos dedicaremos a la oración y al ministerio de la palabra.» La propuesta les pareció bien a todos y eligieron a Esteban, hombre lleno de fe y de Espíritu Santo, a Felipe, Prócoro, Nicanor, Timón, Parmenas y Nicolás, prosélito de Antioquía, Se los presentaron a los apóstoles y ellos les impusieron las manos orando. La palabra de Dios iba cundiendo, y en Jerusalén crecía mucho el número de discípulos; incluso muchos sacerdotes aceptaban la fe.

Salmo

Sal 32, 1-2. 4-5. 18-19 R. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti.

Aclamad, justos, al Señor,
que merece la alabanza de los buenos.
Dad gracias al Señor con la cítara,
tocad en su honor el arpa de diez cuerdas. R/.

Que la palabra del Señor es sincera,
y todas sus acciones son leales;
él ama la justicia y el derecho,
y su misericordia llena la tierra. R/.

Los ojos del Señor están puestos en sus fieles,
en los que esperan en su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y reanimarlos en tiempo de hambre.R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Juan 6, 16-21

Al oscurecer, los discípulos de Jesús bajaron al lago, embarcaron y empezaron a atravesar hacia Cafárnaún. Era ya noche cerrada, y todavía Jesús no los había alcanzado; soplaba un viento fuerte, y el lago se iba encrespando. Habían remado unos cinco o seis kilómetros, cuando vieron a Jesús que se acercaba a la barca, caminando sobre el lago, y se asustaron. Pero él les dijo: – «Soy yo, no temáis.» Querían recogerlo a bordo, pero la barca tocó tierra en seguida, en el sitio a donde iban.

Reflexión del Evangelio del día

La Palabra de Dios iba cundiendo

Ser cristiano lleva consigo fundamentalmente dos cosas: predicar, escuchar la Palabra de Dios y cumplir la Palabra predicada. Ya desde los primeros tiempos del cristianismo  hubo dificultades para llevar a cabo estas dos tareas. La primera lectura nos muestra un pequeño conflicto de convivencia entre los cristianos provenientes del judaísmo y los provenientes de los gentiles con la consecuencia de que las viudas de estos últimos no eran debidamente atendidas.

Se reunió “el grupo de los discípulos” y encontraron una solución, una solución cristiana, atendiendo tanto a la predicación de la Palabra como a sus consecuencias prácticas de atención a las viudas para lo que eligieron a siete hombres “de buena fama, llenos de espíritu de sabiduría”.

También los cristianos del siglo XXI debemos estar atentos para alimentar nuestra vida “devorando” la Palabra de Dios y viviendo todo lo que nos indica para que la ilusión y la esperanza aniden en nuestros corazones y todos los que nos rodean vean que es Cristo, el que es la Palabra, el que mueve nuestra existencia… y se animen a  aceptar nuestra fe.

Soy yo, no temáis

Mateo y Marcos amplían la versión de Juan de este pasaje. Después de la multiplicación de los panes y los peces, Jesús mandó a sus discípulos ir en la barca a la otra orilla del lago, mientras él despedía a la gente y se retiraba al monte a orar. Más tarde fue a su encuentro andando sobre las aguas de lago, que se había encrespado. Los discípulos no le reconocieron y pensaron que era un fantasma hasta que Jesús les serenó: “Soy yo, no temáis”. Y la paz volvió a sus corazones. Jesús no les había abandonado. Seguía con ellos.

Una lección más de Jesús  para sus seguidores de cualquier época, sobre todo, en tiempo de resurrección. Jesús resucitado está dispuesto a no abandonarnos nunca a lo largo de nuestra existencia terrena. Nada ni nadie será capaz de separarnos de su amor, de su presencia, de su ayuda. En momentos de zozobra y de oscuridad, él saldrá a nuestro encuentro para decirnos: “Soy yo, no temáis”, sigo con vosotros.

Manuel Fray Manuel Santos Sánchez

Convento de Santo Domingo (Oviedo)

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2do Domingo de Pascuas

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Homilía II Domingo de Pascua

28 de abril de 2019 – Ciclo C

Paz a vosotros

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  Introducción

El haber experimentado el encuentro con el Señor, viéndolo vivo, en medio de la comunidad, en fraternidad cercana, dejándose ver y tocar, nos permite descubrir  que en la historia, todo ser humano es necesario. Nos debemos unos a otros para hacer verdad y encarnar la alegría del Evangelio en el momento presente.

Esta es nuestra fe, o su fruto. Vivir en la confianza de sabernos amados y descubrir que cada uno de los hermanos estamos llamados a compartir experiencias de Evangelio en la historia que nos toca vivir. Ante todo encarnar la misericordia que se nos ha dado.

Sin cerrarnos al miedo de lo que es distinto, diferente o desconocido.  Pues toda comunidad humana cerrada en sí misma, enrocada, aherrojada, narcisista tal vez. Necesita aires nuevos, los aires con olores distintos, de la multitud de personas que en su dignidad reclaman y necesitan del Señor Resucitado.

De éste Señor Misericordia infinita en la que nos distingue y conoce. Haciéndose hermano, hermana, padre o madre en cada necesidad humana. Devolviéndonos nuestro propio rostro. El rostro que, en cada uno de nosotros, el Padre descubre a su propio Hijo.

Carmelo D. Carmelo Lara Ginés O.P.

Parroquias de Abengibre y Casas Ibáñez (Albacete)

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  Lecturas

Primera Lectura

Lectura de los Hechos de los Apóstoles 5, 12-16

Los Apóstoles hacían muchos signos y prodigios en medio del pueblo.
Los fieles se reunían de común acuerdo en el pórtico de Salomón; los demás no se atrevían a juntárseles, aunque la gente se hacía lenguas de ellos; más aún, crecía el número de los creyentes, hombres y mujeres, que se adherían al Señor. La gente sacaba los enfermos a la calle, y los ponía en catres y camillas, para que al pasar Pedro, su sombra por lo menos cayera sobre alguno.Mucha gente de los alrededores acudía a Jerusalén llevando enfermos y poseídos de espíritu inmundo, y todos se curaban.

Salmo

Sal 117, 2-4. 22-24. 25-27a R. Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.

Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia.
Diga la casa de Aarón:
eterna es su misericordia.
Digan los fieles del Señor:
eterna es su misericordia. R.

La piedra que desecharon los arquitectos,
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.
Este es el día en que actuó el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo. R.

Señor, danos la salvación,
Señor, danos prosperidad.
Bendito el que viene en nombre del Señor,
os bendecimos desde la casa del Señor;
el Señor es Dios: él nos ilumina. R.

Segunda Lectura

Lectura del libro del Apocalipsis 1, 9-11a. 12-13. 17-19

Yo, Juan, vuestro hermano y compañero en la tribulación,
en el reino y en la esperanza en Jesús,
estaba desterrado en la isla de Patmos,
por haber predicado la palabra de Dios
y haber dado testimonio de Jesús.
Un domingo caí en éxtasis
y oí a mis espaldas una voz potente, como una trompeta,
que decía:
Lo que veas escríbelo en un libro,
y envíaselo a las siete iglesias de Asia.
Me volví a ver quién me hablaba,
y al volverme, vi siete lámparas de oro,
y en medio de ellas una figura humana,
vestida de larga túnica
con un cinturón de oro a la altura del pecho.
Al verla, caí a sus pies como muerto.
El puso la mano derecha sobre mí y dijo:
–No temas: Yo soy el primero y el último,
yo soy el que vive.
Estaba muerto, y ya ves, vivo por los siglos de los siglos;
y tengo las llaves de la Muerte y del Infierno.
Escribe, pues, lo que veas:
lo que está sucediendo
y lo que ha de suceder más tarde.

Evangelio del día

Lectura del santo Evangelio según San Juan 20, 19-31

Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa con las puertas cerradas, por miedo a los judíos.
Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
–Paz a vosotros.
Y diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
–Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.
Y dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:
–Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados les quedan perdonados; a quienes se los retengáis les quedan retenidos.
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían:
–Hemos visto al Señor.
Pero él les contestó:
–Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo:
–Paz a vosotros.
Luego dijo a Tomás:
–Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.
Contestó Tomás:
–¡Señor mío y Dios mío!
Jesús le dijo:
–¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su Nombre.

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  Comentario bíblico

Comentario bíblico de: Fray Miguel de Burgos Núñez
También puede ver el de: Fr. Gerardo Sánchez Mielgo

La fe en la Resurrección no es puro personalismo

Iª Lectura: Hechos (5, 12-16).

Pertenece al conjunto llamado de los sumarios, en los que Lucas presenta una visión de conjunto de la vida de la comunidad primitiva y su crecimiento. El fragmento de hoy subraya especialmente el testimonio apostólico, sobre todo a través de signos y prodigios (como lo hacía Jesús) y la reacción de los que recibían el beneficio o de los que lo presenciaban.

Fuente: Gerardo Sánchez Mielgo, OP

IIª Lectura: Apocalipsis (1, 9-19).

El fragmento recoge la primera visión-vocación del profeta. El libro del Apocalipsis nos va a acompañar, como segunda lectura. durante toda la cincuentena pascual. Por eso es necesario recordar brevemente que este escrito pertenece a un género literario peculiar: a través de visiones, a veces desconcertantes y complejas en su interpretación, intenta afirmar algunas verdades fundamentales. Se recurre a ese modo de expresión para consolar en momentos difíciles y de persecución. El autor intenta mostrar o presentar al lector algunas verdades centrales: la Iglesia es perseguida como lo fue su Maestro y Señor (el Cordero degollado); en medio de la persecución es invitada a contemplar que el Cordero degollado está vivo ante el trono del Todopoderoso; por tanto, es posible mantener la fidelidad al Evangelio movidos por una gran esperanza.

Fuente: Gerardo Sánchez Mielgo, OP

IIIª Lectura (Jn 20, 19-31): ¡Señor mío! La resurrección se cree, no se prueba

III.1. El texto es muy sencillo, tiene dos partes (vv. 19-23 y vv. 26-27) unidas por la explicación de los vv. 24-25 sobre la ausencia de Tomás. Las dos partes inician con la misma indicación sobre los discípulos reunidos y en ambas Jesús se presenta con el saludo de la paz (vv. 19.26). Las apariciones, pues, son un encuentro nuevo de Jesús resucitado que no podemos entender como una vuelta a esta vida. Los signos de las puertas cerradas por miedo a los judíos y cómo Jesús las atraviesa, “dan que pensar”, como dice Ricoeur, en todo un mundo de oposición entre Jesús y los suyos, entre la religión judía y la nueva religión de la vida por parte de Dios. La “verdad” del texto que se nos propone, no es una verdad objetivable, empírica o física, como muchas veces se propone en una hermenéutica apologética de la realidad de la resurrección. Vivimos en un mundo cultural distinto, y aunque la fe es la misma, la interpretación debe proponerse con más creatividad.

III.2. El “soplo” sobre los discípulos recuerda acciones bíblicas que nos hablan de la nueva creación, de la vida nueva, por medio del Espíritu. Se ha pensado en Gn 2,7 o en Ez 37. El espíritu del Señor Resucitado inicia un mundo nuevo, y con el envío de los discípulos a la misión se inaugura un nuevo Israel que cree en Cristo y testimonia la verdad de la resurrección. El Israel viejo, al que temen los discípulos, está fuera de donde se reúnen los discípulos (si bien éstos tienen las puertas cerradas). Será el Espíritu del resucitado el que rompa esas barreras y abra esas puertas para la misión. En Juan, “Pentecostés” es una consecuencia inmediata de la resurrección del Señor. Esto, teológicamente, es muy coherente y determinante.

III.3. La figura de Tomás es solamente una actitud de “anti-resurrección”; nos quiere presentar las dificultades a que nuestra fe está expuesta; es como quien quiere probar la realidad de la resurrección como si se tratara de una vuelta a esta vida. Algunos todavía la quieren entender así, pero de esa manera nunca se logrará que la fe tenga sentido. Porque la fe es un misterio, pero también es relevante que debe tener una cierta racionalidad (fides quaerens intellectum), y en una vuelta a la vida no hay verdadera y real resurrección. Tomás, uno de los Doce, debe enfrentarse con el misterio de la resurrección de Jesús desde sus seguridades humanas y desde su soledad, porque no estaba con los discípulos en aquel momento en que Jesús, después de la resurrección, se les hizo presente, para mostrarse como el Viviente. Este es un dato que no es nada secundario a la hora de poder comprender el sentido de lo que se nos quiere poner de manifiesto en esta escena: la fe, vivida desde el personalismo, está expuesta a mayores dificultades. Desde ahí no hay camino alguno para ver que Dios resucita y salva.

III.4. Tomás no se fía de la palabra de sus hermanos; quiere creer desde él mismo, desde sus posibilidades, desde su misma debilidad. En definitiva, se está exponiendo a un camino arduo. Pero Dios no va a fallar ahora tampoco. Jesucristo, el resucitado, va a «mostrarse» (es una forma de hablar que encierra mucha simbología; concretamente podemos hablar de la simbología del “encuentro”) como Tomás quiere, como muchos queremos que Dios se nos muestre. Pero así no se “encontrará” con el Señor. Esa no es forma de “ver” nada, ni entender nada, ni creer nada.

III.5. Tomás, pues, debe comenzar de nuevo: no podrá tocar con sus manos las heridas de las manos del Resucitado, de sus pies y de su costado, porque éste, no es una “imagen”, sino la realidad pura de quien tiene la vida verdadera. Y es ante esa experiencia de una vida distinta, pero verdadera, cuando Tomás se siente llamado a creer como sus hermanos, como todos los hombres. Diciendo «Señor mío y Dios mío», es aceptar que la fe deja de ser puro personalismo para ser comunión que se enraíce en la confianza comunitaria, y experimentar que el Dios de Jesús es un Dios de vida y no de muerte.

Miguel Fray Miguel de Burgos Núñez

Maestro y Doctor en Teología. Licenciado en Sagrada Escritura

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see Este comentario está incluido en el libro: Sedientos de su Palabra. Comentarios bíblicos a las lecturas de la liturgia dominical. Ciclos A, B y C. Editorial San Esteban, Salamanca 2009.

  Pautas para la homilía

Las puertas cerradas

En la vida, en nuestra vida de fe, atravesamos momentos de luz, sombras y oscuridad. No vemos nada claro. Mantenemos la duda. Nos acobardamos ante  aquello que nos parece insalvable y no encerramos, poniendo hasta cerrojos y trancas en el corazón y nos convertimos en seres casi irracionales. Todo se hace noche. Sin escapatoria y sin salida. Sin libertad. Desterrados de nosotros mismos. Incapaces  de analizar lo que experimentamos en medio de tanto sinsentido.

Volver a recobrar la confianza necesita de un levantarse y ponerse en camino hacia ese mundo de sueños y sombras. De muerte. Hay que poner luz. Hay que caminar hacia los fundamentos de nuestra propia persona.

Confiar, confiarnos a nuestra capacidad personal, sabiendo que somos mucho más que solo miedo. Hacer un camino interior que lleve a descubrir justamente que necesitamos “tocar” cada rincón de nuestra intimidad para ordenar e iluminar. Para poner vida.

Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo

Necesitamos  descubrir la verdad del Resucitado que vive en la comunidad y en cada uno.  Destruir todo cerrojo que impide abrirse a la historia presente en que viven las comunidades y que celebran  la presencia del Señor. Cada comunidad. Su vida,  es la referencia personal,  local y universal para cada uno de los seguidores del Señor.

Será imprescindible acoger la misión que el Señor nos entrega.  Ponerse en camino, en itinerancia, hasta la tierra de cumanos  cómo deseaba Domingo de Guzmán, hasta las fronteras de cualquier horizonte. Por caminos que son sagrados y que se han de hacer descalzos. Con humildad. Sabiendo que ni la Palabra ni los carismas del Espíritu Santo nos pertenecen, sino que han de entregarse. Con nosotros también lo hicieron.

Hemos visto al Señor

Por pura misericordia y compasión del Señor.  Él nos llamó a ser hermanos,  nos hizo partícipes de su amor, nos entregó la oración.

Hemos palpado su presencia,  tocado su persona.  En su misericordia gozamos del perdón. Nos ha dado en prenda su palabra. Nos ha abierto los ojos para ver, en los hermanos que sufren por cualquier causa, el verdadero rostro de Dios.   

Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente

Todo el programa del Evangelio se contiene en estas palabras del Señor. Tiene la absoluta confianza de que tanto Tomás como todos los cristianos, seremos capaces de responder con la generosidad y respeto que merecen sus heridas.

El Señor que hace presente el Reino de Dios sabe que su comunidad lo realizará desde la conversión del corazón, la fidelidad y el respeto que se debe a toda persona que sufre el descarte.  Se trata de vivir y convivir en la ley evangélica del amor.

Carmelo D. Carmelo Lara Ginés O.P.

Parroquias de Abengibre y Casas Ibáñez (Albacete)

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Lecturas de la Octava de Pascua

 

 Lunes   22 de Abril de 2019  

Alegraos

Primera Lectura

Primera Lectura: Hechos 2,14.22-33

El día de Pentecostés, Pedro, de pie con los Once, pidió atención y les dirigió la palabra: «Judíos y vecinos todos de Jerusalén, escuchad mis palabras y enteraos bien de lo que pasa. Escuchadme, israelitas: Os hablo de Jesús Nazareno, el hombre que Dios acreditó ante vosotros realizando por su medio los milagros, signos y prodigios que conocéis. Conforme al designio previsto y sancionado por Dios, os lo entregaron, y vosotros, por mano de paganos, lo matasteis en una cruz. Pero Dios lo resucitó, rompiendo las ataduras de la muerte; no era posible que la muerte lo retuviera bajo su dominio, pues David dice, refiriéndose a él: «Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré. Por eso se me alegra el corazón, exulta mi lengua, y mi carne descansa esperanzada. Porque no me entregarás a la muerte ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción. Me has enseñado el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia.» Hermanos, permitidme hablaros con franqueza: El patriarca David murió y lo enterraron, y conservamos su sepulcro hasta el día de hoy. Pero era profeta y sabía que Dios le había prometido con juramento sentar en su trono a un descendiente suyo; cuando dijo que «no lo entregaría a la muerte y que su carne no conocería la corrupción», hablaba previendo la resurrección del Mesías. Pues bien, Dios resucitó a este Jesús, de lo cual todos nosotros somos testigos. Ahora, exaltado por la diestra de Dios, ha recibido del Padre el Espíritu Santo que estaba prometido, y lo ha derramado. Esto es lo que estáis viendo y oyendo.»

Salmo

Salmo Responsorial: 15 «Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.»

Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti; yo digo al Señor: «Tú eres mi bien.» El Señor es el lote de mi heredad y mi copa; mi suerte está en tu mano. R.

Bendeciré al Señor, que me aconseja, hasta de noche me instruye internamente. Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré. R.

Por eso se me alegra el corazón, se gozan mis entrañas, y mi carne descansa serena. Porque no me entregarás a la muerte, ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción. R.

Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia, de alegría perpetua a tu derecha. R.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Mateo 28,8-15

En aquel tiempo, las mujeres se marcharon a toda prisa del sepulcro; impresionadas y llenas de alegría, corrieron a anunciarlo a los discípulos. De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: «Alegraos.» Ellas se acercaron, se postraron ante él y le abrazaron los pies. Jesús les dijo: «No tengáis miedo: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán.» Mientras las mujeres iban de camino, algunos de la guardia fueron a la ciudad y comunicaron a los sumos sacerdotes todo lo ocurrido. Ellos, reunidos con los ancianos, llegaron a un acuerdo y dieron a los soldados una fuerte suma, encargándoles: «Decid que sus discípulos fueron de noche y robaron el cuerpo mientras vosotros dormíais. Y si esto llega a oídos del gobernador, nosotros nos lo ganaremos y os sacaremos de apuros.» Ellos tomaron el dinero y obraron conforme a las instrucciones. Y esta historia se ha ido difundiendo entre los judíos hasta hoy.

Reflexión del Evangelio del día

Pero Dios lo resucitó rompiendo las ataduras de la muerte

Primera intervención de un discípulo de Jesús ante los judíos. Consecuencia inmediata de la acción del Espíritu Santo. Es Pedro, quien empieza a actuar como el portavoz inicial de los apóstoles. En esa primera intervención, resume lo esencial de la persona de “Jesús Nazareno”, como le llama: Pasó por la vida realizando signos que manifestaban que Dios estaba de su parte, pero los judíos lo entregaron a los paganos, que acabaron con su vida; “pero Dios lo resucitó rompiendo las ataduras de la muerte”. Pedro se apoya en el testimonio de David. Él murió, pero, como profeta, anuncio al Mesías, del que Dios dijo “que no lo entregaría a la muerte y que su carne no conocería la corrupción”. El mensaje esencial de la fe cristiana era proclamado cuando los acontecimientos recientes hablaban con certeza de la muerte en la cruz, como un maldito, de ese Jesús Nazareno. Frente a esa verdad con testigos visuales, está el testimonio de unos compañeros suyos que aseguraban que lo habían visto vivo. ¿A quién creer? El testimonio era valiente, atrevido, pero impensable. En favor de la posibilidad de la resurrección como hace Pedro solo estaban los signos extraordinarios que Jesús había hecho, que mostraban que en él estaba la fuerza de Dios. Y, por lo tanto, el mismo Dios que le concedió realizar esos signos, pudo haberle resucitado. Bien está el valiente testimonio de los apóstoles; pero será la vida de Jesús, del Jesús histórico, lo que ayude a aceptar lo que es un misterio, su resurrección, es decir su triunfo sobre la muerte.

Las mujeres “impresionadas y llenas de alegría corrieron a anunciarlo a los discípulos”

El relato anterior a este texto impresiona: Son dos las mujeres, María la Magdalena y la otra María, las que fueron a ver el sepulcro. Tiembla la tierra y aparece un ángel, que mueve la piedra del sepulcro y se sienta en ella. Un ángel que Mateo lo describe como “un relámpago vestido de blanco como la nieve”. El ángel les anuncia la resurrección, les dice que comprueben que el sepulcro está vacío, “e id aprisa a decirles a sus discípulos . Es al ir a cumplir ese encargo del ángel cuando el mismo Jesús “les sale al encuentro”, y les ordena lo que habían oído del ángel… Las mujeres que no tienen mayor protagonismo en la vida de Jesús, como seguidoras de él, son las encargadas de comunicar a sus inmediatos discípulos, los apóstoles, su triunfo sobre la muerte, la verdad esencial de nuestra fe. El primer anuncio de la presencia de Jesús en nuestra historia, lo recibió María, la madre, que lo concibió. El primer anuncio de la resurrección lo recibieron María la Magdalena y la otra María, las amigas de Jesús. Serán las primeras testigos y las primeras que predican el triunfo sobre la muerte del Maestro.

Pudieron hacerlo centinelas que estaban vigilando el sepulcro. Pero lo que hicieron fue comunicar lo que presenciaron a los sumos sacerdotes. Estos no sólo no creyeron, tomaron medidas para que nadie creyera. Y apareció el dinero de nuevo, como en el caso de Judas, para traicionar la verdad.

Una simple reflexión: La fe exige estar dispuesto a creer. Cuando no interesa creer se utiliza el medio que sea para ello. Y se paga para que otros no crean, a base de comprar a los testigos que podían testimoniar la verosimilitud de la fe. El dinero tiene un gran poder. Lo tuvo. Lo tiene.

Juan José Fray Juan José de León Lastra

Convento de Ntra. Sra. de Atocha (Madrid)

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 Martes   23 de Abril de 2019  

Mujer, ¿Por qué lloras?, ¿A quién buscas?

Primera Lectura

Primera lectura: Hechos de los Apóstoles 2,36-41

“El día de Pentecostés, decía Pedro a los judíos: Todo Israel esté cierto de que al mismo Jesús, a quien vosotros crucificasteis, Dios lo ha constituido Señor y Mesías. Estas palabras les traspasaron el corazón, y preguntaron a Pedro y a los demás apóstoles: ¿Qué tenemos que hacer, hermanos? Pedro les contestó: Convertíos y bautizaos todos en nombre de Jesucristo para que se os perdonen los pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque la promesa vale para vosotros y para vuestros hijos y, además, para todos los que llame el Señor, Dios nuestro, aunque estén lejos. Con estas y otras muchas razones les urgía, y los exhortaba diciendo: Escapad de esta generación perversa. Los que aceptaron sus palabras se bautizaron, y aquel día se les agregaron unos tres mil”.

Salmo

Sal 32, 4-5. 18-19. 20 y 22 R. La misericordia del Señor llena la tierra.

La palabra del Señor es sincera,
y todas sus acciones son leales;
él ama la justicia y el derecho,
y su misericordia llena la tierra. R/.

Los ojos del Señor están puestos en sus fieles,
en los que esperan en su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y reanimarlos en tiempo de hambre. R/.

Nosotros aguardamos al Señor:
él es nuestro auxilio y escudo.
Que tu misericordia, Señor,
venga sobre nosotros,
como lo esperarnos de ti. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Juan 20,11-18

“En aquel tiempo, fuera, junto al sepulcro, estaba María, llorando. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús. Ellos le preguntan: Mujer, ¿por qué lloras? Ella les contesta: Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto. Dicho esto, da media vuelta y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. Jesús le dice: Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas? Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta: Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré. Jesús le dice: ¡María! Ella se vuelve y le dice: ¡Rabboni!, que significa: ¡Maestro! Jesús le dice: Suéltame, que todavía no he subido al Padre. Anda, ve a mis hermanos y diles: Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro. María Magdalena fue y anunció a los discípulos: He visto al Señor y ha dicho esto”.

Reflexión del Evangelio del día

¿Qué tenemos que hacer hermanos?

Nos encontramos con un texto muy duro y a la vez revelador para todos aquellos que escucharon a Pedro en aquella predicación. Y es que Pedro no se anda con rodeos, culpa a todos los judíos de la  muerte de Jesús. Y ante una acusación de esta índole cabe reaccionar de dos modos distintos: o de forma violenta y desmintiendo esas acusaciones, o acogiendo con el corazón abierto nuestra parte de culpa en esas acusaciones que se están vertiendo sobre nosotros, o sobre el grupo de personas al que nosotros pertenecemos.

Al encontrarnos con personas con una sensibilidad religiosa especial y estar abiertos a esa realidad divina que de algún modo pocos días antes se les ha puesto de manifiesto con la vida y muerte de Cristo, los oyentes de Pedro reaccionan de una  forma abierta al Espíritu y a la voluntad de Dios para con sus vidas. Se sienten necesitados de ayuda y con sencillez les piden a los apóstoles que les digan qué deben hacer, arrepentidos de sus actos, pensamientos y sentimientos contrarios a Jesús, Hijo de Dios, que ha vivido entre ellos y no han sabido reconocerle. Y nada más lejos de acciones de castigo o preceptos: “Convertíos y bautizaos todos en  nombre de Jesucristo para que se os perdonen los pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo.” Conversión, volved el corazón y la vida a Dios, hoy, ayer y siempre. Acoged y tened a Dios en medio de nuestra vida y nuestros quehaceres y desde ahí está todo iluminado, fortalecido y con la seguridad de caminar en el sendero del bien y del amor. Y sigue el texto: “Porque la promesa sirve para vosotros y para vuestros hijos y, además, para todos los que llame el Señor, Dios nuestro, aunque estén lejos”. Estas palabras nos liberan y  a la vez nos dan la tarea de todo cristiano bautizado en nombre del Resucitado: anunciar la Buena Noticia a otros, comenzando por los de nuestra propia familia y también a los más lejanos. Todos los hombres deben llegar a escuchar hablar de Cristo, para que tengan la oportunidad de una vida plena, de una vida con Dios.

Mujer, ¿Por qué lloras?, ¿A quién buscas?

Nuestra vida es una continua búsqueda, y muchas veces nos encontramos junto a un sepulcro (problema o situación que para nosotros no tiene solución y nos causa un gran dolor, una gran pérdida). Anhelamos muchas cosas, pero nos topamos con la muerte, con la fría y desnuda roca. Todos somos Magdalena, que seguimos a Jesús hasta el sepulcro; allí llevamos todo lo que somos y todo lo que late en nuestro interior. Pero Cristo no está entre los muertos, nuestra vida no es una vida muertos, sino de plenitud. En la debilidad más terrible es donde Dios se hace presente y viene a resucitarnos, a llamarnos por nuestro nombre, “María”, para que sintamos su cercanía para con  nosotros en nuestro sufrir y en nuestras alegrías.

Pero en este texto debemos dar un paso más al cual el mismo Cristo resucitado invita a Magdalena y es a no  retenerlo, es decir, a no querer a manejar a Dios a nuestro antojo. Muchas veces el supuesto amor que sentimos hacia los hermanos o incluso hasta el mismo Dios nos hace acercarnos a Él en la oración con un listado de cuáles son las cosas que deben suceder o no, de lo que necesitamos (como la lista de la compra) y es en ese momento cuando Dios nos dice, como en  el texto evangélico de hoy: “Suéltame…”, déjame ser Dios en tu vida, que es mucho más de lo que tu puedas pensar o soñar. Eres un ser creado y yo el Dios infinito…, déjame ser Dios en tu vida, mi amado hijo. Y a la vez de ese dejar a Dios ser Dios, nace nuestra vocación, “Ve y mis hermanos y diles…” La persona que encuentra su vocación y la lleva a cabo no sin dificultades pero sí con todas sus fuerzas, ese vive en la Resurrección de Cristo, hace de su vida una predicación, un canto de alabanza al Dios que se hizo hombre, vivió, murió y resucitó por puro amor nuestro.

Monasterio None Monasterio Sta. María la Real – MM. Dominicas

Bormujos (Sevilla)

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 Miércoles   24 de Abril de 2019  

Se les abrieron los ojos y le reconocieron

Primera Lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 3,1-10:

En aquellos días, subían al templo Pedro y Juan, a la oración de media tarde, cuando vieron traer a cuestas a un lisiado de nacimiento. Solían colocarlo todos los días en la puerta del templo llamada «Hermosa», para que pidiera limosna a los que entraban. Al ver entrar en el templo a Pedro y a Juan, les pidió limosna.
Pedro, con Juan a su lado, se le quedó mirando y le dijo: «Míranos.»
Clavó los ojos en ellos, esperando que le darían algo. Pedro le dijo: «No tengo plata ni oro, te doy lo que tengo: en nombre de Jesucristo Nazareno, echa a andar.»
Agarrándolo de la mano derecha lo incorporó. Al instante se le fortalecieron los pies y los tobillos, se puso en pie de un salto, echó a andar y entró con ellos en el templo por su pie, dando brincos y alabando a Dios. La gente lo vio andar alabando a Dios; al caer en la cuenta de que era el mismo que pedía limosna sentado en la puerta Hermosa, quedaron estupefactos ante lo sucedido.

Salmo

Sal 104, 1-2. 3-4. 6-7. 8-9 R. Que se alegren los que buscan al Señor.

Dad gracias al Señor, invocad su nombre,
dad a conocer sus hazañas a los pueblos.
Cantadle al son de instrumentos,
hablad de sus maravillas. R/.

Gloriaos de su nombre santo,
que se alegren los que buscan al Señor.
Recurrid al Señor y a su poder,
buscad continuamente su rostro. R/.

¡Estirpe de Abrahán, su siervo;
hijos de Jacob, su elegido!
El Señor es nuestro Dios,
él gobierna toda la tierra. R/.

Se acuerda de su alianza eternamente,
de la palabra dada, por mil generaciones;
de la alianza sellada con Abrahán,
del juramento hecho a Isaac. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Lucas 24,13-35

Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la semana, a una aldea llamada Emaús, distante unas dos leguas de Jerusalén; iban comentando todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo.
Él les dijo: «¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?»
Ellos se detuvieron preocupados.
Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le replicó: «¿Eres tú el único forastero en Jerusalén, que no sabes lo que ha pasado allí estos días?»
Él les preguntó: «¿Qué?»
Ellos le contestaron: «Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; como lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel. Y ya ves: hace ya dos días que sucedió esto. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado: pues fueron muy de mañana al sepulcro, no encontraron su cuerpo, e incluso vinieron diciendo que habían visto una aparición de ángeles, que les habían dicho que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron.»
Entonces Jesús les dijo: «¡Qué necios y torpes sois para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?»
Y, comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura.
Ya cerca de la aldea donde iban, él hizo ademán de seguir adelante; pero ellos le apremiaron, diciendo: «Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída.»
Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció.
Ellos comentaron: «¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?»
Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo: «Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón.»
Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

Reflexión del Evangelio del día

No tengo plata ni oro, pero te doy lo que tengo: en nombre de Jesucristo Nazareno, echa a andar

En esta fiesta de Pascua, prolongada a lo largo de toda la semana, acogemos la alegría de la Resurrección y su fuerza transformadora a través de los testigos de la primera hora.

Pedro y Juan, miembros de la primera comunidad cristiana, participan todavía de las tradiciones judías: el templo de Jerusalén sigue siendo referente para su oración litúrgica; pero la experiencia de la Resurrección les ha trastocado. La Vida Nueva, el tesoro escondido, la Salvación tiene un nombre: Cristo. Todo lo demás, adquiere un valor relativo.

Se les abrieron los ojos y le reconocieron

A la puerta del templo, hay un hombre paralítico de nacimiento: expresión en ese tiempo de una situación de limitación, carencia, pobreza y marginación. La sociedad le deja en las puertas del templo para que se busque la vida mediante limosna; él, probablemente no tenga otra salida, o quizás se haya acostumbrado a vivir así.

Jesús de Nazareth, en su misión, había curado a muchos enfermos; ahora, sus discípulos continúan su obra liberadora; su gesto, en línea con el estilo de Jesús, no se dirige a aliviar momentáneamente una necesidad física, sino a reconstruir a aquel hombre, ponerlo en pie, devolverle su dignidad y su capacidad de ser dueño de su historia, frente a un mundo que lo excluye y posiblemente también del que se autoexcluye. No le entregan ni oro ni plata, pero sí la riqueza que poseen: la persona de Cristo, capaz de trasformar la vida en vida plena.

La gente se admira, y el paralítico, ya sanado, se levanta y se pone a caminar alabando a Dios; es decir, se convierte en discípulo y seguidor de Cristo.

Que podamos contemplar en este día, los signos de la presencia transformadora de Cristo en medio de nuestro mundo, en tanta gente y realidades que nos rodean.

Se les abrieron los ojos y le reconocieron

El Evangelio de hoy es una auténtica catequesis sobre el proceso de crecimiento en la fe; un proceso en el que siempre estamos, y que en cada etapa de la vida, en cada situación, adquiere unos tonos distintos.

El camino de Emaús, es experiencia de encuentro con el Resucitado; y como tal, significa paso de la muerte a la vida; del miedo a la libertad, de los muros a los puentes; del aislamiento a la vuelta a la comunidad.

Por eso, atrevámonos a recorrer, junto a los discípulos, nuestro camino de Emaús hoy. Esto significa mirar a fondo nuestra realidad, tomarnos el pulso a nivel personal y comunitario, poner nombre a nuestras decepciones actuales y a nuestras preguntas, no para instalarnos en la queja y en el escepticismo sino para dejarnos acompañar por aquel que siempre tiene una Palabra de Luz y de Vida; una Palabra que calienta el corazón y lo hace arder.

Y esta Palabra ¡parece tan evidente, tan clara! sin embargo, los discípulos no pueden acogerla ni entenderla; dice el Evangelio que sus ojos estaban ofuscados. Pero el Señor, con paciencia, caminando a su ritmo, les va explicando la Escrituras.

Junto con la Palabra, el gesto del amor que la traduce y permite el reconocimiento del Resucitado: el pan bendecido, partido y compartido que no es sino la vida que se bendice y se abraza, se parte y se entrega a los demás.

Pero para poder ser testigos de este gesto que les va a abrir los ojos, permitiéndoles recuperar el sentido, la esperanza, la alegría y la ilusión y posibilitándoles andar el camino de vuelta a la comunidad, los discípulos han tenido que realizar, a su vez, un pequeño gesto de hospitalidad, de abrir las puertas de su vida y de su casa al extraño, al que ha caminado con ellos.

Que el Señor nos regale en este tiempo litúrgico y en este momento de la historia la capacidad para cultivar el encuentro, que pasa por la escucha y el diálogo paciente; escucharnos entre nosotros y escuchar la Palabra que ilumina y orienta las nuestras. Cultivar también la hospitalidad de corazón con aquellos que van compartiendo camino con nosotros o que quieren hacerlo. Sólo entonces le reconoceremos y nuestro corazón, siempre inquieto pero a veces desorientado y perdido, recobrará la alegría del Evangelio y la pasión de una vida desde Él.

María Hna. María Ferrández Palencia, OP

Congregación Romana de Santo Domingo

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 Jueves   25 de Abril de 2019  

¿Por qué surgen dudas en vuestro interior?

Hoy celebramos: San Marcos Evangelista (25 de Abril)

Primera Lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 3, 11-26

En aquellos días, mientras el paralítico curado seguía aún con Pedro y Juan, la gente, asombrada, acudió corriendo al pórtico de Salomón, donde ellos estaban. Pedro, al ver a la gente, les dirigió la palabra: – «Israelitas, ¿por qué os extrañáis de esto? ¿Por qué nos miráis como si hubiéramos hecho andar a éste con nuestro propio poder o virtud? El Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su siervo Jesús, al que vosotros entregasteis y rechazasteis ante Pilato, cuando había decidido soltarlo. Rechazasteis al santo, al justo, y pedisteis el indulto de un asesino; matasteis al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos, y nosotros somos testigos. Como éste que veis aquí y que conocéis ha creído en su nombre, su nombre le ha dado vigor; su fe le ha restituido completamente la salud, a vista de todos vosotros. Sin embargo, hermanos, sé que lo hicisteis por ignorancia, y vuestras autoridades lo mismo; pero Dios cumplió de esta mane-ra lo que había predicho por los profetas, que su Mesías tenía que padecer. Por tanto, arrepentíos y convertíos, para que se borren vuestros pecados; a ver si el Señor manda tiempos de consuelo, y envía a Jesús, el Mesías que os estaba destinado. Aunque tiene que quedarse en el cielo hasta la restauración universal que Dios anunció por boca de los santos profetas antiguos. Moisés dijo: «El Señor Dios sacará de entre vosotros un Profeta como yo: escucharéis todo lo que os diga; y quien no escuche al profeta será excluido del pueblo.» Y, desde Samuel, todos los profetas anunciaron también estos días. Vosotros sois los hijos de los profetas, los hijos de la alianza que hizo Dios con vuestros padres, cuando le dijo a Abrahán: «Tu descendencia será la bendición de todas las razas de la tierra.» Dios resucitó a su siervo y os lo envía en primer lugar a vosotros, para que os traiga la bendición, si os apartáis de vuestros pecados.»

Salmo

Sal 8, 2a y 5. 6-7. 8-9 R. Señor, dueño nuestro, ¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra!

Señor, dueño nuestro,
¿qué es el hombre,
para que te acuerdes de él,
el ser humano, para darle poder? R/.

Lo hiciste poco inferior a los ángeles,
lo coronaste de gloria y dignidad,
le diste el mando sobre las obras de tus manos,
todo lo sometiste bajo sus pies. R/.

Rebaños de ovejas y toros,
y hasta las bestias del campo,
las aves del cielo, los peces del mar,
que trazan sendas por el mar. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Lucas 24, 35-48

En aquel tiempo, contaban los discípulos lo que les había pasado por el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan. Estaban hablando de estas cosas, cuando se presenta Jesús en medio de ellos y les dice: – «Paz a vosotros.» Llenos de miedo por la sorpresa, creían ver un fantasma. Él les dijo: – «¿Por qué os alarmáis;» ¿por qué surgen dudas en vuestro interior? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo.» Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Y como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo: – «¿Tenéis ahí algo de comer?» Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos. Y les dijo: – «Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros: que todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí tenía que cumplirse.» Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. Y añadió: – «Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto.»

Reflexión del Evangelio del día

Hay un himno del Oficio Divino, en tiempos de Pascua (Ofrezcan los cristianos), que pone en boca de María Magdalena la siguiente frase: “resucitó de veras, mi amor y mi esperanza”. Es un gran anuncio en esta semana de octava de Pascua que resume todo nuestro credo, nuestro modo de ser y nuestro modo de esperar.

Y su nombre le ha dado vigor

Los Hechos de los Apóstoles nos relata cómo Pedro y Juan curan a un paralítico en nombre de Cristo Resucitado, y ante la extrañeza de los presentes que estaban en el templo, les explica que no ha sido curado ni por sus fuerzas, ni por sus virtudes.

Pedro aprovecha esa extrañeza para explicar que fue en nombre de aquel que fue rechazado: el santo, el justo. Y les recuerda que fueron quienes mataron al autor de la vida.

Sin embargo, Pedro da importancia a la fe de quien antes estaba postrado y ahora camina, del paralítico: éste ha creído en su nombre, y su nombre le ha dado vigor”.

La fe en Jesús Resucitado, da vigor, fortaleza. Dice el texto de ayer que se le fortalecieron las piernas y pudo andar. Y es que, en momentos de debilidad, de enfermedad, de sufrimiento hemos de llenarnos de un sentido nuevo en la fe, para fortalecernos cada día más, y poder caminar dando gloria a Dios.

La fe no es sólo pedirle a Dios que nos cure por medio de un milagro, más bien es pedirle que en la fe robustezca nuestras piernas para andar en medio del sufrimiento, robustezca nuestra mente para comprenderlo mejor, y unirnos al sufrimiento de Jesús en la cruz, que ofreció el perdón a todos.

La fe se renueva al caminar con el resucitado, Pedro ha perdido el sabor de la traición y como un hombre nuevo predica a los judíos cómo Cristo el Mesías esperado tenía que resucitar de entre los muertos, y que nosotros resucitaremos con él.

La enfermedad nos asusta, el sufrimiento nos da miedo, y la muerte nos llena de temor ante un desaparecer. Pero la muerte no es el final. Es el inicio de una nueva vida. Es el cumplimiento de nuestra esperanza: Dios nos llama a su presencia.

Pero también nos da miedo los cambios, la novedad, nos resistimos a ellos, los rechazamos porque desconocemos a donde nos conducen. Sin embargo, la fe sobre todo es un camino de confianza, no hemos de temer al último paso porque Dios nos lleva de la mano, como Pedro y Juan le dieron la mano al paralítico para que se levantara. Dios nos llama para incorporarnos a la paz de Cristo, nos llama para brindarnos la plenitud, nos llama para participar de su vida.

“Las puertas de la Nueva Ciudad se abren para ti” muchas veces hemos cantado en algún funeral. Y hemos escuchado en algún entierro esta oración de despedida:

“Al paraíso te lleven los ángeles,

 a tu llegada te reciban los mártires
y te introduzcan en la ciudad santa de Jerusalén.
El coro de los ángeles te reciba
y junto con Lázaro, pobre en esta vida,
tengas descanso eterno”.

¿Por qué os alarmáis? ¿por qué surgen dudas en vuestro interior?

El encuentro con el resucitado provoca miedo en los discípulos “parecían ver un fantasma”, sin embargo, Jesús resucitado les muestra los signos de la cruz y le da una prueba de vida. Comparte la mesa con ellos, y les explica las escrituras. Los discípulos no acaban de creer por la alegría.

No siempre la alegría es motivo de confianza, necesita del compartir la presencia, la mesa, la palabra para llegar a creer. Por eso, hemos de alimentarnos en la fe con gestos de oración, con los sacramentos, con la lectura pausada de los textos sagrados para llegar a comprender qué es lo que Dios quiere de nosotros.

FELIZ PASCUA DE RESURRECCIÓN.

Alexis Fr. Alexis González de León O.P.

Convento de San Pablo y San Gregorio (Valladolid)

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 Viernes   26 de Abril de 2019  

… y aquella noche no cogieron nada

Hoy celebramos: San Isidoro (26 de Abril)

Primera Lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 4, 1-12

En aquellos días, mientras hablaban al pueblo Pedro y Juan se les presentaron los sacerdotes, el comisario del templo y lo saduceos, indignados de que enseñaran al pueblo y anunciaran la resurrección de los muertos por el poder de Jesús. Le echaron mano y, como ya era tarde, los metieron en la cárcel hasta el día siguiente. Muchos de los que habían oído el discurso, unos cinco mil hombres, abrazaron la fe. Al día siguiente, se reunieron en Jerusalén los jefes del pueblo, los ancianos y los escribas; entre ellos el sumo sacerdote Anás, Caifás y Alejandro, y los demás que eran familia de sumos sacerdotes. Hicieron comparecer a Pedro y a Juan y los interrogaron: – «¿Con qué poder o en nombre de quién habéis hecho eso?» Pedro, lleno de Espíritu Santo, respondió: – «Jefes del pueblo y ancianos: Porque le hemos hecho un favor a un enfermo, nos interrogáis hoy para averiguar qué poder ha curado a ese hombre; pues, quede bien claro a todos vosotros y a todo Israel que ha sido el nombre de Jesucristo Nazareno, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de entre los muertos; por su nombre, se presenta éste sano ante vosotros. Jesús es la piedra que desechasteis vosotros, los arquitectos, y que se ha convertido en piedra angular; ningún otro puede salvar; bajo el cielo, no se nos ha dado otro nombre que pueda salvarnos.»

Salmo

Sal 117, 1-2 y 4. 22-24. 25-27a R. La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular.

Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia.
Digan los fieles del Señor:
eterna es su misericordia. R/.

La piedra que desecharon
los arquitectos es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.
Éste es el día en que actuó el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo. R/.

Señor, danos la salvación;
Señor, danos prosperidad.
Bendito el que viene en nombre del Señor,
os bendecimos desde la casa del Señor;
el Señor es Dios, él nos ilumina. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Juan 21, 1-14

En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo, Natanael el de Caná de Galilea, los Zebedeos y otros dos discí-pulos suyos. Simón Pedro les dice: – «Me voy a pescar.» Ellos contestan: – «Vamos también nosotros contigo.» Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús. Jesús les dice: – «Muchachos, ¿tenéis pescado?» Ellos contestaron: – «No.» Él les dice: – «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis.» La echaron, y no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo que Jesús tanto quería le dice a Pedro: – «Es el Señor.» Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos cien metros, remolcando la red con los peces. Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan. Jesús les dice: – «Traed de los peces que acabáis de coger.» Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red. Jesús les dice: – «Vamos, almorzad.» Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor. Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado. Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos, después de resucitar de entre los muertos.

Reflexión del Evangelio del día

No hay salvación en ningún otro

Puede que tengamos que revisar un poco nuestra religiosidad. Creo que Pedro es claro y tajante: No hay salvación en ninguno otro fuera de Cristo.

Con frecuencia asisto a actos en los que se pregona, y lo que es peor, se predica, que el santo tal o cual hace muchos milagros y hay que acudir a él, para solucionar los problemas. La salvación parece depender del “enchufe” que el santo tenga con Dios y a Cristo le dejamos un poco, o totalmente, al margen. Olvidamos que nadie hay en la tierra o en el cielo que pueda salvarnos, sino Cristo, el único Señor, el único con línea directa con el Padre.

Pedro y Juan sanan a un tullido y no se atribuyen el mérito de la curación, sino que la ponen en las manos de Cristo. Es una forma de decir: nosotros no somos nadie para hacer milagros; es el nombre de Jesús el que cura.

La religiosidad popular, la forma de vivir la relación con Dios, no puede reducirse a rezos, novenas y peregrinaciones para pedir. No creo que Dios esté esperando que llegue el “enchufe”, la recomendación del santo correspondiente para conceder alguna petición. Menos aún para someterse al chantaje. Hace unos días he leído: “Tienes que encender una vela, pedir tres cosas, besar el pie de la imagen y una se te va a conceder”. Hace ya un par de años, asistiendo a la misa dominical en una parroquia próxima, vi a una señora encender una vela ante una imagen de la Virgen situada a la izquierda del presbiterio. Otra señora muy piadosa, se acercó rauda y oí que decía: “A esa no, que no sirve para nada; la que hace los milagros es aquella” y señalaba otra imagen de Santa María situada a la derecha. Sin escuchar que “bajo el cielo no se ha dado a los hombres otro nombre por el que podamos salvarnos.”

… y aquella noche no cogieron nada

El hombre brega y brega, todo el día, toda la noche, y no logra pescar nada. ¿Me suena de algo esta situación?

En efecto, creo que los cristianos que nos creemos pescadores de hombres, con mucha frecuencia, tratamos de pescar en nuestras aguas, con nuestras redes, desde nuestra barca. No llegamos a creer que no somos muy útiles por nosotros mismos para ser útiles a la pesca de hombres o mujeres: niños, jóvenes o ancianos, y asistimos al despoblamiento de nuestros templos, cada día menos ocupados porque los asistentes vamos estando en edad de caducidad y cada poco tiempo asistimos al acto final de algún hermano o hermana.

Somos Pedro y sus compañeros empeñados en pescar con nuestras fuerzas, tratando de poner en valor nuestras ideas, olvidando que somos solamente pescadores del Señor. No terminamos de creer que seguir las enseñanzas de Jesús, trabajar en su nombre, con su mensaje (que puede contradecir el que nos gustaría transmitir), implica que nosotros desaparezcamos, pasemos desapercibidos, para que el mundo que nos escucha le vea a Él.

Es necesario que el Señor Resucitado nos indique cómo y dónde deberíamos echar las redes -sus redes- para que nuestros templos se llenen de nuevo.

Félix D. Félix García O.P.

Fraternidad de Laicos Dominicos de Viveiro (Lugo)

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 Sábado   27 de Abril de 2019  

Jesús, resucitado al amanecer del primer día de la semana…

Hoy celebramos: Beata Hosanna de Kotor (27 de Abril)

Primera Lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 4, 13-21

En aquellos días, los jefes del pueblo, los ancianos y los escribas, viendo la seguridad de Pedro y Juan, y notando que eran hombres sin letras ni instrucción, se sorprendieron y descubrieron que habían sido compañeros de Jesús. Pero, viendo junto a ellos al hombre que habían curado, no encontraban respuesta. Les mandaron salir fuera del Sanedrín, y se pusieron a deliberar: – «¿Qué vamos a hacer con esta gente? Es evidente que han hecho un milagro: lo sabe todo Jerusalén, y no podemos negarlo; pero, para evitar que se siga divulgando, les prohibiremos que vuelvan a mencionar a nadie ese nombre.» Los llamaron y les prohibieron en absoluto predicar y enseñar en nombre de Jesús. Pedro y Juan replicaron: -«¿Puede aprobar Dios que os obedezcamos a vosotros en vez de a él? juzgadlo vosotros. Nosotros no podemos menos de contar lo que hemos visto y oído.» Repitiendo la prohibición, los soltaron. No encontraron la manera de castigarlos, porque el pueblo entero daba gloria a Dios por lo sucedido.

Salmo

Sal 117,1 y 14-15.16-18.19-21 R. Te doy gracias, Señor, porque me escuchaste.

Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
El Señor es mi fuerza y mi energía,
él es mi salvación. Escuchad:
hay cantos de victoria en las tiendas de los justos. R/.

La diestra del Señor es excelsa,
la diestra del Señor es poderosa.
No he de morir, viviré para contar las hazañas del Señor.
Me castigó, me castigó el Señor,
pero no me entregó a la muerte. R/.

Abridme las puertas del triunfo,
y entraré para dar gracias al Señor.
Esta es la puerta del Señor:
los vencedores entrarán por ella.
Te doy gracias porque me escuchaste
y fuiste mi salvación. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Marcos 16, 9-15

Jesús, resucitado al amanecer del primer día de la semana, se apareció primero a María Magdalena, de la que había echado siete demonios. Ella fue a anunciárselo a sus compañeros, que estaban de duelo y llorando. Ellos, al oírle decir que estaba vivo y que lo había visto, no la creyeron. Después se apareció en figura de otro a dos de ellos que iban caminando a una finca. También ellos fueron a anunciarlo a los demás, pero no los creyeron. Por último, se apareció Jesús a los Once, cuando estaban a la mesa, y les echó en cara su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que lo habían visto resucitado. Y les dijo: – «ld al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación.»

Reflexión del Evangelio del día

No podemos menos de contar lo que hemos visto y oído

Curiosa la actitud de “los sumos sacerdotes, los ancianos y los letrados”. Después de haber conseguido la muerte de Jesús, quieren prolongar su muerte. Quieren que nadie del pueblo le recuerde y menos aún que le consideren vivo y le sigan. Ya pueden los apóstoles, empezando por Pedro y Juan, proclamar que Jesús ha resucitado y se les ha aparecido, ya pueden curar en nombre de Jesús resucitado a un lisiado… nada les hará cambiar de actitud ante Jesús.

Llamaron a Pedro y Juan y “les prohibieron en absoluto predicar y enseñar en nombre de Jesús”, pensando que, desde su reconocida autoridad, les iban a hacer caso. Pero los dos apóstoles, “hombres sin letras y sin instrucción”, aunque con la convicción profunda de haber sido testigos no solo de la vida, muerte y predicación de Jesús, sino también de su resurrección, alegan una autoridad mayor que la de estos letrados, la autoridad de Jesús, el Hijo de Dios, y la autoridad “de lo que hemos visto y oído”. No pueden callarse y seguirán predicando a Jesús y todo lo que él les mandó que predicasen.

Jesús, resucitado al amanecer del primer día de la semana…

Jesús se lo había anunciado a sus apóstoles antes de su muerte varias veces y de distintas maneras. Ahora, antes de mostrarse a ellos directamente les da la noticia por medio de María Magdalena y “otros dos”. Pero ni a una ni a los otros les creyeron la noticia de que había resucitado. Tuvo que acercarse a ellos para que cayesen en la cuenta de que verdaderamente había resucitado.

A partir de ese momento, los apóstoles son otros. De estar medio escondidos, con el miedo en el cuerpo y en alma en una casa por temor a los judíos y sus autoridades, Jesús resucitado, su Maestro y Señor, va a llenar sus corazones de alegría y de valentía para predicar el “evangelio a toda la creación”.

Era verdad. Todo lo de Jesús era verdad, se podían fiar de él. Dios Padre le había respaldado devolviéndole a la vida. Había vencido a la muerte. Ahora les pedía a sus apóstoles que extendiesen esta buena noticia por todo el mundo, capaz de alegrar el corazón de cualquier hombre y mujer. La vida humana tiene sentido. No acaba en la muerte, en el vacío, en el fracaso. Acaba en la vida y en la vida de completa felicidad y para siempre. “Yo soy la resurrección y la vida, el que cree en mí aunque muera vivirá y vivirá para siempre”.

Manuel Fray Manuel Santos Sánchez

Convento de Santo Domingo (Oviedo)

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“Id al mundo entero y proclamad el evangelio a toda la creación”

Evangelio del día
¿Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68

Ver evangelio en línea – Calendario ordinario
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Sábado, 27 De Abril

Sábado de la Octava de Pascua

LA VIRGEN DE MONTSERRAT  PATRONA DE CATALUÑA

LA VIRGEN DE MONTSERRAT  PATRONA DE CATALUÑA

Más… https://evangeliodeldia.org/SP/saints/04-27?utm_source=newsletter

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Libro de los Hechos de los Apóstoles (4,13-21.)
Los miembros del Sanedrín estaban asombrados de la seguridad con que Pedro y Juan hablaban, a pesar de ser personas poco instruidas y sin cultura. Reconocieron que eran los que habían acompañado a Jesús,
pero no podían replicarles nada, porque el hombre que había sido curado estaba de pie, al lado de ellos.
Entonces les ordenaron salir del Sanedrín y comenzaron a deliberar,
diciendo: «¿Qué haremos con estos hombres? Porque no podemos negar que han realizado un signo bien patente, que es notorio para todos los habitantes de Jerusalén.
A fin de evitar que la cosa se divulgue más entre el pueblo, debemos amenazarlos, para que de ahora en adelante no hablen de ese Nombre».
Los llamaron y les prohibieron terminantemente que dijeran una sola palabra o enseñaran en el nombre de Jesús.
Pedro y Juan les respondieron: «Juzguen si está bien a los ojos del Señor que les obedezcamos a ustedes antes que a Dios.
Nosotros no podemos callar lo que hemos visto y oído».
Después de amenazarlos nuevamente, los dejaron en libertad, ya que no sabían cómo castigarlos, por temor al pueblo que alababa a Dios al ver lo que había sucedido.

Salmo (118(117),1.14-15.16ab-18.19-21.)
¡Den gracias al Señor, porque es bueno,
porque es eterno su amor!
El Señor es mi fuerza y mi protección;
él fue mi salvación.
Un grito de alegría y de victoria
resuena en las carpas de los justos.

“La mano del Señor hace proezas,
La mano del Señor es sublime,
la mano del Señor hace proezas.
No, no moriré:
viviré para publicar lo que hizo el Señor.
El Señor me castigó duramente,

pero no me entregó a la muerte.
«Abran las puertas de la justicia
y entraré para dar gracias al Señor.»
«Esta es la puerta del Señor:
sólo los justos entran por ella.»
Yo te doy gracias porque me escuchaste

y fuiste mi salvación.

Evangelio según San Marcos (16,9-15.)
Jesús, que había resucitado a la mañana del primer día de la semana, se apareció primero a María Magdalena, aquella de quien había echado siete demonios.
Ella fue a contarlo a los que siempre lo habían acompañado, que estaban afligidos y lloraban.
Cuando la oyeron decir que Jesús estaba vivo y que lo había visto, no le creyeron.
Después, se mostró con otro aspecto a dos de ellos, que iban caminando hacia un poblado.
Y ellos fueron a anunciarlo a los demás, pero tampoco les creyeron.
En seguida, se apareció a los Once, mientras estaban comiendo, y les reprochó su incredulidad y su obstinación porque no habían creído a quienes lo habían visto resucitado.
Entonces les dijo: «Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación.»

Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.

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Papa Francisco

Exhortación apostólica “La alegría del evangelio / Evangelii Gaudium” §19-23 (trad. © copyright Libreria Editrice Vaticana)

“Id al mundo entero y proclamad el evangelio a toda la creación”

La evangelización obedece al mandato misionero de Jesús: “Id y haced que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a observar todo lo que os he mandado” (Mt 28,19-20). En estos versículos se presenta el momento en el cual el Resucitado envía a los suyos a predicar el Evangelio en todo tiempo y por todas partes, de manera que la fe en Él se difunda en cada rincón de la tierra.
En la Palabra de Dios aparece permanentemente este dinamismo de “salida” que Dios quiere provocar en los creyentes. Abraham aceptó el llamado a salir hacia una tierra nueva (cf. Gn 12,1-3). Moisés escuchó el llamado de Dios: “Ve, yo te envío” (Ex 3,10), e hizo salir al pueblo hacia la tierra de la promesa (cf. Ex 3,17). A Jeremías le dijo: “Adondequiera que yo te envíe irás” (Jr 1,7)… y todos somos llamados a esta nueva “salida” misionera. Cada cristiano y cada comunidad discernirá cuál es el camino que el Señor le pide, pero todos somos invitados a aceptar este llamado: salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio.
La alegría del Evangelio que llena la vida de la comunidad de los discípulos es una alegría misionera. La experimentan los setenta y dos discípulos, que regresan de la misión llenos de gozo (cf. Lc 10,17). La vive Jesús, que se estremece de gozo en el Espíritu Santo… Esa alegría es un signo de que el Evangelio ha sido anunciado y está dando fruto. Pero siempre tiene la dinámica del éxodo y del don, del salir de sí, del caminar y sembrar siempre de nuevo, siempre más allá. El Señor dice: “Vayamos a otra parte, a predicar también en las poblaciones vecinas, porque para eso he salido” (Mc 1,38)… Fiel al modelo del Maestro, es vital que hoy la Iglesia salga a anunciar el Evangelio a todos, en todos los lugares, en todas las ocasiones, sin demoras, sin asco y sin miedo. La alegría del Evangelio es para todo el pueblo, no puede excluir a nadie.

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